Ángela Sanz-Briz Quijano estuvo días atrás en la isla de
Tenerife, donde conversó con estudiantes del Instituto Canarias Cabrera Pinto
de La Laguna . Fran Pallero
Ángela Sanz-Briz: “Ángel Sanz-Briz hizo en Budapest lo que
le dictó su conciencia”
Impidió que más de 5.200 judíos fueran a las cámaras de gas
en Auschwitz, amparándolos como españoles de origen sefardí, según el Real
Decreto de Primo de Rivera de 1924.
Quiso el destino que el diplomático español Ángel Sanz Briz
(Zaragoza 1910-Roma 1980) estuviera en el lugar preciso y ante el momento
crítico, cuando el arrebato nazi dio paso a la “solución final” que ordenaba el
fatal desenlace de miles de húngaros judíos. Allí, en la legación diplomática
española, cuando avanzaba 1942 y haciendo honor a su nombre, se convirtió en el
“Ángel de Budapest” al afrontar con valentía la argucia de reconocer como
sefardíes y otorgar la nacionalidad española a más de 5.200 personas que iban
destinadas a Auschwitz-Birkenau.
Una de sus hijas, Ángela Sanz-Briz Quijano, estuvo estos
días en Tenerife invitada por el Centro Sefarad-Israel y el Instituto Encuentro
Canarias Israel. Pese al ajustado programa quiso dialogar con estudiantes del
Instituto Canarias Cabrera Pinto de La Laguna y ofrecer una
conferencia-coloquio en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de
Tenerife. Antes, tuvimos oportunidad de entrevistarla para DIARIO DE AVISOS en
el domicilio familiar de su anfitrión en la Isla, Ángel Quintero.
Comenzamos citando el merecido eco que ha alcanzado el
llamado “Schindler español” tras la película El Ángel de Budapest (2011), de
Luis Oliveros. Ángela lamenta que su padre no pudo disfrutar en vida de ese y
de otros reconocimientos. “Todo ha venido con posterioridad, incluso la entrega
del premio Justo entre las Naciones, que le concedió el Gobierno de Israel en
1966 y que al no existir entonces relaciones con ese país se tuvo que posponer;
lo vino a recoger nuestra madre en Madrid, en 1989, de manos del embajador
Shlomo Ben Ami. En estos últimos años lo han homenajeado a título póstumo,
dedicándole calles y monumentos en varias ciudades españolas, en Israel y en
Budapest, donde da nombre a una gran avenida”, asegura.
Tras su paso por El Cairo y Alejandría en calidad de cónsul,
Ángel Sanz Briz, recién casado, llega en marzo de 1942 a la legación de
Budapest. Allí nació Adela, primera de sus cinco hijos. El trabajo y la vida
familiar discurren inicialmente con relativa tranquilidad, sin percibir la
contundencia de la Segunda Guerra Mundial. Dos años después, Alemania invade
Hungría, Hitler depone el Gobierno de Miklos Horthy, los cruciflechados se
hacen con el Parlamento y el teniente coronel de las Schutztaffel Adolf Eichmann
se empeña en aplicar la “solución final”. “Mi padre no hablaba ni alardeada de
aquellos años; cuando le preguntaban se limitaba a decir que había cumplido con
su deber, que fue lo que le dictó su conciencia. Creo que lo decía por
prudencia, que fue una de sus grandes virtudes. Se consideró en todo momento un
servidor de España y siempre fiel a lo que marcara el Gobierno que estuviera en
ese momento; era diplomático de vocación. Nos inculcó el cumplimiento del
deber, asumiendo el trabajo con rigor. Al paso de los años nos hemos ido
enterando de episodios de su carrera a través de los trabajos de investigadores
y estudiosos, como el director del Centro Sefarad de Israel, Miguel de Lucas,
que recientemente ha dado a conocer que nuestro padre hizo llegar a Madrid
planos e información sobre el campo de concentración y de exterminio alemán
nazi de Auschwitz-Birkenau, dando a conocer que allí se les asesinaba por medio
de gas. Solo en Hungría y en esos años exterminaron a más de 500.000 judíos”.
