Annie Leibovitz y la fotografía, ese “chico malo”
La Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades hace recuento de su carrera en Oviedo.
J. ANTÓN Oviedo 25 OCT 2013 - 15:14 CET
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/10/24/actualidad/1382648877_384804.html
La Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades hace recuento de su carrera en Oviedo.
J. ANTÓN Oviedo 25 OCT 2013 - 15:14 CET
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/10/24/actualidad/1382648877_384804.html
Llegó Annie Leibovitz a un Oviedo gris y lluvioso y parecieron encenderse
todos los focos. La célebre fotógrafa, autora de algunas de las instantáneas más
icónicas del siglo XX —como la de John Lennon desnudo abrazando a Yoko Ono o la
de Nixon abandonando la Casa Blanca—, habló ayer con pasión de su oficio,
recordó a su pareja sentimental, la fallecida escritora Susan Sontag, ganadora
también de un Príncipe de Asturias, el de las Letras, en 2003, y se metió en el
bolsillo a los fotógrafos que cubren los galardones, posando con ellos y
retratándolos a su vez con su camarita Canon G16.
Glamurosa y vital, Leibovitz dijo que le habría gustado retratar a Martha
Graham y a Elvis Presley, que sería un honor tener frente a su objetivo a los
Príncipes —y se lo va a proponer—, que la mejor imagen que ha tomado fue una que
le hizo a su madre y que la fotografía siempre ha sido el “chico malo” de las
artes.
La jornada coincidió en la ciudad con una concurrida manifestación por la
educación pública y terminó con el concierto de los premios, anoche, dedicado a
Wagner. Un día que incluyó el grandioso momento del brindis con cerveza —creada
para celebrar el descubrimiento del bosón— de los premios Nobel y Príncipe de
Asturias de Investigación Científica Peter Higgs y François Englert. Y también
la encendida defensa de los transgénicos —que no dejó de desconcertar a algunos—
por parte de Peter Gruss, presidente de la Sociedad Max Planck para el Avance de
la Ciencia (premio de Cooperación Internacional).
“Ok, guys”, decía Leibovitz a los fotógrafos que no paraban de
retratarla mientras posaba con gran profesionalidad y encantada. Vestida toda de
negro (¿por Sontag?), dotada de un vozarrón y un aire a lo Patti Smith.
Leibovitz (Waterbury, Connecticut, 1949) empezó por recordar a Susan Sontag y a
recalcar su emoción al recibir ahora el mismo premio. “El haber conocido a Susan
en un momento de mi vida en que no sabía adónde me llevaba mi trabajo fue
decisivo. Eran los ochenta y tantos, y conocerla reforzó mi trabajo. Ella era
muy fuerte, creía que yo era buena —y no estoy segura de que hablara de
fotografía—, pero que podía ser mejor, quería que fuera más seria, yo era muy
ingenua; llevó mis límites más allá”.
Dijo Leibovitz que el premio significa para ella “un honor” y para la
fotografía, “un empujón poderoso”. Especialmente cuando se hacen tantas
preguntas, añadió, sobre el futuro del medio y su supervivencia. “La fotografía
siempre ha sido el chico malo”, reflexionó. “No se nos etiqueta como arte, y lo
somos”.
Se declaró “bastante democrática” con la masiva popularización de este arte
vía las nuevas tecnologías y las redes sociales. Dijo que hay “sitio para
todos”, aunque advirtió que la profesionalización es “un camino distinto”. Tras
recordar que ella la ha usado de muchas maneras, explicó que volvió a los
retratos porque se sentía más cómoda con ese formato, “podía contar una historia
y tenía más control”.
Repasó su carrera: “Llevo 45 años, no tenía ni 20 cuando empecé en
Rolling Stone, he visto de todo, nada me sorprende. Ahora no es que tu
trabajo sea siempre bueno, pero sabes lo que haces. Al principio era la
inocencia”. Aseguró que su oficio es lo mejor de su vida junto con sus hijos.
“Esta es una profesión increíble, aunque no hay una varita mágica, el secreto es
trabajo y trabajo”.
Explicó que cree que la fotografía puede usarse para examinar vidas pasadas
de personajes históricos y habló de su proyecto Peregrinaje, en el que
ha seguido el rastro de Georgia O’Keeffe, Emily Dickinson, Frost o el propio
Lincoln.
¿Cómo se hace una foto excepcional? “No tengo una respuesta clara. Una de las
mejores que he hecho es un retrato de mi madre, es mi foto favorita, porque no
hay barrera en esa imagen. Es como si no hubiera cámara, se desvela todo. Pero
eso no se puede hacer siempre. Es difícil llegar a ese nivel de fotografía, a
ese poder; es raro. Un retrato es un encuentro psicológico, tiene que ver con el
humor del sujeto al que retratas. Yo confío mucho en la composición, en
establecer un marco. Venía Rod Stewart, por ejemplo, y me decía ‘¿Qué quieres
que haga?’. Era aburrido ponerlo contra la pared y pensaba que tenía que hacer
algo distinto”. Así surgieron retratos tan famosos como el de Leonardo DiCaprio
con el cisne o Whoopi Goldberg en la bañera con leche.
Muñoz Molina: “Nuestra educación es desastrosa”
El premio Príncipe de Asturias de las Letras reivindica en Oviedo la cultura como motor contra la crisis.
El premio Príncipe de Asturias de las Letras reivindica en Oviedo la cultura como motor contra la crisis.
