Yo sufrí bullying durante mucho tiempo, aunque eran los años en los que no
se hablaba de acoso, ni de anorexia ni de nada políticamente incorrecto. Uno se
hacía fuerte porque si te caías ya no te levantabas nunca. No hablo nunca de
esto porque yo tuve la suerte de levantarme y de pasar página absolutamente, siempre con mis amigos, los cuales conservo después de 50 años. El
romanticismo del pasado murió hace ya muchos años para mí y ahora vivo el
presente apasionadamente, o al menos lo intento. Mi pareja, mis perras, mi
familia, mis amigos, mi música, mis libros, mi jardín; poco más se puede pedir,
salvo salud.
Geraldine Suzette Matute, de 16
años, en una de las aulas de su colegio, en Honduras.. La niña ha sido víctima
del 'bullying' en varias escuelas, lo que le ha acarreado una depresión. Adriana Zehbrauskas Unicef
La fórmula de Finlandia para combatir el ‘bullying’
La mayoría de iniciativas en las
escuelas se centran en el matón o la víctima pero hay un elemento clave con el
que apenas se trabaja: el público. La psicóloga Christina Salmivalli descubre
cómo el mirón legitima el acoso.
En 2006, el Ministerio de
Educación y Cultura de Finlandia encargó a un grupo de investigadores
desarrollar un programa global contra el acoso escolar o bullying
que involucrara tanto la prevención como la intervención y que pudiera
implantarse en cada colegio de Finlandia durante la enseñanza básica (entre 7 y
15 años). A cargo del grupo de expertos que desarrollaron el plan se encontraba
Christina Salmivalli, profesora de Psicología de la Universidad de Turku en
Finlandia, que ha pasado los últimos 25 años investigando sobre el acoso
escolar y su prevención.
“Hasta entonces se había actuado
desde las normativas, y todos los colegios debían poner en marcha una
estrategia antibullying e implementarla: sin embargo, no había herramientas que
realmente se basaran en pruebas y los niveles de acoso no bajaron. Es más,
parece que aumentaron”, explica Salmivalli, que dice que, ahora, tenían la
oportunidad de poner en común toda la experiencia que habían desarrollado “y
traducirla a recursos prácticos que pudieran usar profesores”. Así nació, KiVa,
abreviatura en fines de kiusaamista vastaan (contra el acoso), una herramienta
que trabaja las emociones de la clase con lecciones mensuales y juegos de
ordenador.
La particularidad del programa
finlandés es que, mientras la mayoría de iniciativas contra el bullying se
centraban en el matón o la víctima, había un elemento clave con el que apenas
se trabajaba: el público. Las humillaciones del acosador solo tenían sentido si
había una audiencia que las aplaudía. “Los investigadores están de acuerdo en
que una de las principales razones del acoso escolar es la gran necesidad de
estatus, visibilidad y dominio de algunos estudiantes”, explica Salmivalli. Y
dice que con el abuso —ya sea físico, psicológico o social— sobre los
estudiantes con menos poder, otros demuestran su estatus y el grupo, a menudo,
lo refuerza. Este programa “se basa en la idea de que el cambio positivo en el
comportamiento de la clase puede reducir la recompensa que obtienen los
acosadores del bullying y por tanto, su motivación para acosar”, aclara.
Enseñar que el acoso no es guay
KiVa se basa en dos tipos de
acciones: generales y específicas. Las generales están dirigidas a toda la
clase como herramienta de prevención. Consisten en lecciones mensuales en tres
cursos (primero, cuarto y séptimo), en las que “los estudiantes aprenden sobre
las emociones, el respeto en las relaciones, la presión de grupo y lo más
importante, sobre lo que ellos podrían hacer para acabar con el bullying”,
continúa Salmivalli. El objetivo, dice, es incrementar la conciencia de su
papel como testigos y cómo esos espectadores (mirones) podrían responder para
acabar con un potencial caso de acoso, en lugar de mantenerlo o incluso
alimentarlo. “Hacemos varias actividades mediante las que los estudiantes
aprenden a apoyar a los compañeros vulnerables y contribuyen a la inclusión de
cada uno y al bienestar del grupo”, aclara Salmivalli. Además, hay un juego en
Internet con el que trabajan esas emociones.
