Bravo! bravissimo!, brava! bravissima!, bravi! bravissimi!, gritaba el público en italiano al bajarse el telón. ¡Magnífica! ¡sublime! ¡inconmensurable!
A nadie parecía importarle el goteo constante de espectadores abandonando el auditorio en medio de la ópera, o que en el mismo momento en que el director daba por finalizada la representación gran parte del público se encaminase a la salida sin aplaudir siquiera.
"La bella Susona", un horror de 80 minutos, menos mal, sin descanso y en una única función -ellos saben, sin duda-.
Es que es música atonal, decía la enterada snob de turno para justificar el martirio, certera sentencia ésta de una melómana, mientras aplaudía desquiciada.
Esto es lo que nos dio anoche la ópera, la supuesta ópera, chirridos y gritos. La puesta en escena, bueno, no estaba del todo mal, pero el peso de lo demás era imposible de superar.
Menos mal que nos queda Verdi y Wagner para ayudarnos a olvidar esta experiencia religiosa.
4 comentarios:
Lo dices (escribes) como si, porque unos se marchen, los otros no pudieran aplaudir y vitorear
Cada uno actúa como quiere, faltaría más. Hubo hasta a quién le dio vergüenza echarse un par de sonoros pedos, que lo sé yo.
Serían, quizá, las letánicas resonancias de Susona
Será, será, como la canción de Doris day.
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