Los Sabandeños, *Alma Llanera.
Venezuela, volver a dónde, volver a qué
En el último año y medio han llegado a España 29.000
venezolanos. Son parte de la llamada “oleada de la desesperación” que ha huido
del país.
JUAN
CRUZ. Madrid 8
JUL 2017 - 23:32 CEST
https://internacional.elpais.com/internacional/2017/07/08/actualidad/1499542587_629825.html
Domenico Chiappe (44 años, periodista, nacido en Perú,
criado en Caracas) deja caer la mirada cuando se le pregunta si imagina su
regreso a Venezuela, su país, de donde falta desde
hace tres años. “¿Volver? ¿Volver a dónde? ¿Volver a qué?”. Y añade: “En todo
caso, los héroes se quedaron adentro”. No tienen forma de salir. Y sufren, como
han sufrido los que se han ido, pobreza, desabastecimiento y miedo. En el último año y medio han llegado a España 29.000
venezolanos, y aquí viven ya más de 300.000, según el Observatorio
de la Voz de la Diáspora Venezolana, que analiza los datos del Instituto Nacional de Estadística de España (INE).
Tomás Páez, sociólogo de origen canario, coordinador del estudio La voz de la
diáspora venezolana (Catarata, 2015), llama a la avalancha del último bienio
“la oleada de la desesperación”.
Se van, dice Páez, “porque no les alcanza con el sueldo,
porque no tienen medicamentos, comida; pero sobre todo se van por miedo”. La
inflación actual de Venezuela es del 700%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI),
aunque las empresas que hacen estudios econométricos en Venezuela la
incrementan al 1.200%. En los dieciocho años que dura el régimen han sido
víctimas de la violencia 350.000 venezolanos, según el Observatorio Venezolano
de Violencia. “Algo menos que en Siria, en cuya guerra han muerto 400.000”,
apunta Páez. “De casa sales”, añade, “no sabes cuándo llegas”.
Las estadísticas tienen nombres propios. Marianela Martínez
de Siso, 69 años, es oncóloga, en un tiempo la única que hubo en Caracas; se
fue en 2003, no sólo “porque no soportaba a Chávez”,
sino porque el hospital que fundó y donde ejercía su especialidad dejó de tener
recursos. En ese hospital trató al hijo de un militar que luego fue un
golpista, con Chávez. Él le avisó de la asonada. Ella vivió, como muchos de su
generación, la fascinación por la revolución cubana; “como aquello, Venezuela
es una mentira”. Nunca antes hubo allí resentimiento. “Chávez y Maduro lo han
provocado”. No volverá, al menos hasta que Nicolás
Maduro se vaya. Vive en Galicia, tiene tres nietos. ¿Qué se
puede esperar? “La libertad”.
A Wendy Yorlet Moncada (39 años) la empujó la inseguridad,
en 2010. Vive en La Palma, hasta allí le sigue el miedo a lo que pasa en
Caracas. En la isla canaria trabajó en tareas de limpieza, como ahora hace su
marido. Ella cuida a sus tres hijos, dos nacidos aquí. “Ahora es peor todo. En
mi calle supe que anoche hubo disturbios, tanques, pistolas. Te asaltan al
salir del aeropuerto, como si llevaras millones. ¿Volver? Noooo”. Después de la
conversación envió este SMS: “Me olvidé de comentar: uno de mis miedos a volver
es que en mi casa hace dos meses fueron víctimas de un secuestro exprés; se
metieron en casa, amordazaron, golpearon y robaron a mi mamá y a mi sobrina.
Abrieron la puerta, no se sabe cómo, y las encañonaron con pistolas”.
Mariven Rodríguez también se fue en 2003, con el miedo en el
cuerpo. Es periodista, tiene 52 años; los chavistas cerraron emisoras de radio,
amenazaron a su diario, El Universal, fundado en 1909, y a sus
periodistas: “Venían a por nosotros”; la presión “no dejaba espacio para la
libertad” y el miedo se le hizo una bola. Se fue a Italia primero, allí había
estudiado, y desde 2006 trabaja aquí, creó medios, ahora lleva las redes
sociales de un hotel donostiarra. Volvería, claro, “pero cuando no haya ni
miedo ni sobresalto, este horror, y este error, de la impunidad”.
