martes, 23 de junio de 2015

ALGO HABRÁN HECHO


El tema de los aparcamientos de Las Teresitas, el llamado Mamotreto (terrible nombre para un edificio inacabado; no sé cómo llamar entonces a tantos y tantos grandes edificios mientras se construían... en fin, no nos desviemos del tema), sigue estando de actualidad y ha creado un debate candente, alimentado por los periódicos, por los políticos, por la Justicia, en las tertulias, etc. 
Como me pasó, en su momento, con mi defensa enérgica de los controladores aéreos, defensa que por supuesto mantengo, respecto a este tema debo ser también políticamente incorrecto, o al menos ir en contra de la corriente con más fuerza, la que clama por su demolición. Como arquitecto no puedo negar la impronta que el hombre ha dejado siempre en el territorio, con mayor o menor fortuna, impronta que, desgraciadamente, resulta ser uno de los daños colaterales que suele conllevar el progreso. Aún así, la intervención en el territorio nos deja maravillosos paisajes urbanos que siempre podrían criticarse retrotrayéndonos a la época anterior a la civilización, como con casi cualquier cosa. Recuerdo una conferencia sobre el desarrollo turístico a la que asistí en mi época de estudiante, donde un ponente muy ilustrado abogaba por construir hoteles en cuevas, de manera que se respetase el paisaje. Sin comentarios.
Así, ciudades al borde de ríos como Londres o París no existirían, ni Río de Janeiro, ni San Sebastián, por poner solo ejemplos de ciudades famosas por su belleza. No comentaré la sentencia del "Mamotreto" porque no soy jurista, aunque visto lo visto, leído lo leído, escuchado lo escuchado y comentado con muchos amigos abogados, parece que, por lo menos, hay serias dudas de que la instrucción y las "pruebas" aportadas hayan sido las correctas. La línea de deslinde, la famosa línea que se mueve, un pasito pa'lante un pasito pa'tras, parece haber jugado un papel importante en el proceso, desgraciadamente. Pero como a lo hecho pecho, nos encontramos ahora con dos facciones enfrentadas, las que abogan por derribarlo y las que no. Estudiemos pues las opciones y sus justificaciones más recurrentes.
A favor de su demolición:
- Hay que dar ejemplo (fácil decirlo cuando el dinero es ajeno).
- Es horrible (un edificio sin terminar no suele ser la joya de la corona).
- Invade dominio público (todos tenemos el deslinde marítimo-terrestre en la cabeza).
- La sentencia hay que cumplirla (todos sabemos de derecho como de fútbol).
- Algo habrán hecho... (sobre los técnicos. Sin comentarios. A la altura de "la maté porque era mía").
En contra:
- El edificio no invade el dominio público (o únicamente una mínima porción).
- El edificio es legalizable, por tanto no se debe demoler.
- Es inmoral derribar algo que ha costado tanto dinero público.
- El edificio está sin terminar.
Para todos los gustos.
¡A la hoguera! va ganando; la opinión pública ve una mole fea y gris y no le interesa nada más, pero es labor del Ayuntamiento explicar lo que ocurre de forma objetiva, evitando que la política se judicialice cada vez que se toma una decisión, los juicios paralelos, las condenas gratuitas a los técnicos porque "algo habrán hecho"... ¿es que acaso errar ya no es humano? Meter la pata (siempre supuestamente, claro está) o equivocarse es automáticamente sinónimo de prevaricación y no hay más que hablar. Pero ¿hasta dónde hemos llegado? ¿hasta dónde vamos a llegar? ¿cómo podrán trabajar las oficinas técnicas y jurídicas de los Ayuntamientos o de las Gerencias de Urbanismo si cada vez que se redacta un informe sobre el pie de firma pende la espada de Damocles?  
A un arquitecto municipal el día que empezaba a trabajar en el Ayuntamiento, un supuesto amigo lo llamó para darle la enhorabuena con estas palabras: me he enterado de tu nuevo trabajo, ¡te vas a forrar! Automático, un arquitecto que trabaje en un Ayuntamiento es ya un ladrón. Qué pena. Y con esto sumo a los aparejadores municipales, juristas, secretarios generales, concejales de urbanismo, etc.
Pero esta es la época que nos ha tocado vivir y con estas cartas tenemos que jugar, nos guste o no.
Ah, olvidaba decir que yo soy partidario, si no lo han descubierto entre líneas, de no demoler el edificio en cuestión y, además, de revisar la injusta sentencia. Y puestos a ellos, ¿por qué no planteamos quitar la arena y devolver Las Teresitas a sus orígenes? Yo de pequeño jugaba allí en aquella playa de cayados ¡y tan feliz!


Las playas de Santa Cruz y el mamotreto
José Ángel Domínguez Anadón| Santa Cruz de Tenerife
http://www.diariodeavisos.com/2015/06/playas-santa-cruz-mamotreto/

Rara es la ciudad costera cuyo perfil litoral no ha sido modificado por la acción humana y Santa Cruz no es ni mucho menos una excepción. Hasta bien avanzado el siglo XX el frente urbano era una sucesión de pequeñas ensenadas y playas defendidas por fortificaciones y baterías de costa. Desde Paso Alto a la batería de San Francisco, cuyos restos sepultados por la avenida emergen en la entrada a los muelles, frente a la ermita de Regla. Existían a finales del XVIII once de estas defensas, creadas o reforzadas ante la inminencia de ataques como el de Nelson o en previsión de otros durante la Guerra de Cuba o la Segunda Guerra Mundial.

