martes, 9 de enero de 2018

NO OLVIDARME DE OLVIDAR

Esta mañana he tenido visita de obra y reunión de trabajo después, como en los viejos tiempos. La vuelta a la calle -cualquier mesa en una cafetería agradable, la nueva oficina del arquitecto post-crisis-, me supone un placer difícilmente descriptible. 
Entramos en estos momentos en la recta final de la rehabilitación de un edificio de principio del pasado sigo en Santa Cruz, edificio que ha sufrido diversas vicisitudes: hotel, vivienda, okupas, incendio... Ahora intentamos devolverle, en la medida de lo posible, el esplendor original proyectado por el arquitecto Marrero Regalado. Entrar en una obra que va bien, ayudar a sacarle brillo al que tiene por sí misma en caso de una rehabilitar, hablar con los aparejadores, "discutir" con la cotrata y finalmente ver los resultados, insisto, me produce un inmenso placer; vuelvo a ser arquitecto ahora, sí, pienso una y otra vez, y me emociono. 


Dos horas y pico recorriendo el edificio, zona de baños, cocina, escalera, carpintería, instalaciones; consenso en pavimentos y alicatados y faltos techo. Listo, una buena jornada, sin duda, va todo sobre ruedas. Salgo y me acerco a una cafetería cercana donde he quedado, una hora más tarde, con un cliente, ex cliente y amigo también, para hablar del proyecto de una piscina. Entre tanto aprovecho el margen de tiempo para otro pequeño placer, tomar un café con dos amigas, el antiguo y casi olvidado arte de la conversación. Café, lo humano, lo divino, despedida y cliente.
El tema de la piscina nos ocupó quince minutos, si acaso, después otra larga conversación sobre la vida, la familia, el pasado, el presente y el indómito futuro. Llego a casa listo para estudiar el tema de la piscina, terminando la mañana feliz.
¿Cuándo me atreveré a seguir hacia adelante?

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