lunes, 9 de junio de 2014

UN ABONO O LA ESTUPIDEZ DE ALGUIEN

Durante estos últimos años no me he abonado a los conciertos anuales de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, ya sea por ahorrar, ya sea porque algún viernes me daba pereza bajar a Santa Cruz al Auditorio, pero el caso es que no me he abonado sino que, puntualmente cuando me interesa algún concierto compro la entrada y voy. Así fue como ocurrió con el maravilloso concierto para violín de Sibelius de hace un par de semanas. 
Hoy comí con mis padres y me contaba mi madre que había llegado la carta del abono, las fechas para pagarlo, etc. Ella, que sigue siendo incondicional año tras año, me decía que esta vez ya anunciaban la posibilidad de que el abono lo utilizase otra persona diferente al titular previo pago de la diferencia del precio (los jubilados tienen un pequeño descuento en él). Esta práctica ha sido muy utilizada siempre, como ocurre en el fútbol, según dijo mi padre. Los últimos años se había prohibido en el Auditorio, de manera que yo me negué a utilizar el abono de mi madre, los días que ella no iba, por miedo al ridículo si el portero me paraba para decirme que yo no era mi madre, obviamente. Ahora, visto lo visto, el listo de turno ha querido dar una solución a esto invitando a que el no abonado se acerque a la taquilla, pague la diferencia y disfrute del concierto.
Yo no lo entiendo. El listo de turno prefiere que la butaca se quede vacía antes de que la ocupe cualquier persona relacionada con el abonado. Vale, siempre puede haber la picaresca de que la compre uno y vaya otro, lo sé, pero creo que, igualmente, el riesgo compensa el ver una butaca vacía que siempre es desagradable para la orquesta, el director, el músico invitado. Mi teoría es que, si ya la butaca tiene asignada una persona durante los meses que dura la temporada, ¿qué más da quien la ocupe?
Recuerdo que en mi época de abonado asistía religiosamente cada viernes al Auditorio, conocía a mis vecinos de asiento, hablaba con ellos, compartíamos lo que habíamos hecho durante la semana y nos emplazábamos para el concierto siguiente. Alguna semana conocía a la hija de mi compañera de asiento y ella a quien fuese por mi en otra ocasión. El hecho es que la butaca siempre estaba ocupada. Estos últimos años, con esta política tan rigurosa, es fácil ver multitud de asientos vacíos viernes tras viernes.
¿Saben la cantidad de entradas que se regalan a políticos que no han escuchado música clásica en su vida? Aunque hay políticos que sí, doy fe de ello; alguna vez he ido yo con una de estas entradas, he de reconocerlo y agradecerlo igualmente.
Si cada año se venden menos abonos ¿no sería una buena idea regalar algunas entradas por ejemplo a los mayores del asilo o a los alumnos menos favorecidos económicamente del Conservatorio? Así se fomentaría la música y se daría la oportunidad de asistir a un concierto a personas que, en otras circunstancias, lo tendrían mucho más difícil. 
Ah, por cierto, yo soy de los que piensan que la música clásica, en absoluto, es una actividad clasista. Un ejemplo: ¿saben lo que cuesta una entrada para un concierto? ¿y para un partido de fútbol?
Una anécdota: hace algunos años coincidió el cumpleaños del Rey Juan Carlos con una visita a las Islas y en Santa Cruz de Tenerife le ofrecieron un concierto como regalo. A mi me dieron una entrada con la coletilla "son difíciles de conseguir" (ya se sabe lo cortesana que puede llegar a ser la gente en estos casos). El hecho es que el concierto prometía un lleno absoluto por aquello de las invitaciones, el Rey, etc. -la música debía ser lo de menos-. Pues bien, no iba a aparecer finalmente tanta gente como estaba prevista y esa misma tarde me ofrecieron dos entradas más, que yo cogí agradecido y regalé a dos amigos melómanos, y supongo que a muchos otros también. La consigna era que no aparecieran butacas vacías. El concierto estuvo bien, por cierto, con un 'cumpleaños feliz' de la orquesta incluido.

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