Verdi, "Giovanna d'Arco",
*Ponta sono!... Son guerriera.
Airam Hernández: “No hay mejor lugar para actuar que mi tierra; aquí es donde me han visto crecer como persona y como artista”
El tenor tinerfeño debuta esta semana en el rol de Carlo VII de 'Giovanna d'Arco', en una producción que se escenifica este martes, el jueves y el sábado en el Auditorio de Tenerife.
Santiago Toste, 24.03.2025
El Auditorio de Tenerife pone este martes en escena Giovanna d’Arco, la ópera de Giuseppe Verdi, que también se podrá contemplar el jueves y el sábado (19.30 horas). Lukasz Borowicz se pone al frente de la Sinfónica de Tenerife, mientras que Miguel Ángel Arqued dirige al Coro Titular Ópera de Tenerife-Intermezzo. Además de los bailarines del Centro Internacional de Danza de Tenerife, la relación de artistas sobre el escenario se completa con la soprano grancanaria Yolanda Auyanet (Juana de Arco), el tenor tinerfeño Airam Hernández (Carlo VII), el barítono Juan Jesús Rodríguez (Giacomo), el bajo Vazgen Gazaryan (Talbot) y el tenor Gabriel Álvarez (Delil), también grancanario. Con el cantante tinerfeño conversó este periódico.
-Debuta en ‘Giovanna d’Arco’ con el rol del rey Carlo VII. ¿Cómo suele ser su acercamiento por primera vez a un personaje?
“Siempre desarrollo un trabajo previo de investigación. En este caso, he buscado bibliografía sobre el personaje histórico [Carlos VII de Francia, 1403-1461], también de la obra teatral de Friedrich Schiller en la que se basa la ópera [Die Jungfrau von Orleans, 1801]. A partir de ahí leí el libreto de Giovanna d’Arco [1845, de Temistocle Solera] y me adentré en las partituras de Verdi. En suma, busqué la manera de conocer mejor al Carlo VII que nos presenta”.
-¿Qué desafíos le ha planteado este papel?
“El primer desafío tiene que ver con el hecho de interpretarlo por primera vez. Quizás no conoces la ópera o, conociéndola, no estás familiarizado con ella a nivel vocal. De modo que debes adaptar tu vocalidad a la del personaje en cuestión. Aquí estamos ante un título que forma parte del repertorio temprano de Verdi. De hecho, estamos hablando de bel canto. Las particularidades tienen que ver con que se trata de un bel canto muy rico a nivel dramático, a nivel vocal… Es un personaje más lírico de lo que cabría pensar de un rol belcantista. Aunque es cierto que yo ya había afrontado alguno, como el Pollione de Norma [Vincenzo Bellini, 1831], con una vocalidad bastante similar a esta. El reto consiste en adecuarte lo antes posible a un rol que además te demanda mucho en el plano vocal y en el escénico”.
-En el repertorio verdiano, ‘Giovanna d’Arco’ es hoy un título no habitual en los escenarios, al contrario que ‘La traviata’, ‘Aida’, ‘Rigoletto’, ‘Nabucco’ o ‘Il trovatore’. ¿El hecho de que no existan tantas referencias contemporáneas supone más un estímulo o una dificultad?
“Que no haya muchas grabaciones, que las hay y de grandes voces del mundo lírico, es interesante precisamente porque te permite investigar sin tenerlas en mente, trabajar con el personaje sin repetir patrones de otros artistas. También es atractivo porque en este caso es una ópera que requiere tres cantantes con unas vocalidades que no son sencillas de encontrar, por eso creo que no se escenifica tanto. El personaje de Giovanna se compuso para una soprano ligera con coloratura y resto agudo fácil, sin un gran centro. Sin embargo hoy, con la orquestación actual, interpretar a Giovanna d’Arco requiere otro tipo de voz. Mucho más lírica, con más empaque. En el caso de Giacomo, el padre de Giovanna, Verdi investiga con la voz de baritono en sus primeras óperas, por lo que se aprecian dificultades propias de la falta de experiencia, que más tarde sí que la tiene en Simon Boccanegra [1857 y 1881], La traviata [1853] o en Falstaff [1893]. En el rol de Carlo VII, en un principio se trataba de un tenor de repertorio lírico ligero, pero hoy se necesita un tenor lírico con bastante centro, con un tinte dramático, que, aunque tiene algo de coloratura y de línea belcantista pura, posee esa otra particularidad propia de un repertorio lírico con empaque”.
-¿En qué momento diría que se halla su carrera? ¿Qué diferencia al tenor actual del que cantaba, digamos, hace 10 años?
“Tengo 41 años. Estoy en la etapa de madurez de un cantante de mis características. He pasado de ser un tenor ligero de coloratura a uno lírico de coloratura. Mi momento vocal me permite jugar con la versatilidad y poder implicarme en proyectos como los que, precisamente, se están plasmando durante estos meses: he debutado con el Roberto de María Estuardo [Gaetano Donizetti, 1835] en el Teatro Real, que pertenece a repertorio belcantista para un tenor agudo; ahora en Giovanna d’Arco, en un papel para un tenor con más empaque; en medio de esas funciones, el 28 de marzo, haré el Requiem de Mozart [1791] en Las Palmas de Gran Canaria, porque Mozart siempre tiene que estar muy presente en mi carrera, y el próximo mes abordo mi primer Wagner, el papel de Erik en Der fliegende Holländer [1843]. De modo que ahora mismo puedo afrontar un repertorio tan ecléctico, tan diverso, con cierta facilidad”.
