Trabajé ayer 11 horas seguidas, llegué a mi casa exhausto, sin ganas de nada salvo de acostarme. Dormí algo más de una hora para recobrar fuerzas y algo más tarde decidí que había sido suficiente, que ya no podía dar más, así que me senté a ver una película antes de leer en la cama hasta que me entró sueño de nuevo y me fui a la cama.
Aunque es fiesta en Tenerife, al acostarme decidí dejar el despertador puesto, de manera que hoy estaba levantado casi como siempre, listo para uno de los pequeños, y baratos, placeres de la vida: desayunar fuera. Un café con leche frente a "Out", el libro que leo en estos momentos, antes de sentarme frente al ordenador a dibujar.
Mientras me acercaba a la cafetería escuchaba la radio, noticias increíbles si no se tratara de Trump, que en tan poco tiempo casi ha logrado que no nos extrañe ya nada de lo que hace. Aparte de pretender nombrar a un eurófobo su embajador ante la CE -tanto los conservadores como los socialistas europeos se oponen mientras el PP español no sabe no contesta-, orquesta reformas para perpetuar un Tribunal Supremo conservador, con un par y sin cortarse un pelo. En fin, esta es la época en la que nos toca vivir.
Anoche, después de la siesta, volví a ver la película World Trade Center, angustiosa. Recordar el atentado del 11 de septiembre de 2001 sigue siendo escalofriante. En aquella época viajaba todos los años a Nueva York y en el 2001 lo hice en noviembre, poco tiempo después de los atentados y cuando aún se podían observar las ruinas de las Torres Gemelas. Así se escribe la Historia, el atentado del WTC nos llevó al mundo que conocemos hoy.
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