sábado, 15 de mayo de 2010

THE DOVE

La historia real de Robin Lee Graham, un marinero de 16 años que dió la vuelta al mundo en un barco de 23 pies llamado "The Dove".
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Aqui les traigo esta historia que sin lugar a dudas los remontara a cada isla, puerto, ciudad que Robin Lee Graham conocio en su viaje a finales de los años 60', con tan solo 16 años. Espero contagiarles mi entusiasmo por esta historia por medio de una reseña muy completa, la pelicula (para aquellos renegados de la lectura) y la ruta que utilizo para surcar el globo terraqueo de oeste a este con su pequeño bote de fibra de vidrio.
Un bote viejo lleno de parches. El mar que se abre ante los ojos de dos muchachos escolares y que se aventuran a hacerse a la mar en esa embarcación y que poco tiempo después se convierten en la noticia, primeramente porque no se les da oportunidad de seguir con vida ante una primera tormenta, y después porque han sido "rescatados". En realidad, los muchachos pasaron bien la tormenta y se acercaron a una fiesta porque su bote prácticamente se había ido a pique: "Creo que no fue el valor, no tampoco la estupidez lo que impidió que pensara que podríamos ahogarnos. Era simplemente que todas mis energías estaban concentradas en mantener al Hic a flote." (p. 17) Por supuesto, los comentarios sobre la aventura fueron numerosos pero hubo uno que sobresalió de entre todos ellos: "...lo que realmente me ha llamado la atención en su actitud de «queríamos saber si podíamos hacerlo»... Piensen lo que habría significado para el mundo la eliminación de la actitud de esos muchachos. ¿Habría Colón descubierto América? ¿Habrían logrado los hermanos Wright volar en Kitty Hawk? ¿Se habría escalado el monte Everest? ¿Es que nuestros antepasados hawaianos habrían descubierto estas islas encantadoras? "Un poco de sangre caliente con su impulso de hacer cosas que otros ni intentaron, de ver qué es lo que hay más allá de la próxima colina y de no poner atención a las consecuencias, son cosas tan norteamericanas como la tarta de manzana. Es evidente que los que critican con tanta dureza a estos muchachos jamás saltaron el vallado del vecino o nadaron en una charca prohibida, o cometieron una trastada en la fiesta de Hallowe'en... ¿Irresponsables? Sí. ¿Irreflexivos? Sí. ¿Pero que la juventud de este país está podrida? ¡Tonterías!" (Carta de Gene Weston, cit. en p. 20) Robin Lee Graham, se conoce a sí mismo a la edad de 15 años: "Yo sabía qué es lo que me gustaba, qué es lo que quería dejar atrás. Pero también sabía que había algo «allá lejos» que yo deseaba desesperadamente. Era una posibilidad de ser el hombre que quería ser, una convicción de que había nacido libre, de que tenía unos derechos por nacimiento que no me podían ser negados." (p. 21) "Mis propios tiranos eran los bocadillos de mantequilla de cacahuete y la gente de los despachos sombríos que insistía en que llevara zapatos; gente decidida a disponer de mi vida según patrones cómodos, empujándome de aquí para allá, hasta que pudiera ingresar a salvo en su sociedad, llevando cuellos blancos y trajes grises, tarjetas de crédito en mi billetero, guardando bastones de golf en el gabinete bajo la escalera y un automóvil pagado a medias en el garaje." (p. 15)
Todo esto lo sabe su padre cuando lo apoya y lo deja marchar a dar la vuelta al mundo en solitario a bordo de un velero llamado Dove: "En el fondo de mi corazón sé que lo más justo es haberle dejado marchar. Él se sentía hoy más feliz que nunca, o que probablemente lo será. Y más feliz a los dieciséis años que mucha gente lo será después de llevar una vida cómoda, alargándola hasta un final seguro. "Lee conoce los riesgos que va a correr, como sabe que hay riesgos en casa. Nadie puede ser [sic] enteramente protegido de los percances de la vida. "Si le ocurre algo a Lee —y si eso ocurriera sería mi fin—, aún seguiría creyendo que hice por él lo que era debido. "Tenga éxito o fracaso, está cumpliendo con su destino. Todos tenemos una sola vida: algunas son cortas y otras largas. Él ama la vida y quiere obtener de ella algo más que lo que obtendría sometiéndose a los convencionalismos por temor al qué dirán, o por ser un rostro más en el rebaño multitudinario." (Carta del padre a su esposa, p. 29)