Ángela nació en Roma y le siguió Juan Carlos, que vino al
mundo en Biarritz. Antes, en Madrid, nació Paloma y en San Francisco, Pilar.
Cada uno llegó en un lugar diferente, lo común en las familias de diplomáticos
que están acostumbradas a tener las maletas a punto. “Tuvimos que ir de un
colegio a otro, con cambios de idiomas, de amigos…. Nuestro padre trataba de
allanar las dificultades; era cariñoso y trabajador. Nos educaron en la
responsabilidad y cada uno sabía lo que le correspondía. Todos entendimos que
había que sacar adelante cada curso. Él sabía que nuestra madre estaba
pendiente de lo que requería nuestra formación y nos acostumbramos a ver que
nuestra casa era un lugar de acogida y que él trataba de atender cualquier
solicitud que le hicieran. La referencia al espacio abierto nos ha marcado y es
una constante que todos practicamos”. Ángel Sanz Briz supo conectar con las
autoridades húngaras y alemanas. “Tenía un don natural que le hacía parecer
encantador y resolutivo. Supo llegar al gauleiter alemán y venció reticencias
entregando donativos para atender a los húngaros que se veían desplazados por
la llegada del ejército ruso. Tuvo la habilidad de hacer uso del Real Decreto
de 1924, del Directorio de Primo de Rivera, que interpretó vigente y por él se
les concedía derecho a pasaporte español y con ello a protección a los
descendientes de los judíos sefardíes que fueron expulsados de España en 1492.
Consiguió que le permitieran expedir 200 pasaportes y haciendo uso del
abecedario se convirtieron en cartas de protección (Schutzbrief) para 2.000
familias, dando amparo a más de 5.200 personas. La embajada, el bello palacete
que se conserva en la actualidad, se llenó súbitamente con los sefardíes y tuvo
que arrendar una decena de inmuebles en la zona para darles protección,
cubriendo sus necesidades de medicinas y alimentos. Junto a los representantes
diplomáticos de la Santa Sede, Portugal, Suecia y Suiza diseñó el plan que
impidió las detenciones, salvándoles del holocausto y de las “marchas de la
muerte”. El Gobierno de Franco le conminó a que abandonara Hungría en diciembre
de 1944. Meses antes, al ver que se recrudecía la situación, salió hacia España
con su esposa embarazada y con la benjamina, Adela, que era casi un bebé.
Recorrieron en tren toda Europa, inmersa en el conflicto bélico, para llegar a
Irún y dejarlas al cuidado de Ramón, el abuelo materno, y retornar de inmediato
a su destino.
La carrera diplomática del “Ángel de Budapest” le deparó
otras muchas satisfacciones. Estuvo en Suiza, en San Francisco y Washington, en
Lima, Berna, Bayona, Guatemala, La Haya, Bruselas, Pekín, Roma… El Gobierno de
Adolfo Suárez le encomendó abrir la embajada en la República Popular China,
restableciendo en Pekín las relaciones diplomáticas, cometido que mucho tiempo
atrás (1896 a 1901) desempeñó en plena rebelión de los bóxers el tinerfeño
Bernardo Cólogan, en calidad de “ministro plenipotenciario”. Coincidió allí con
George Bush padre, con el que mantuvo una amistad duradera. Roma fue su última
escala, siendo testigo de l pontificado de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo
II.
Cada 27 de enero, con motivo del Yom Hashoah (Día
Internacional de la Conmemoración del Holocausto-la Shoá) la obra de Sanz Briz
es recordada con agradecimiento, atendiendo a su hábil heroicidad, con la que
supo enfrentarse a la banalidad del mal y ser Justo de la Humanidad.
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