Los muertos dan para mucho, incluso los que aún no han pedido tierra. Lo de la política española da para tanto que es imposible abstraerse de lo que ocurre, y mira que lo intento, créanme. Unos y otros nos tratan como si fuéramos estúpidos, una y otra vez. Nos mienten, nos desinforman, nos manipulan y, cómo no, cuentan con la connivencia de los periódicos, de los medios en general. El periodismo imparcial no existe desde hace mucho tiempo, baste leer cualquier tirada nacional para conocer ipso facto el andar de la perrita.
Si el sistema democrático concede el Gobierno, supuestamente (no olvidemos los pactos políticos contra natura y similares, del tipo si te he visto no me acuerdo o también los de me vengo a enterar ahora) al ganador de las elecciones, aquí nos dedicamos al desgaste, no ya a la oposición constructiva. Unos y otros, estos y aquellos, comienzan la guerra de guerrillas que dura los cuatro años de legislatura, y a nosotros, españolitos, que nos den, importamos exclusivamente para votarlos -quién pudiera con "b"- y listo. Vaya una paradoja.
Ahora, siendo un hecho que, por fin, la vacunación del país ha cogido ritmo y que parece que la curva desciende, al menos la mortalidad, parece que la oposición, en minúsculas adrede, ha encontrado el arma definitiva, ¡eureka!: los muertos que no han muerto, los futuros, los que morirán de COVID por culpa de la política del gobierno. ¡Nada menos que 20.000!. Me avergüenzan todos cada vez más, es ya algo físico y psíquico, somatizado irremisiblemente. No hay solución, es una pena.
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The Cranberries, *Zombie.
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