¿Qué es lo que va a hacer un muchacho de apenas dieciséis años en un velero alrededor del mundo? En sus palabras, a conocerse a sí mismo. "Estaba empezando a dominar la sapiencia del mar, a aprender a leer las nubes, a observar el rumbo de las algas marinas, que señalaban la dirección del viento. Incluso mi arte culinario mejoró. Me enteré de los minutos necesarios para hervir bien un huevo, y cuánta agua hay que añadir a los cereales calientes. Desarrollé el sentido del oído. Hasta dormido podía percibir un cambio en el viento o en las condiciones marinas." (p. 34) "Todos hemos sido creados de modo diferente, por supuesto. Algunos de nosotros conocemos cimas de felicidad más altas y depresiones más profundas que la felicidad y depresión de otros, que no pueden gritar de alegría ni nunca pierden su frialdad. En cuanto a mí, si yo veo la hierba más verde que otras personas, si oigo sonidos que ellos no oyen, he de pagar el precio en periodos de frustración y soledad." (p. 92) Su viaje de cinco años es apenas la introducción a la vida real: "En el mar he aprendido lo poco que una persona necesita, y no lo mucho. Me pregunté por qué los hombres se aferran a la vida como si el universo dependiera de ellos. Me pareció que hay mucha gente que se contiene de hacer las cosas que verdaderamente desea sólo por temor. Las sociedades menos complicadas parecían comprender mejor esto que los pueblos del mundo civilizado. La soledad había hecho que me diera cuenta de que el hombre es totalmente insignificante en el universo, como una motita de polvo." (p. 176) Por supuesto, tal viaje es algo novedoso, pues se trata del navegante solitario más joven del mundo (en esa época) y es seguido a lo largo de varios reportajes del National Geographic y ocasionalmente de su novia, a quien alcanza siempre en tierra porque no quiere tener tripulación en su viaje para que sea realmente un viaje en solitario y después de cinco años, se acerca a su punto de partida: "Pero falta algo. Hay una gran sensación de vacío en este bote. Tengo ya veintiún años; pero es duro contenerse las lágrimas. No dejo de repetirme que es la última etapa y que la haré más rápidamente que las otras." (p. 165)
Más que un récord en navegación, Dove es el descubrimiento de un mundo personal muy intenso a través de todas las peripecias que vive en alta mar y en tierra: "...la felicidad no tiene fronteras... es un estado de ánimo y no una posesión, no una ruta marcada a través de la vida, no una meta que puede ser ganada, sino algo que se goza sutilmente como una niebla vespertina o el sol matinal; algo que escapa a nuestro dominio." (p. 139) "...sabía que la vida es algo más que ver horizontes marinos, que saber colocar una veleta Hassler o tomar la posición según la altura del sol. Pero estaba seguro de haber aprendido muchas cosas que me serían útiles, algo que incluso será una contribución a nuevas formas de pensamiento, las esperanzas y objetivos de una juventud que está harta de la opresión y la codicia de la sociedad." (p. 167) Pero Dove es también una crítica muy ilustrativa de la civilización y de cómo quiere engullirlo a uno: "¡Dios mío! ¡Es cierto que existen ciudades y que la gente vive en hueveras de cemento!" (p. 159) "Un "pensamiento marino" que yo quisiera compartir aquí es que esta vida tiene que tener una tensión: la tensión de dirigirse a otro puerto o de hallar una pieza de repuesto para hacer una reparación, o enfrentarse a una borrasca. Quiero decir que la persona que está realmente enferma es la persona que no tiene objetivos en la vida, ni ambición, ni aspira a nada. No tener una meta debe ser como navegar en calma chicha por toda la vida." (p. 168)

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