Empezó el jueves la nueva temporada de ópera de Tenerife, en el auditorio (La Calatravada), como siempre y con el nuevo horario de hora de comienzo: las 19:30. Así, después de una reunión de trabajo en la cafetería de El Corte Inglés, que queda a tiro de piedra, me encaminé al auditorio para asistir al estreno con L'?elisir d'Amore de Donizetti. La Orquesta Sinfónica de Tenerife, siempre estupenda, comienza con la famosa obertura de la ópera esperando a que los cantantes comiencen a cantar. Nos encontramos con un plató de cine, según parece, repleto de vegetación que aumenta y aumenta, un camerino lateral y unos figurantes y que gesticulan y se mueven por el escenario hasta que el coro empieza. Y ya desde ahí se van encadenando la escenografía, pobre Donizetti.
Los cantantes muy bien, sobre todo Adina y Nemorino (María Rita Combattelli y Klodjan Kaçani), pero qué puedo decir de la escenografía, muy cara, muy bien montada, eso por descontado... ¡un horror! Un pastiche, una virgen con todas las joyas encima, ni siquiera kitsch, no, un pastiche, repito. Daría la impresión que el director, con la disculpa del plató de Hollywood, metió todo aquello que encontró de atrezzo: bandera americana, policía montada del Canadá, árboles y vegetación variada, un avión que sube y baja, ropa de los años 20, actual, de campesino, de obrero, de faraón y hasta de romano. Figurantes gesticuladores, coro sobreactuado (aunque cantaron a la altura), menos mal que al menos no subieron a niños al escenario.
¿Es necesario tanta modernidad continuamente? ¿es necesario cargarse el ambiente costumbrista y hasta bucólico de la ópera, con unos personajes simplones e ingenuo y trasladarlo con calzador a la época actual donde el personaje de Dulcamara está totalmente fuera de contexto? El que piensa pierde.
Pero en fin, a pesar del horror escénico la ópera me gustó, disfruté de la preciosa música y de los cantantes.
*Venti scudi?
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