miércoles, 3 de julio de 2024

A PROPÓSITO DE QUEVEDO

El cachas estúpido y el gordo amargado
GUILLERMO ALONSO

Ayer publicamos en la web un análisis de la reacción en redes sociales a un vídeo de Quevedo (el de Quédate con Bizarrap, no el del Siglo de Oro) actuando en un festival de Valencia en el que aparecía más delgado y más cachas de lo que lo recordábamos. Twitter se dedicó a su actividad favorita: hablar de algo en bucle, estirar el chicle todo lo posible y convertir a los protagonistas del debate en parodias de seres humanos. "Está bueno". "Es una víctima". "¿Es que nadie va a pensar en la salud mental?". "Está bueno". "Es una víctima". "¿Es que nadie va a pensar en la salud mental?". "Está bueno". "Es una víctima". "¿Es que nadie va a pensar en la salud mental?". El fin de semana que viene aparecerá otro cuerpo célebre en otro lado y vuelta a empezar. El bucle es eterno. Mientras hablamos de otros cuerpos la vida pasa y no pensamos demasiado en los nuestros.

‌Justo el mismo fin de semana en Twitter (yo no sé por qué me meto ahí, andaba ocioso) un chico publicó la captura de la cuenta de otro chico que, con una foto de gimnasio en la mostraba pectorales, abdominales y unos cuádriceps del tamaño de una provincia castellana, adjuntaba un texto en el que afirmaba que anda buscando su "mejor versión".

(Resulta que si escribes "mejor versión" en la lupa de Twitter y le das a buscar te salen muchos hombres semidesnudos, por cierto).

Pues bien, el chico que hizo una captura de la foto del tipo de "mi mejor versión" y la compartió dijo que de mejor versión nada, que estaba harto de esos "mensajes de mierda" y que si ponías ese tipo de cosas eras una persona francamente mejorable y "una red flag con patas" (enormes, eso sí).

‌Se formaron dos equipos. A un lado los forzudos, los que afirman que el ejercicio físico les ha venido muy bien no solo para trabajar su cuerpo, sino la cabeza (eso está comprobado, por cierto, aunque para la cabeza también viene muy bien escribir, ir a la playa o, sobre todo, estar de vacaciones). Al otro lado los de los otros cuerpos, los cuerpos que no son de anuncio, explicando si ser una "mejor versión" de uno mismo pasa por tener abdominales se hace implícito que no tenerlos equivale a ser una versión temprana, imperfecta o defectuosa de un ser humano.

En realidad es todo una cuestión dialéctica. "Mi mejor versión" es una frase hecha, vaga y repetitiva que sirve como excusa para la muy respetable y sana misión de enseñar abdominales si es que los tienes y si es que te apetece enseñarlos. Enseñar los cuerpos es muy respetable, pero hacerlo acompañado de esa jerigonza tardocapitalista y estúpida no lo es. Enséñelos, sin más, si es que usted los tiene y si es que le apetece que el mundo los vea.

También es curioso el eterno comentario: "Menos gimnasio y más leer". "Menos pesas y más libros". Siempre lo escribe alguien en este tipo de perfiles. Esto también es preocupante, ojo: leer tampoco te convierte en la mejor versión de nada. Hay mucha gente que lee un montón y es una gilipollas integral. Hay gente que no lee nada y está bendecida por una sabiduría congénita, por un sentido del humor efervescente y contagioso. Hay gente con abdominales que lee muchísimo. Hay gente gorda que no lee nada. Hay gente que lee muchísimo y no retiene nada, ni una sola idea o un sentimiento dejan poso en ellos. Hay gente que dice a otra gente que a ver si lee más que no ha leído nada nunca. Hay gente para todo, eso es el resumen, y el problema en Twitter es que todos están representados, precisamente, en su peor versión, como si los hubiese definido su peor enemigo. El cachas estúpido, el gordo amargado. De Twitter ha aprendido mucho la dialéctica política últimamente: capturar un retrato sesgado del otro y dibujarlo como un idiota cuyas faltas remarcan tus virtudes sirve para que el que brille sea yo. Gane quien gane, perdemos todos.