-La ópera, como espectáculo total que es, también demanda desenvolverse como actor sobre el escenario. ¿Qué papel le ha exigido más en esta vertiente?
“Cada uno tiene lo suyo, pero hay dos papeles que destacaría. Uno es Fausto [Faust, Charles Gounod, 1859], el papel con el que precisamente debuté en el Auditorio de Tenerife. El personaje es muy complejo en sí mismo, pues abarca toda la sabiduría, la erudición, de un anciano y, al mismo tiempo, la visión del joven en el que se convierte mediante un pacto con el diablo, para regresar a su juventud y vivirla desde otro prisma. El otro rol corresponde a un estreno mundial que hicimos en Ámsterdam, por el que recibí un premio de la crítica en Países Bajos. Se trata de Enrico Caruso en Caruso a Cuba [Micha Hamel, 2019]. Porque, claro, no resulta sencillo interpretar en una obra contemporánea a un personaje que realmente existió, en una ficción basada en hechos reales con una visión muy abierta. Este título narra la desaparición de Caruso en Cuba, tras el estallido de una bomba en el Teatro Nacional de La Habana, mientras interpretaba al Radamés de Aida. Eso me supuso tener que crear el personaje prácticamente desde cero, a partir de lo que conocemos acerca de Enrico Caruso. Representó un trabajo actoral muy exigente”.
-¿Hay mucha diferencia entre afrontar una ópera consolidada en el repertorio a hacerlo con un título contemporáneo, como fue el caso de ‘Caruso a Cuba’ o ‘El abrecartas’, donde encarnó a Lorca, o a construir un recital en torno a autores diversos?
“Con el repertorio más habitual, de manera inevitable, quieras o no, te vas a encontrar continuamente durante tu formación académica. ¿Qué intérprete no ha cantado Lunge da lei [La traviata] o Una furtiva lagrima [L’elisir d’amore]…? Son composiciones más cercanas a tu oído. Pero el contemporáneo tiene otra particularidad que hace que también me resulte muy interesante: puedes trabajar directamente con el compositor, de la misma manera que probablemente lo hicieron los cantantes coetáneos de Mozart, de Wagner, de Liszt…, de cualquier autor del pasado, y formar parte de su historia. Debutar en un papel que va a ser un estreno mundial o del que no existen tantas referencias te da esa oportunidad de dialogar con el compositor y que conozca tu vocalidad, pues a menudo hace adaptaciones, ajustándose al tipo de voz que tienen los cantantes. En el caso del concierto de lieder, destacaría la capacidad del intérprete para programar, para saber lo que puede funcionar en cada momento del recital; escoger el orden de las piezas, que es algo muy importante, buscar una temática, un nexo interesante, y, sobre todo, no dejar de pensar en el público al que va dirigido”.
-¿Cuál es la sensación que prevalece cada vez que tiene la oportunidad de volver a su tierra, el lugar en el que, en muchos sentidos, comenzó todos?
“Siempre procuro cantar en casa. No siempre se puede, lamentablemente, pero me gusta muchísimo. Me dedico a esto para llevar mi arte a la gente y qué mejor lugar para hacerlo que donde te han visto crecer. La familia, los amigos, el pueblo… Ahí hay un sentido de identidad muy profundo. El deseo de compartir lo que haces con la comunidad a la que perteneces, para que pueda disfrutarlo y, a la vez, disfrutar tú también. Tenemos el Auditorio de Tenerife, que es maravilloso, pero también están el Teatro Guimerá y el Leal, el Auditorio de Adeje y el Teobaldo Power de La Orotava, en los que he actuado hace poco… Hay muchos espacios en la Isla y en Canarias a los que poder llevar un repertorio”.
-Hábleme de los proyectos más cercanos, de los que ya ha apuntado algunos.
“Muy cercanos están este debut con Giovanna d’Arco y el Requiem de Mozart en el Alfredo Kraus. Volveré en abril al Auditorio de Tenerife para hacer con la Sinfónica y Víctor Pablo Pérez L’Enfant prodigue [Debussy, 1884]. Después iré a Francia para Der fliegende Holländer, en Toulouse, y al mismo tiempo me han dado la oportunidad de hacer un recital de canción española. Luego tengo en proyecto la Novena de Beethoven, que es una sinfonía que me acompaña mucho en mi carrera, en el Teatro de la Maestranza, en Sevilla. Más tarde llegarán el Otello de Verdi, en el Teatro Real; dos títulos de nuevo en Tenerife, en uno de ellos, de los que aún no puedo avanzar nada, debutaré; también están Carmen [Bizet, 1875] y una obra contemporánea, The Passenger [Mieczysław Weinberg, 2006], así como nuevas incursiones wagnerianas”.
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