Leo esta mañana una entrevista al último fiscal vivo de los Juicios de Núremberg, Benjamin Ferencz. Él cree que se deberá modificar la mente y los corazones de la gente para que cambien los sistemas. Hablar de la escalada bélica entre Israel y Hamás, o Hamás e Israel, que tanto monta, es muy complejo, más aún si tenemos en cuenta que la opinión pública, muy poco documentada generalmente, ya tiene colocados a los contendientes en uno u otro bando, los buenos y los malos. Que la guerra, el segundo jinete del apocalipsis, el caballo rojo, saca lo peor del ser humano, lo hemos visto siglo tras siglo; ahora, de eso a pensar que hay santos y demonios hay un gran trecho, además de constituir una gran falacia. Todo pueblo tiene derecho a defenderse, no hay duda, y cada uno emplea, desgraciadamente, la fuerza de la que dispone. Entender las fuerzas que coexisten en la zona de Israel y Palestina es tan difícil que no se puede llegar a la conclusión simplista de pesar que Israel es rica y poderosa (mala, malísima) y Palestina todo lo contrario (santa, santísima). No debemos olvidar que Israel es el único país democrático de Oriente Próximo y que, además, está rodeado de países árabes, algunos cercanos especialmente ricos y poderosos, no hablemos ya de Irán y su eterna fatwa contra el país judío. Las atrocidades cometidas por los contendientes nunca se pueden, ni de seben, justificar, pero la guerra es lo que tiene, maldad absoluta.
¿De qué sirve seguir planteándose qué fue primero, si el huevo o la gallina? La solución a este conflicto solo puede pasar por la educación y por el amor entre un pueblo y otro, por el amor a la tierra compartida desde tiempos inmemoriales. Así como los niños no nacen racistas, tampoco lo hacen odiando a sus vecinos, somos los adultos los que les inculcamos el odio desde pequeños. Ni siquiera Ghandi, a pesar de lograr la independencia de La India mediante la no violencia, logró evitar la rivalidad con sus vecinos hasta la separación de parte del territorio que conformaría posteriormente Paquistán. Es una tarea ardua y difícil, pero torres más altas han caído. A pesar de los pesares, judíos y árabes están abocados a entenderse y convivir; si los niños pueden los adultos deben. La Historia y el sentido común lo implora. Hagamos el amor y no la guerra.
No olvidemos la lección que nos dio Margarita. Feliz jueves y que la paz llegue pronto.
♫
No hay comentarios:
Publicar un comentario