En la literatura, y por ende en la vida real, los personajes de las novelas necesitan alguna vez un cambio radical , una limpieza vital. Es en ese momento donde recurren a su particular truco para lograr la obligada catarsis. Los hay que alquilan una habitación de hotel en un lugar apartado, se atiborran de alcohol y se pasan una semana emborrachándose; hay quien coge un avión y desaparece durante una larga temporada (estos son siempre los más afortunados); están los que mueven muebles y redecoran la casa una y otra vez; también los que bajan a comprar cigarros, o el pan, y no vuelven nunca (ésta si debe ser la madre de todas las catarsis); o los que son muy simples, como yo, que simplemente se afeitan la cabeza como dios manda.
Hoy es lunes, tengo día libre en el Ayuntamiento, más o menos luce el sol, canta María Callas Madama Butterfly en un CD... ¿qué mejor momento para mi catarsis?
Manos a la obra pues: agarro la afeitadora, me doy un repaso con el peine del 1 y luego sin peine. Una buena ducha caliente, afeitado de cara, automasaje de toda la cabeza después y ¡como nuevo!
Algo de ropa de abrigo, moto y una vuelta al estudio a ver cómo van las cosas.
Y María Callas sigue cantando.
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