lunes, 8 de junio de 2015

FIN DE SEMANA MOVIDO


El pasado viernes, después de un almuerzo de despedidas y agradecimientos con compañeros de trabajo, volví a casa veloz para terminar de preparar la cena que tenía con mi familia esa misma noche. Había dejado la mesa puesta y la sopa lista, pero me faltaba aún el segundo plato, recoger a Pablo en el aeropuerto y preparar algunas cosas para picar; el jueves había osado plantearme -ingenuo que es uno aún- si preparar la mesa fuera, para encontrarme la mañana siguiente gris, lluviosa y con una niebla bastante espesa. Así, con las mesas encajadas en el salón, la comida preparada y todo listo para recibir a los comensales me viene un escalofrío, inesperado pero potente, extraño, de esos que no aparecen por arte de magia sino por algún buen motivo, así que me puse el termómetro temiendo lo peor y, a los tres minutos el mercurio marcaba 38,5°. Maravilloso, vaya un momento para ponerme malo, pensé, pero a lo hecho pecho. Mi hermana había venido desde Madrid, embarazada, con su marido -esa era la disculpa de la reunión familiar- y no era cuestión de estropear la velada, por lo que con dos aspirinas me senté a leer hasta la hora de acercarme al aeropuerto, supuestamente sobre las 20:30h, claro que no contaba en ese momento con la astucia de la niebla que hizo retrasar el avión hasta las 22h, estando ya toda la family at home. Como guinda no nos aseguraban que el vuelo aterrizara en el aeropuerto del norte, lo que me hizo estar preparado por si tenía que ir a del sur y dejarlos a ellos cenando plácidamente en casa. Bien, aterrizó en el norte finalmente, lo recogí y a las 22:30 estábamos ya sentados cenando. A partir de ahí todo muy bien, risas, buena cena y mejor conversación.
El sábado estaba invitado a casa de un amigo a cenar y fui. No quería hacerles el feo ya que habían preparado la reunión con antelación. Otro par de pastillas, un poco de abrigo y a la calle. Estupenda cena, muy agradable, aunque no demasiado larga pues al par de horas de estar allí sentados mi nariz dijo ¡se acabó!, dejé de respirar y empezó nuevamente el dichoso dolor de cabeza. A casa y a la cama.
Domingo: la mañana dedicados, más bien Pablo, a la reparación de la moto, después de la rotura de la cadena el día de las elecciones. Vino con un kit completo de transmisión, piñón, catalina y cadena, y la intención era desmontar el antiguo y cambiar todas las piezas para dejarlo todo como nuevo. Y así fue, dicho y hecho, con algunos imprevistos, a la hora de comer la moto estaba lista, limpia y estrenando tripas. Como hoy me levanté aún medio malo, con tos y después de una noche terrible, opté por salir en coche y no en moto, pero mi intención es probarla mañana por la tarde a ver qué tal.
Y así pasan los días en Villa Augusta.

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