Vimos anoche el Festival de Eurovisión, no así las votaciones porque lograr llegar hasta Albania, el último país en concursar, supuso todo un récord. Mientras veíamos y escuchábamos el goteo cancionero pensaba, ¿cómo es posible que no me guste ninguna? No solo eso, sino que al cantar Austria comenté: odio la música pop mezclada con ópera, los cantantes me resultan unos chillones insoportables, ¡vaya un horror!
Esta mañana abro el iPad para leer el periódico y lo primero que me encuentro, ¡oh sorpresa!, Austria gana Eurovisión, España antepenúltima, Israel segunda gracias al televoto. No entiendo nada, sentencié para mis adentros interiores míos. El Festival de Eurovisión en sí mismo, la polémica que lo rodea, las canciones y los presentadores (Uribarri, incluido, todos insoportables), me resulta absolutamente prescindible. Un espanto, vamos.
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