LOS RICOS TIENEN CUATRO COCHES, PERO SUELEN TENER BUENA CONEXIÓN EN TRANSPORTE PÚBLICO, PARA QUE VENGA LA CHACHA


Rafael Reig, novelista: “Los comunistas somos pocos, pero tenemos que estar ahí porque mucha gente nos está buscando”
El escritor, que dejó la capital hace más de 10 años para vivir en la sierra madrileña, publica una novela de espías que se une a una obra ecléctica donde lo policiaco tiene un lugar importante.
Sergio C. Fanjul, 03.07.2024

Rafael Reig (Cangas de Onís, 60 años) señala a las montañas. A la izquierda, La Bola del Mundo, la cumbre donde se perfilan las antenas repetidoras de radio y televisión que se instalaron en 1959. Una de ellas parece el cohete rojiblanco de Tintín en la Luna. A la derecha, La Maliciosa, así llamada por la dificultad que presenta a los montañeros. Las dos pasan de los 2.200 metros. Reig las observa desde la terraza del bar Minerva, en Cercedilla, donde a mediodía se aprieta unos chupitos de whisky. Lleva en este pueblo serrano, tras huir de Madrid, más de 10 años. Se tarda una hora y media en tren desde la capital.

“Yo era muy conocido en mi barrio, Malasaña, pero no como escritor, sino como borracho. No podía llegar a casa sin que todo el mundo me invitara a dos whiskys. Así que acababa en estados comatosos”, bromea Reig, que era un habitual de los saraos literarios y frecuentaba el ambiente letraherido de la escuela de escritura Hotel Kafka, de la que era destacado profesor. Había que parar: decidió aportar salud a su vida, irse al monte, un lugar donde respirar aire puro y coger setas… “Pero no funcionó: ahora soy un borracho de pueblo”.

Hace sol y Reig recibe acompañado de sus vecinos más queridos alrededor de la mesa metálica, la gente con la que parece tomar el aperitivo cuando no hay visita, como si nos hubiésemos infiltrado en esa vida rutinaria de los pueblos. “Es que me das miedo, me he traído a mi guardia de corps”, bromea. Alrededor, en las calles apacibles, corretean los niños de los colegios; los fines de semana esto se llena de turistas que vienen a hacer rutas de montaña por la Sierra de Guadarrama. Efectivamente, el aire es diferente al de la ciudad: se nota que está uno respirando.

“Como soy marxista, hice un análisis sociológico. Quería mudarme a la sierra rica: los ricos tienen cuatro coches, pero suelen tener buena conexión en transporte público, para que venga la chacha”, explica. Contempló la posibilidad de El Escorial, pero era demasiado “de derechas”. En Cercedilla hay cierta raigambre de la izquierda ilustrada, aquí tenía su casa refugio la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos donde ponía en práctica sus novedosas (todavía hoy) propuestas pedagógicas. También una vertiente cultural: al pueblo se asocian nombres como Ramón y Cajal, Sorolla o Luis Rosales.

En los últimos tiempos también el de Reig, que hoy luce camisa colorida, greñas descuidadas, sombrero y su sempiterno bigote. Parece contento. A su llegada al pueblo montó la librería Fuenfría (de nombre heredado), donde se desarrollaba una interesante vida literaria a base de tertulias, presentaciones o lecturas de los Episodios nacionales de Galdós. Se acercaban los escritores. “Yo llevo fracasando mucho tiempo. No voy fracasando mejor, pero es un fracaso sostenido en el tiempo, así que conozco a todo el mundo”, explica. Así trajo a Almudena Grandes (que, por cierto, da nombre a la biblioteca pública del pueblo), a Luis García Montero, a Isaac Rosa, a Luis Landero… “Les ofrecíamos una habitación para dos y les decíamos que, como en Las Vegas, lo que pasa en Cercedilla se queda en Cercedilla”, bromea Reig. Tras la pandemia, la librería cerró.