Las acciones específicas de KiVA
se ponen en marcha cuando se detecta un caso de acoso escolar. Para ello, se
designa un Equipo KiVa con
profesores y otros miembros del personal de la escuela, para que hablen con
víctima y acosadores y sigan la evolución de las agresiones. Además, el tutor
elegido se reúne con varios compañeros —entre dos y cuatro— considerados
populares en clase, para animarlos a apoyar a la víctima.
Otra de las claves de su éxito,
considera la investigadora finlandesa, es que en lugar de ser un proyecto de un
año que comienza y termina, el objetivo es que sea parte de un trabajo
sistemático y sostenible de prevención e intervención. Tras probarlo en 234 colegios con 30.000
estudiantes, aseguran que se acabó con el acoso en un 79,4% de casos y se
redujo en un 18,5% de las ocasiones.
La escuela, sinónimo de tormento
En 2015, el Programa para la
Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la OCDE, preguntó, por primera
vez, a los alumnos de 15 años sobre cuestiones relacionadas con el bienestar
como la motivación, la pertenencia o la ansiedad. Las respuestas de los jóvenes
relacionadas con el bullying son alarmantes y revelan, en palabras de la propia
OCDE, que “para algunos estudiantes, la escuela es un lugar de tormento”.
En cada clase, de cada colegio,
de cada país de la OCDE, hay un niño al que pegan o empujan sus compañeros,
según el Volumen III de PISA 2015, que concluye
que a un 4% de los estudiantes de 15 años de la OCDE (aproximadamente uno por
aula) le pegan en clase y de un 11% se burlan. Hong Kong lidera la lista, con
un 26,1% de estudiantes de los que se mofan y un 9,5%, que empujan o pegan (un
32,3% en total). Le sigue Letonia (30,6%), República Dominicana (30,1%), Túnez
(28,2%) y Rusia (27,5%).
El acoso escolar no entiende ni
de regiones ni de resultados. Entre los sistemas educativos con mejor nota en
la última evaluación PISA, en todos los casos, los niños manifestaron
situaciones de bullying: Singapur (27,5%), Japón (21,9%), Estonia (20,2%),
Taiwán (10,7%), Finlandia (16,9%), Macao (27,3%) o Canadá (20,3%). En España un
14% de los adolescentes denunciaron que habían sufrido acoso: un 8% con burlas
y un 2,9% con violencia física. Países Bajos (9,3%), Taiwán (10,7%), Corea
(11,9%) e Islandia (11,9%) fueron los lugares en los que menos proporción de
estudiantes manifestaron sufrir acoso.
La Unesco también ha puesto
cifras al acoso y estima que cada año, hay 246 millones de niños y adolescentes
que lo sufren. En España, según una encuesta realizada por Save the Children,
la mitad de los niños admite haber sufrido alguna forma de humillación o
violencia.
Hablar en casa frente al acoso
Junto el trabajo de colegios y
maestros, la OCDE recuerda que hablar con los niños en casa es fundamental para
prevenir el bullying. El informe de PISA concluye que los programas contra el
acoso escolar deben incluir la formación de los maestros sobre cómo manejar
este problema y estrategias para interactuar con los padres. De hecho, hubo
menos casos de acoso entre los estudiantes que manifestaron en PISA que sus
padres los apoyaban cuando había dificultades en la escuela que los que
mostraron poca comunicación en casa, y solo el 44% de los progenitores de
estudiantes acosados habían intercambiado ideas con el maestro sobre el
desarrollo del niño durante el año académico anterior.
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