Tomás Páez, 64 años, el sociólogo de La voz de la diáspora
venezolana, no se resigna. “Yo quiero regresar, seguir regresando”. Le indigna
lo que pasa; pero él trabaja, “adentro y afuera”, para preparar la normalidad
venezolana, que ahora es imposible, “vivimos como en el tiempo de las
catacumbas”. Pero cuando llegue esa normalidad “muchos de los que están fuera
llevarán el talento que han consolidado en la emigración”. Son, dice, “las
redes de la diáspora”, él se empeña en tejerlas.
Los datos abruman el panorama que narra. “Cáritas ha dicho
que el 9% de los muchachos venezolanos sufre desnutrición severa. Y el 52% está
en riesgo de sufrirla”. Enfermedades erradicadas, como la malaria y la
difteria, han vuelto. La última ministra de Salud fue destituida por desvelar
que había crecido la mortalidad infantil. Entre 1960 y 1998, el período
democrático, se construyeron 66.000 viviendas sociales por año, según el
estudio sobre la diáspora; en los años del régimen actual, la mitad por año; el
60% de las industrias del país han desaparecido; en el área agrícola o de
servicios, el 40% cesó su producción. De ahí la escasez de azúcar, de café, de
leche… “Y eso ocurre en el periodo de mayor bonanza económica que ha vivido el
país”, dice Páez. ¿Y dónde se ha ido el dinero? “1,9 billones de dólares ha
recibido Venezuela vía petróleo e impuestos en estos 18 años. Más de cinco veces
el ingreso de los 40 años de democracia. Fuga de capitales, dinero en el limbo,
repartos a Gobiernos amigos, financiaciones oscuras, despilfarro, ineficiencia
en la gestión de los recursos… Ahí se ha ido”. Siempre fue Venezuela un país de
inmigrantes. Ahora la diáspora continúa. Páez es hijo de la emigración española
de los años cincuenta, cuyo epicentro fue Canarias.
Las colas son el símbolo que empuja esta diáspora
desesperada. Gabriela Navarro, 39 años, es fotógrafa y no, no volvería a su
país. “Venezuela ya no es. Venezuela se fue”. Llegó a España en 2014. Terminaba
una diplomatura, se estancaba el dinero en Venezuela, “y era imposible salir de
casa sin temer lo peor”. Tres meses más tarde la familia le dijo “no vuelvas”.
Sus abuelos eran españoles, exiliados. Cuando se fue había “largas colas para
los productos básicos, pero podías comprar en el mercado negro”. El miedo era
peor, “una sombra ya te aterrorizaba”. Ha trabajado de teleoperadora, ha hecho
fotos de bodas y bautizos, ha colaborado con Photoespaña. Con un círculo de
amigos “buscamos fuentes fidedignas, periodistas venezolanos que nos protegen
de la sobreinformación, esas redes que te agobian y te deprimen. Aquí hay
muchos venezolanos deprimidos por las muertes que estamos viendo. Tristes, envejecidos
allá y acá, un país que no está para fiesta. Volví hace tres meses: murió mi
padre. ¡En apenas año y medio, cuánto había envejecido la gente!”.
En la cestería Cesta República, en Chueca, está Guillermo
Barrios, 65 años, una autoridad fuera de su sitio, en la diáspora venezolana.
Fue decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, en una de las más bellas
universidades del mundo, la Central de Caracas. En 2015 se tomó un año
sabático. Ya no volvió. Ahora convive con colegas suyos de Cero Es Tres, un
estudio de arquitectos que encuentran, reforman y ambientan pisos. Y él ha
creado la cestería y la lleva con su esposa, Maitena, “que tiene ocho apellidos
vascos”. Le han puesto Cesta República como burla a la Constituyente
bolivariana. Las tensiones en la Universidad, atacada por colectivos
oficialistas; los dos secuestros sufridos, el asalto de su casa “por efectivos
quizá ligados a la policía”, la amenaza emitida por televisión…, todo eso lo
expulsó del país. “Y me fui a la manera académica. Y ahora estoy fuera, con
muchísima pesadumbre. ¿Volver? Estamos en la primera línea de retorno. Sería
bueno ver una luz. Pero nuestro enemigo no tiene escrúpulos, sino un desmedido
afán de poder, no tiene valores. No se lo puede oponer desde la inteligencia”.