Puso expresión soñadora en su semblante serio de profesor y esbozó una
sonrisa. Ante él, deslumbrado aún por los flashes de los fotógrafos y los fastos
y protocolos miles que enmarcan esta semana las jornadas de los galardonados con
los premios
Príncipe de Asturias no se levantaba un muro de corbatas y celebraciones,
sidra y gaitas, sino una mujer anhelante en una ciudad adusta (y Vetusta) y un
largo río que serpenteaba peligrosamente hacia los límites de la cordura en el
Congo. Le acababan de preguntar a Antonio Muñoz Molina,
flamante premio Príncipe de Asturias de las Letras, qué libros le hubiera
gustado escribir. “Muchísimos”, suspiró. “Una novela sobre una ciudad como La
Regenta, y no lo digo porque estemos aquí. O El
corazón de las tinieblas. No hubiera tenido ningún problema en
escribirlos, si hubiera podido”.
En su primer acto hace unas pocas horas en el extenso programa de los
premios, que incluye desde proyecciones de cine a demostraciones de perros guía
de la ONCE, pasando por clases magistrales de golf y charlas sobre el bosón de Higgs –¡con ingesta de
cerveza incluida! (eso no hay que perdérselo)-, Muñoz Molina ha hablado de lo
divino (la literatura) y lo humano (la crisis). A la pregunta de si estamos en
la senda de la regeneración de los valores, ha contestado: “Hay mucha gente que
ha mantenido esos valores todo este tiempo, los de la legalidad, el trabajo y
las responsabilidad democrática. Ahora hay gente que es más consciente de la
importancia de esos valores, pero no hay que olvidar a esos muchos que no los
han perdido nunca, que se han dedicado siempre a enseñar, a cuidar a otros, a
investigar”. Ha dicho el novelista que tiene la esperanza de que nuestra
sociedad corrija sus “viejos vicios”.
Ha deplorado el premiado la situación del español, convertido casi “en una
variante del inglés” por mor de la “catástrofe del doblaje”. Y ha reflexionado
que las letras sufren con la situación actual a causa de “la suma de varios
infortunios: la crisis económica general, el muy complicado tránsito del mundo
analógico al digital, la piratería, y el desinterés de los poderes públicos, que
en lugar de apoyar se dedican a socavar la cultura con todo su empeño”. Muñoz
Molina ha considerado que el problema no es solo en España sino en todo el mundo
hispánico y ha puesto a Francia como ejemplo de manera de cuidar la cultura, no
por razones altruistas sino por el beneficio para el país. “En España, con un
modelo económico fracasado que es el de la especulación inmobiliaria, la cultura
ofrece un sector competitivo pero los poderes públicos se niegan a verlo con
extraordinaria obcecación. Se ayuda la industria del automóvil pero no a la del
libro”.
El escritor ha señalado los 1.200.000 puestos de trabajo que ha creado la
cultura en Francia, y los 8.500.000 en toda la UE, y ha recordado “el impacto
económico del Museo del Prado, la catedral de Oviedo o el que podría tener un
cine fuerte y próspero”. Del inveterado déficit lector de los españoles ha
subrayado que una buena educación literaria no tiene que ver solo con la
literatura. “La literatura es uno de tantos modos del ser humano de explicar el
mundo”, ha dicho, y ha apuntado que hace falta a la vez una buena educación
científica, estética y cívica. Para el novelista, “de acuerdo con cualquier
criterio que usemos, nuestra educación es desastrosa” y “no podemos tener un
modelo productivo distinto si no tenemos un modelo educativo sólido”. Ha
criticado los planes para resolver eso como “una comedia vista una y otra vez” y
cuyo primer acto es la publicación de datos malos, el segundo el rasgarse las
vestiduras, el tercero las preguntas a los políticos y no a los profesores que
sufren las consecuencias de todo. “A continuación, los políticos de izquierda
culpan al franquismo, y los de derechas a los socialistas. Y seguidamente se
hace una ley atolondrada que durará muy poco”. La solución ha dicho, “es
preguntar a los que están en la obra, a los docentes, y fijarse en los países en
los que la educación funciona mejor; ser pragmáticos y dejarse de
ideologías”.
Muñoz Molina se ha visto en un brete al preguntarle una periodista sobre la
concentración de protesta prevista a las puertas del teatro Campoamor en la
ceremonia de entrega de los premios el viernes y su opinión sobre los patronos
financieros de los galardones. El novelista ha dicho que necesitaba más
información antes de contestar a una cuestión “muy delicada”.
Mucho más cómodo ha estado al responder preguntas sobre el futuro de la
novela, a las que, ha bromeado, “puedo pasar contestando toda la vida”. Para él,
la novela “es un género completamente mestizo y mezclado, empezó siendo aquello
que no eran los otros, ni épica, ni poesía, ni teatro. Baroja la describió como
un saco en el que cabe todo. Creo que seguirá cambiando. De vez en cuando se nos
da un pronóstico de gravedad variable de la novela, incluso se dice que ya está
muerta. Pero la gente sigue escribiendo y leyendo novelas. Cuando el Nouveau
Roman dictaminaba que la novela ya había acabado, los escritores
latinoamericanos, que no se habían enterado escribían novelas prodigiosas”.
¿Y adónde va la novela?, se le ha preguntado. “Yo no sé ni adónde va la mía”,
ha dicho antes de lanzarse a un hermoso y entregado elogio del género, un género
“generoso, que lo abarca todo y acaba significando el impulso humano de dar
cuenta del mundo real de manera maravillosamente impura”. Ha pronosticado que
nos esperan grandes sorpresas en la novela y que, como ha sucedido tantas veces,
novelas consideradas en su momento menores pasarán a ser vistas como
mayores”.
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