Muere Elie Wiesel, rostro de la memoria del Holocausto
El escritor, superviviente de los campos de concentración y
premio Nobel de la Paz, ha fallecido en Nueva York a los 87 años.
Los Ángeles 3 JUL 2016 - 14:03 CEST
Pablo Ximénez de
Sandoval , Corresponsal en California
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/02/actualidad/1467489624_895536.html
Una de las voces más importantes en la memoria del
Holocausto y la defensa de los derechos humanos, Eli Wiesel, falleció este sábado
en su residencia de Nueva York a los 87 años. La noticia de su muerte la dio el
Museo del Holocausto de Jerusalén, Yad
Vashem. Wiesel, superviviente de los campos de exterminio de Auschwitz y
Buchenwald, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1986.
En un pasaje de su discurso de aceptación del Nobel, Wiesel
afirma: “Lo recuerdo: sucedió ayer, o hace una eternidad. Un joven chico judío
descubrió el Reino de la Noche. Recuerdo su desconcierto, recuerdo su angustia.
Todo sucedió tan deprisa. El gueto. La deportación. El vagón de ganado sellado.
El altar ardiente donde la historia del nuestra gente y el futuro de la
humanidad habrían de ser sacrificados. Recuerdo que preguntó a su padre:
‘¿Puede ser esto verdad? Esto es el siglo XX, no la Edad Media. ¿Quién puede
permitir que se cometan crímenes así? ¿Cómo puede el mundo permanecer en
silencio? Y ahora ese chico me mira a mí. ‘Dime’, pregunta, ‘¿qué has hecho con
mi futuro, qué has hecho con tu vida? Y yo le digo que lo he intentado. Que he
intentado mantener la memoria viva, que he intentado luchar contra aquellos que
olvidan. Porque si olvidamos, somos culpables, somos cómplices”.
El niño con el que Wiesel dialogaba en ese discurso nació
1928 en Sighet, Transilvania. A los 15 años, fue trasladado con toda su familia
por los nazis al campo de concentración de Auschwitz, donde murieron su madre y
su hermana pequeña. Sus dos hermanas mayores sobrevivieron. Después, él y su
padre, Shlomo, fueron trasladados al campo de Buchenwald, donde Shlomo
murió poco antes de la liberación en abril de 1945. El número de
identificación como prisionero que llevó tatuado en el brazo toda su vida era
A-7713.
Tras la guerra, se formó en París como periodista. No habló
del Holocausto durante una década. Acabaría escribiendo decenas de ensayos y
novelas, entre los que destaca su trilogía sobre la experiencia en los campos
de concentración. El primero de esos libros, La Noche (1955), ha sido traducido
a más de 30 idiomas, según la Fundación Eli Wiesel para la Humanidad,
organización que fundó junto a su esposa y que presidía. “Olvidar a los muertos
es lo mismo que matarlos por segunda vez”, era la idea central de aquel libro y
la que guió su vida. En él relata su vergüenza por permanecer en silencio
tumbado en el catre mientras su padre era golpeado.
Wiesel dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos,
a mantener viva la memoria del Holocausto a través de la educación y a la
apasionada defensa del Estado de Israel. Entre las
causas que apoyó su fundación estuvieron la defensa de los judíos de la
antigua URSS, los desaparecidos de la dictadura argentina, los refugiados de
Camboya, los kurdos o la lucha contra el apartheid de Sudáfrica, explica la
Fundación.
En su faceta de activista, Wiesel se opuso a la
reunificación de Alemania en 1989 diciendo que daría lugar a un resurgir del
antisemitismo. En 1985, al tiempo que recibía en la Casa Blanca la Medalla de
Oro del Congreso de Estados Unidos, reprendió públicamente al presidente Ronald
Reagan porque iba a visitar en Alemania un cementerio donde se encontraban
algunos altos cargos del nazismo. “Ese no es su lugar, su lugar está con las
víctimas del nazismo”, dijo.
La Fundación de Wiesel, y él mismo, fueron víctimas de la
estafa piramidal del inversor fraudulento Bernie Madoff. Wiesel y su esposa,
Marion, perdieron los ahorros de su vida y la Fundación perdió 15,2 millones de
dólares.
En una entrevista
con EL PAÍS cuando contaba 58 años, Eli Wiesel reflexionaba sobre la
generación de intelectuales supervivientes de los campos de los nazis, de la
que salieron Primo Levi, Simon Wiesenthal, Jorge Semprún o él mismo.
"Nunca ha habido una generación a la que obsesionara tanto la memoria como
la nuestra, pero creo que es el patrimonio que debemos dejar a nuestros hijos".
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