Nunca sabe uno cuando Reig habla en broma o en serio, quizás porque para él no haya una diferencia notable entre una cosa y la otra. Cuando hace los chistes se le pone mirada de niño travieso. “El humor está presente en mi vida y, subsidiariamente, en mis novelas”, dice. Aunque el humor no es precisamente muy valorado en la literatura. “No se explica por qué España ha renunciado a presumir de la que es su mayor aportación a la literatura. El Lazarillo, el Quijote, Quevedo, son textos de risa, pero al final los que sacan pecho por el humor son los ingleses. Aquí se valora lo grave, lo que está oculto”, se queja Reig.
Sátira del espionaje

Su nueva novela, Cualquier cosa pequeña (Tusquets), está trufada de humor, como todo lo suyo, pero es una novela de espías. Un género, el policiaco, que Reig ha practicado con frecuencia. “El polar [el género policiaco] en Francia es como una religión”, dice, “cuando saqué mi primera novela negra, Lo que no está escrito [Tusquets], me llevaron a ocho festivales. Pensé: con lo que me gusta viajar, no debo escribir otra cosa”, dice. Aunque no solo hay policiaco en su bibliografía.

Por ejemplo, su Manual de literatura para caníbales (Debate, 2007) es un tratado literario heterodoxo donde convierte a Quevedo, Larra, Vila-Matas o Eduardo Mendoza en personajes. En Amor intempestivo (Tusquets, 2020) entraba en el terreno de la autoficción para recuperar episodios de su vida con especial atención a la formación literaria y a la vida familiar. Autobiografía de Marilyn Monroe (Lengua de Trapo, 1992, ahora en Tusquets) hace honor a su título. Y sí hay crímenes y detectives en dos de sus obras más celebradas, Sangre a borbotones (2011) y Guapa de cara (2004), en la que inundaba la ciudad de Madrid para convertirla en una ciudad navegable como Venecia. Ambas se publicaron en Lengua de Trapo y ahora se encuentran en Tusquets. Etcétera.

Reig concibe la novela negra como una nueva picaresca, pero en vertical en vez de horizontal. “Si el lazarillo salía a recorrer España, en la novela negra no paran de subir y bajar a pisos: la ciudad es esencial”, dice, aunque reconoce un resurgimiento del género negro rural, que en España ya tuvo un pionero en el policía Plinio, de las novelas Francisco García Pavón, publicadas a mediados del XX, que operaba a base de pálpitos detectivescos en el entorno de Tomelloso, provincia de Ciudad Real. La nueva entrega de Reig sucede en 1979 en el país imaginario de Dragonera, antigua colonia inglesa, luego paraíso fiscal, que ocupa una gran isla delante de Portugal, como si fuera la Atlántida. “Está inspirada en Oporto. Cuando fui no conocí más que dos bares y el hotel, pero, aun así, me obnubiló la ciudad. Es lo que tenemos los escritores...”.

“Como sucede a finales de los setenta no tuve que aprender nada de ordenadores para hacer una trama creíble, y como es un país imaginario, ni siquiera tuve que documentarme sobre su historia. Me hice novelista porque soy perezoso y puedo inventarme lo que no sé. El protagonista de la novela también es perezoso”, dice el autor. En efecto, Ginés Loyola, también muy aficionado al whisky, en concreto Macallan, es el director de una oficina de espionaje de capa caída, llamada Centro de Documentación (también Casa Desolada), donde trabaja un puñado de pobres diablos. Pero el ralentí de su actividad se ve trastocada tras un atentado contra el candidato a la presidencia del Gobierno y el descubrimiento de ciertas informaciones comprometedoras, y así se pone en marcha esta caricatura de los servicios secretos.
Ser escritor o escribir

Una cosa bonita es que los barrios y las calles de Dragonera tienen nombres de poetas: Byron, Wordsworth… “Aquí en España se le pone Paco Rabal a una calle y el PP lo quita. Solo quieren golpistas: el general Sanjurjo ¡bien!”, dice el autor. Se declara comunista, con carnet del PCE, todavía creyente de la Revolución (aunque sea para verla desde su casa). “Los comunistas somos pocos, no bien avenidos, pero tenemos que estar ahí porque hay mucha gente que nos está buscando: los parados, los jóvenes sin empleo, los viejos a los que dejan morir en las residencias. Somos los únicos que podemos darles una respuesta”, sentencia.