Bajo la plaza de España, al lado sur, existió una caleta que estuvo defendida desde el norte por el Castillo de San Cristóbal y desde el sur por la batería de la Concepción, hoy Cabildo insular. Los aparcamientos de la avenida de Anaga se encuentran sobre la playa que existió al norte del Castillo, defendida por éste y por las baterías del Rosario y San Pedro. La del Rosario estaba frente al edificio Hamilton y la de San Pedro frente al inicio de la calle La Marina.

Toda la avenida de Anaga está construida sobre la antigua ribera del mar, ocupación que como sabemos se prolonga hasta Las Teresitas. El llamado mamotreto es prácticamente la única actuación en el litoral de Santa Cruz que no ocupa ni ribera del mar ni ribera de barrancos.
San Andrés nunca tuvo defensas frente al mar ni frente a los barrancos. La tuvo tempranamente frente a los ataques piratas por una fortificación varias veces arruinada y reconstruida. Las ruinas que hoy permanecen tienen esculpida la fecha 1769 y sus defensas fueron reforzadas en 1797 frente a la amenaza de la escuadra inglesa, pero el pueblo y la propia torre ocupaban la desembocadura del valle, acercándose al mar y a los barrancos sin mayores precauciones. Tanto que a pesar de su sólida construcción, la nueva fortificación resultó arrasada por los barrancos en 1894. Sus ruinas señalan cual era el cauce. En esa época no se podía culpar al mamotreto.

Avenida de San Andrés
La actual avenida de acceso a San Andrés se construyó a partir de 1977 ocupando la ribera del mar y la desembocadura de los barrancos, como la avenida de Anaga. La playa artificial también ocupa la antigua ribera del mar, y lo mismo ocurre con parte de la explanada de los aparcamientos. Así pues, la construcción de la ciudad y del puerto ha relegado la relación morfológica de la ciudad con el mar a los archivos, salvo en el caso de Las Teresitas y restos de Valleseco. No digamos en Las Palmas, donde la ocupación del istmo de La Isleta y la construcción de la Ciudad del Mar (coetánea con Las Teresitas) hicieron borrón y cuenta nueva de la geomorfología original. Contemplada así nuestra historia urbana cobraría todo su sentido el haraquiri implícito en la propuesta que en 2008 formuló un partido con fundadas aspiraciones al gobierno municipal en compañía de dos organizaciones cívicas. Venía a decir: no nos fiemos de nosotros mismos, devolvamos el control integro al Estado (La Opinión, 8/10/08. “Piden que Las Teresitas sea del todo dominio público”). Ya puestos, podría devolverse el Ayuntamiento completo ¿no?
En estos días otro partido ha retomado el asunto y en una original vuelta de tuerca se dispone a reemplazar a los organismos del Estado (Costas) y demostrar por su cuenta que el llamado mamotreto estaría todo él en dominio público. Este partido quiere realizar catas entre el mamotreto y el cementerio en busca de depósitos marinos de arenas o guijarros que demuestren que aquel, el mamotreto ( y de paso éste, el cementerio ¿no?) están sobre la antigua playa y deben pasar a dominio público y ser demolidos como usos no autorizados. En otras palabras, que pasen ambos a control del Estado, ya que el Ayuntamiento, órgano colegiado del que este partido forma parte opositora, no es de fiar. Para cuadrar el razonamiento habrá que suponer que Costas sí es de fiar, aunque se descalifiquen sus deslindes y aunque el Jefe de Costas no haya sido elegido por la población.

Catas
Bromas aparte, bienvenido sea, sinceramente, lo que estas iniciativas puedan tener de vivificante. Aportamos unas fotografías que quizás puedan serles de alguna ayuda. Una de ellas es de 1943. Fue tomada desde el aire con ocasión del refuerzo de las defensas artilleras durante la II Guerra Mundial y se conserva en el Museo de Historia Militar de Almeyda. Puede verse el cementerio y el camino entre éste y el Fuerte. Entre el camino y el mar la costa forma un cabo, punta o saliente sobre la que en la foto original se distinguen las líneas del campo de fútbol. Aunque la reproducción sea borrosa, la posición del campo (y por referencia a ella y al camino, la del mamotreto) respecto a la ribera del mar se observa (al menos en la original) con nitidez suficiente como para pensarse dos veces el asunto de las catas. A ver si va a resultar que los mojones en lugar de avanzar sobre los aparcamientos contra el mamotreto deben retirarse aún más hacia el mar, hacia el perímetro de la punta.

El cementerio
La segunda foto está tomada desde el mirador de Los Órganos y se publicó en 1953 en la Revista Nacional de Arquitectura, en un artículo dedicado al Plan General de Ordenación de la ciudad, del que eran autores los arquitectos Cabrera y Rumeu. Se distinguen en primer término las huertas que existían detrás de la playa hasta el pie de la ladera y al fondo, en blanco, el cementerio. Entre éste y el pueblo de San Andrés se ve la que podríamos llamar punta del mamotreto. Así pues, no parece probable que las catas encuentren restos de playa al interior de esa punta. Claro que nunca podrá excluirse la posibilidad de una playa fósil (en los sótanos del Edificio de Usos Múltiples 2, en la avenida Tres de Mayo, se encontró una debajo del manto basáltico excavado), pero quizás eso sería ir demasiado lejos. ¿Cómo podríamos encajar tal hallazgo en la Ley de Costas?

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