La Traviata, G. Verdi.
*Ah! Gran Dio! Morir si giovine.
La reacción de alguien que ve por primera vez una ópera es muy espectacular, o le encanta o le horroriza. Si le encanta será para siempre; si no, podrá llegar a apreciarla, pero nunca le llegará al corazón. Esto es lo que Richard Gere dice a Julia Roberts justo antes de empezar La Traviata en la Ópera de San Francisco. Por cierto, mi primera ópera fue "Semiramide", de Rossini, en el Teatro Pérez Galdón de Las Palmas de Gran Canaria, sin Julia Roberts ni Richard Gere, pero sí con Montserrat Caballé. Me encantó.
Leía hace un apr de día que, en no-se-qué canal habían emitido, en horario nocturno, la película Pretty Woman y que cada vez tenía menos audiencia, que si la película había envejecido, que si ya era demasiado recurrente en las parrillas televisivas y bla bla bla. En ese momento pensé que sólo había visto la película una vez, en el cine, cuando la habían estrenado, o sea hace ya más de 20 años. Cada vez que la ponían en la tele pensaba ¡otra vez Pretty woman!, pero lo cierto es que nunca había vuelto a verla completa. Así que me puse manos a la obra y esta noche de viernes, justo hace unas dos horas, nos sentamos en el chester bajo una manta de lana fina Augusta, Octavia y yo (una manta que me hizo estornudar un buen rato), a verla. Disfruté de la película mientras ellas roncaban -a ellas no les gusta demasiado la televisión, como a mi-, de la escena de La Traviata, de la tienda de Rodeo Drive, de sus repulsivas dependientas, del encantador director del hotel y hasta del impresentable abogado salido. Resumiendo, un placer volver a verla.
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