—¿Y se considera un exiliado?
—¿Exiliado? Decir esa palabra añadiría dolor a este momento.
Puede haber reconciliación, quisiera tener esperanza, un destino en mi país.
Domenico Chiappe dice que los héroes son quienes están en
Venezuela; a veces se van por su voluntad, a veces los señala el régimen, y
tienen que marcharse. Tulio Hernández, 61 años, es periodista, de El
Nacional, que resiste a Maduro. En mayo Maduro conminó a los jueces, desde la
televisión, a que lo encarcelaran por un tuit en el que el periodista llamaba a
los jóvenes a resistir a la fuerza pública.
Tulio se disfrazó, viajó por carretera hasta Colombia, pasó
con la identidad de su hermano. Está en Madrid. Este último miércoles presentó
su libro Una nación a la deriva. Ese día conmemoraba Venezuela el Día de
la Independencia y partidarios de Nicolás Maduro asaltaban la Asamblea
Nacional. Aleccionados, al parecer, por el mismo dedo que expulsó a Tulio.
Chiappe no imaginaba, al irse, “que aquel país desencaminado
iba a adoptar la deriva totalitaria” que exhibe. “Era, en efecto, un país
imperfecto, que precipitó la llegada de Chávez. Una gran pobreza, una enorme
movilidad social, una tremenda corrupción. Todo eso tan criticable se exacerbó.
Si había 1.200 homicidios al año, pasamos a tener 30.000, si en la de época de
Luis Herrera y de Carlos Andrés Pérez se robaban 50.000 millones de dólares,
ahora los cálculos son 300.000…” Él era jefe de economía en Tal Cual, el
periódico de Teodoro Petkoff, una leyenda del periodismo. En 2002 llega Chávez,
cierra la economía venezolana, impone el control total, y Chiappe se va. Todo
ha empeorado, pero… “No creo que sea un país perdido; pero su regeneración será
lenta. No se trata de que se le busque salida al dictador, como suele pasar: es
que los que están en el Gobierno son sólo la punta del iceberg de un enorme
entramado de corrupción cuyas terminales hay que seguir hasta dar con empresas
cubanas, argentinas, colombianas. Rutas trianguladas y a veces poliédricas de
desvío de dinero”.
No, no es un exiliado. “Hay exiliados, como Tulio o como el
padre de Leopoldo López; otros han venido por inseguridad, amenazados. Pero yo
soy un emigrante. Los casos de exilio no se pueden banalizar”. En la época de
la mentira política desnuda, ¿cuál sería hoy la principal mentira de Maduro
para perpetuarse? “Es que todo es una inmensa mentira. Sustituyen la palabra
gobierno por la palabra pueblo; sostienen que son una revolución, que defienden
una ideología socialista; no es verdad: son una corporación capitalista
totalitarista que, de forma estatal o privada, con empresas que han formado
ellos, monopolizan los recursos de un Estado. Y Maduro no es más que un títere
en manos de esta corporación. Una anécdota que está ahí para hablar con el
pájaro, con las mariposas, con las vacas”.
En La Cesta República de Guillermo Barrios se encuentran
Chiappe y Tulio, con Jaime Abello, director de la Fundación Nuevo Periodismo de
Gabriel García Márquez. Presentan Un país a la deriva. En el luminoso
auditorio, rodeados de cestas, venezolanos de raíz y venezolanos por opción. De
pie, mirando, el rostro conocido del padre de Leopoldo López, exiliado. A Tulio
lo presenta Chiappe como “una conciencia nacional”. La conciencia nacional
dice: “El totalitarismo no ha prosperado. Es una buena noticia en medio del
drama: hemos sido capaces de sujetar el elefante loco que iba a romper las
cristalerías”. Ahora queda preguntar, dice Tulio, “de dónde ha venido tanto
odio”. Como dijo un venezolano ilustre cuando Chávez se hizo cargo de la
nación, “alguien levantó la tapa del infierno” y fue el militarismo otra vez el
que puso a circular en Venezuela el demonio triste de la diáspora.
Ahora deshacer esa tumba se antoja tarea propia de los
héroes que están adentro y tienen miedo.
Los Sabandeños, *Amalia Rosa.
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