viernes, 29 de septiembre de 2017

20 MINUTOS O UNA CRÓNICA VIAJERA (III)


Después del periplo policial de la noche anterior, de los Crimenstoppers y de caer rendidos en la cama de un minúsculo dormitorio con moqueta hasta el techo, comenzamos nuestra visita a la ciudad empezando por desayunar en una cafetería en la planta baja del mismo edificio y un paseo por la zona portuaria a través de los antiguos astilleros hasta llegar al edificio que alberga la exposición del Titanic. Éste, proyectado como si de varias proas de nave se tratara, se encuentra aislado, de fácil acceso, y nos ofrecía la posibilidad de conocer todo sobre el Titanic, esperando que la exposición no resultara un fraude como la aburrida fábrica de cerveza Guinness que habíamos visitado el año anterior en Dublín. 
Pero no, se deja ver, hay cosas muy interesantes; nos encontramos con la recreación de los camarotes de 3ª, 2ª y 1ª clase, vajillas, objetos variados, los menús de 1ª clase y, quizá lo más impactante, grabaciones reales emitidas desde el barco en el momento del naufragio. En parte del recorrido nos sentaron en una suerte de cabina colgada, donde íbamos los cuatro, que se movía subiendo, bajando y girando para mostrarnos imágenes y películas sobre la construcción del barco. Terminamos dando una vuelta por la tienda de recuerdos y a otra cosa mariposa.






Vista la exposición tocaba descubrir Belfast, de manera que caminamos hacia el centro de la ciudad visitando la zona comercial, preguntando sobre la posibilidad de escuchar música en vivo en algún pub por la noche, almorzando finalmente antes de volver un rato al apartamento para ducharnos y descansar un rato. Fue en Belfast cuando nos enteramos del terrible incendio que quemaba las cumbres de Gran Canaria y que tardó muchos días en extinguirse, dejando incluso una mujer muerta al tratar de preservar del fuego a sus animales. De allí a la calle de nuevo para acudir a varios pubs y disfrutar de la estupenda música irlandesa.



La mañana siguiente llovía, dejando la ciudad para volver al aeropuerto internacional a recoger el coche de alquiler que nos llevaría a Dublín, final del viaje de la mitad del grupo, recorriendo por el camino los dos lugares que nos quedaban por visitar: Giant's Causeway y Galway. Una vez sentados en el coche contratado condujimos hacia la primera de las visitas programadas, La Calzada de los Gigantes, una impresionante formación geológica donde la belleza, las matemáticas y la geometría se mezclan para ofrecer un espectáculo realmente sorprendente. Lástima que mi elección de vestimenta no hubiera sido la más aconsejable, pues esa mañana llevaba pantalones corto, camiseta, calzado deportivo sin calcetines y un chubasquero tan fino que no tardé nada en estar calado de la cabeza a los pies, debiendo llegar así hasta Galway una vez recorrimos completamente la senda para disfrutar del espectáculo que nos ofrecía el lugar. Aún así, he de reconocer que me resultó más espectacular la visita anterior a los Cliff of Moher en Irlanda.




Y así, empapados y fríos, recorrimos el largo camino, como si de un laberinto de calles y carreteras se tratara -bendito gps-, llegamos a Galway algo tarde, hambrientos y con el tiempo justo para ponernos ropa seca y salir a buscar un lugar para cenar, como hicimos después de instalarnos. 
Habíamos dejado atrás el Ulster y nos encontrábamos en Irlanda, podíamos pagar en euros y ya todo resultaba más cómodo, además de conocer Galway del año pasado. Un italiano abierto que nos daba de cenar después de preguntar en varios restaurantes con la cocina cerrada a las 10 de la noche (no me extraña que los turistas sean tan felices en España), habíamos tenido suerte. Dimos buena cuenta de la cena y con corazón contentos directamente a Quay's, al mismo lugar donde habíamos disfrutado de un par de conciertos en el anterior viaje, repleto de gente y con un grupo que cantaba rock sobre un pequeño balcón sobre el gran espacio central del ecléctico y recargado pub, todo madera y cervezas. Puedo imaginar cómo sería una noche en este pub antes de la prohibición de fumar en espacios cerrados. Cerveza, música y happy people, Irlanda en estado puro.


Galway es una ciudad bonita, rodeada de amplias explanadas de césped donde pasear y hacer deporte, ubicada en la desembocadura del río Corrib, con una calle central peatonal y muy animada tanto de día como de noche. Durante nuestro segundo día aquí paseamos sin rumbo hasta la hora de comer para partir hacia Dublín, última etapa de nuestro viaje.

Ed Sheeran, *Galway Girl
Thin Lizzy, *The boys are back in town

The boys are back in town (vídeo) ¡volvemos a Dublín! Llegamos a la capital sin contratiempo alguno, sin lluvia, a una hora estupenda para no tener que correr antes de salir a cenar, donde nos esperaban nuestros amigos Kathleen y Gerard, loe mejores anfritriones que uno puede tener, para abrirnos las puertas de su casa y dejarnos instalarnos allí en la que iba a ser nuestra morada durante los cuatro días siguientes. La casa, un pequeño tríplex adosado localizado en el canal de Portobello, a sólo 20 minutos del centro, con aparcamiento propio. 20 minutos, el tiempo que para Gerard se tarda en ir de A a B, cualesquiera que sean estos lugares, de manera que a base de “20 minutos en 20 minutos” recorrimos cada día Dublín terminando cada noche con la lengua fuera.



Descubierta una aplicación en el móvil pudimos comprobar la cantidad de pasos, y por tanto convertirlos en distancia, que habíamos dado en los últimos días, en mi caso desde que empecé a caminar en Madrid y como Forrest Gump no había dejado de hacerlo. La media diaria rondaba los 12 o 13 kilómetros, increíble. Este año, también, coincidía mi cumpleaños estando fuera de Tenerife, de nuevo en Irlanda, como otros años lo fue en San Francisco, en Nairobi o en Madrid.


Escribía hace unos días a una amiga sobre Dublín, describiéndola como una ciudad feliz, animada, todo cerveza y música, ya conocida por mi como “la ciudad de los 20 minutos”. Desde Portobello salíamos cada mañana y cada noche al centro, a vivirla, a disfrutarla, a sentirla; sus parques, donde el verde infinito casi hace daño, sus pubs, su historia, su literatura.

Seguiremos. 

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