Después de una mañana llena de trabajo, reuniones varias, arengas y hasta malos entendidos -siempre tan desagradables-, me dispongo a volver a casa para descansar un rato antes de bajar a Santa Cruz con varios asuntos en la agenda antes de ir a la ópera, ayer Fausto de Gounod. Teléfono y Whatsaap que no para, algún capítulo de una serie de TV, lavaplatos, lavadora y a la calle. Lista de productos de limpieza en ristre, ¡cómo odio ir en coche al Corte Inglés, y más cuando nos acercamos inexorablemente a la época navideña. Los coches se munltiplican y aparcar se convierte en un trabajo ímprobo. Pero lo logro, aparco, entro, compro y salgo: veni, vidi, vici como Julio César. Claro que al salir, mientras daba marcha atrás en mi plaza de aparcamiento, una señora que debía tener prisa pensó que podía pasar entre otro coche y yo, no esperó a que terminara mi maniobra de desatraque y todo terminó en un golpe. Nada, susto, trato, nervios. Salgo del aparcamiento con el maletero pertrechado y conduzco hasta el auditorio para aparcar de nuevo, esta vez al aire libre, con tiempo, sin agobio alguno. Leo una revista de viajes mientras espero y a la ópera.
Fausto, con los canarios -de hecho él es de La Esperanza- Airam Hernández en el papel principal y Raquel Lojendio como Margarita. Muy bien, me gustó mucho, ellos geniales. El grupo principal, completado con el bajo Kenneth Kellogg en el papel de Mefistófeles, me resultó excelente, a la altura de lo que esperaba, intenso. Del resto pues un poco de todo, como siempre. El coro estupendo, sin excesos esta vez, comedido, muy serio; la escenografía... bueno, no sabría decir si me gustó o no, aunque esperaba algo peor por lo que me habían contado de este director de escena. Mucho cambio de decorado, sobrios, deconstruido, se deja ver. Ahora, ¿el ballet? Un horror, lo siento.
A Airam lo había escuchado en otras ocasiones anteriores, siempre genial, pero nunca en una ópera completa y menos en un rol protagonista. Otra figura de Tenerife para sumar al grupo de cantantes, encabezados por Celso Albelo, que han salido de nuestra isla.
La pena de siempre es lo poco que se llena el auditorio, insisto en que no hay demasiada afición a la ópera en Tenerife. Calculo que anoche no llegaría ni a medio aforo.
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