jueves, 31 de diciembre de 2020

UN AÑO DE MIERDA

Hablando claro, las cosas por su nombre. Todo bien hasta febrero que, por ignorancia, por aquel "me vengo a enterar ahora" o por "eso pasa en China, aquí no llega", no supimos darnos cuenta que nos venía encima el maldito COVID-19, la pandemia, 3 meses de horrible confinamiento y todo lo que nos ha acompañado hasta hoy 31 de diciembre. Adiós a los besos y a los abrazos, al roce, a nuestra forma de ser; ¡hola! a la distancia (social, qué estupidez), a la nueva normalidad, otra expresión ridícula, a tanta majadería periodística, a tanta ineptitud política, etc. La altura a la que ha estado la política española pasará a la Historia del esperpento y de la suciedad.
Mientas, por el camino, moría muchísima gente -hablan de 2.000.000 en todo el mundo, pero a saber-, conocidos y desconocidos, sin familiares cercanos, solos como perros en las cunetas de las carreteras. Y si todo esto no ha sido suficiente para concienciarnos, tenemos que seguir aguantando las noticias de fiestas ilegales, de orgías allende los mares, de impresentables que por un momento de placer o de borrachera ponen en peligro lo poco que se ha conseguido con el esfuerzo de los demás. De vergüenza, digno de una oda a la estupidez humana.
Un año de mierda porque los amigos que nunca lo fueron han dejado, definitivamente, de intoxicarme. Un año de mierda porque ha conseguido lo que no lograron casi 15 años atrás de impresentables, mediocres e ineptos. Un año de mierda porque he terminado odiando profundamente parte de mi trabajo, porque no encajo y ya lo he visto, porque es hora de que los nuevos se encarguen de comérselo todo y de digerirlo porque yo tengo mejores cosas que hacer y en las que invertir mis energías.
Resumiendo, un año que nos ha convertido a todos en Lot, justo justo en ese momentos antes de girar la cabeza. Yo, desde luego, atrás ni para coger fuerza.

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