Sabido es que, para mi gran desgracia, no me gusta la fruta. Ninguna. Aunque parezca mentira. Si bien, con los años, uno va perdiendo pelo, ganando centímetros y adquiriendo algo de sabiduría -más sabe el diablo...-, que nos obliga a cuidarnos un poco más de lo habitual por aquello del declive vital, llamémoslo así. Volviendo a la fruta y sabedor de los beneficios que aporta a nuestro maltrecho cuerpo (serrano), he dado con una solución que parece funcionar: los jugos de fruta. Para ello me he comprado una minibatidora con la que me preparo un batido de frutas mezclado con dos o tres naranjas exprimidas: una manzana pelada y troceada y un puñado de arándanos o fresas congeladas, de manera que el resultado es un frío y refrescante bebedizo rosáceo y muy rico con el que aderezo la toma de mis medicinas mañaneras; el café viene después. Ahora, de eso a añadir plátanos... no, tampoco se pasen. El "color rojo" ayuda, además de ser anticancerígeno; el verde ¡lagarto lagarto!
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Franz Shubert,
*Schwanengesang, D. 957: No. 4, Serenade.
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