Estamos en jornada de reflexión, esa chorrada que nos venden la víspera de cada elección; escucharemos y veremos (la tele para los más masoquistas porque hay que verles las respectivas jetas) en qué usan su tiempo de hoy: ir a misa, hacer deporte, pasar el día "en familia" y todas esas ranciedades. Mañana lo mismo, otra vez, elecciones con los mismos candidatos, por muy surrealista que esto sea. Los mismitos que no se pusieron de acuerdo en las anteriores, esos que han dejado el país "en funciones" todos estos meses, sí, estos que no tienen vergüenza, vuelven a presentarse como si nada a ver si esta vez el huevo no se corta al hacer la mayonesa. Mañana elecciones y por la noche vuelta a los mismo, todos estarán exultantes, todos habrán ganado, todos sonreirán autocomplacientes, pagados de sí mismos, estupendos ellos (y ella, como se debe decir ahora para ser políticamente correcto).
Expectantes todos por saber si la involución vuelve a España, si peligra lo que hemos conseguido todos estos años. Expectantes por saber si esta vez los mismos sabrán llegar a un acuerdo, querrán hacerlo. Pero si algo bueno han tenido estas elecciones es que, al menos, a mi no me ha llegado ningún mensaje de Pablo Casado pidiéndome su voto para salvarnos de la conspiración judeomasónica y bla bla bla.
¿Pero es que no les da vergüenza volver a presentarse a las elecciones siendo los mismos? No, claro que no.
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