“De joven yo no sabía si quería ser escritor o escribir”, explica Reig. “Ser escritor es ir a guateques, salir en la prensa, que te encarguen cositas, que te llamen escritor… Pero escribir es estar solo en casa en calzoncillos, hora tras hora, folio tras folio”. Al final, aunque Reig ha practicado con denuedo eso que llaman vida literaria (“¡yo quería triunfar!”, dice, signifique eso lo que signifique), parece que se decidió, y, además, que le cogió el gusto, porque es un escritor prolífico, que saca novela cada par de años. Pasa, pues, mucho tiempo en calzoncillos: “Descubrí que nunca era tan feliz como cuando estaba solo escribiendo. Hay quien recordará sus momentos de felicidad cuando iba al parque de atracciones, para mí eran cuando me quedaba solo y por fin podía escribir”.

OLIMPIADAS PARÍS 2024

 

NADA HAY MÁS SAGRADO QUE EL RESPETO AL OTRO

MITOS PARA ENVOLVER MENTIRAS
Emilio González Déniz, 2.07.2024

El ser humano de nuestros días prescinde cada vez más del conocimiento y se deja llevar por la ola de la moda, la publicidad y los cantos de sirena del éxito fácil que siempre es de otros y que finalmente es una gran frustración para la mayoría. Esta frustración, combinada con la voracidad de quienes realmente tienen el poder, suele desembocar en sociedades que abandona toda disciplina de pensamiento, y para quienes quieran ampliar esta idea recomiendo las últimas obras de la escritora germano-española Rosa Sala Rose, en las que, a través del repaso de la catástrofe social, humana e ideológica que fue el nazismo nos alerta de lo que ahora mismo se nos viene encima. Reparte las culpas entre el capitalismo salvaje, la inacción de lo que durante décadas fue la anestesiada clase media europea y la torpeza de la izquierda en su conjunto, que a menudo parece hacerle el juego a los buitres. Lo que hace unos años parecían hipótesis improbables es ahora pura realidad.

Dice la autora que cuantos más mitos pongamos alrededor del poder más nos alejamos de la democracia. Es el huevo de Colón, que ha estado siempre delante de nosotros y ella lo expresado desde hace más de veinte años. Entretener a las masas con una Eurocopa, unos Juegos Olímpicos y otros eventos muy mediáticos, en un continente acosado en el sur por las migraciones, en el este por una guerra inventada y por todas partes por mil distracciones incontrolables, no parece que sea lo más indicado cuando nos estamos jugando el futuro. Me asombra que Ucrania juegue la Eurocopa o que vaya a Eurovisión, es casi cruel.

Los mitos han sostenido el poder desde los dioses asirios y babilónicos, las deidades griegas y romanas, el César convertido en dios y las monarquías medievales cuya legitimidad se hacía provenir de Dios y que convertía a los reyes en seres extraordinarios, inviolables y superiores. Con la Revolución Francesa este edificio mitómano se vino abajo en la teoría, pero en la práctica se transformó, pues luego ha habido un Napoleón (proporcionalmente, el mayor criminal de la Historia, por encima de Hitler y Stalin), y muchos poderosos demócratas que a la postre han hecho tanto daño a la libertad como los tiranos etiquetados. Los mitos de la divinidad que derramaban autoridad sobre algunos mortales escogidos se sustituyen por otros, si bien la religión sigue alimentando la mitomanía en tiranías o en democracias.

Hablar de los estados islámicos, en los que la religión forma parte de la esencia legislativa, es ir a bulto, está demasiado claro y una evidencia palpable cada día. Me refiero a los estados occidentales, supuestamente racionales y laicos, que se acogen al cristianismo en sus diversas ramas y que explotan la culpabilidad como elemento muy productivo para el poder. Todos los presidentes norteamericanos sin excepción piden una y otra vez a Dios que salve a América (a ver quién salva a los que ellos declaran como enemigos), en Inglaterra es al rey al que hay que salvar y en todas partes se invoca un mito que a veces es terreno, pero un mito. El marxismo fue un mito cuasi religioso en la Rusia stalinista, en Japón el emperador era un dios mortal, y la democracia se está convirtiendo en una palabra sagrada, es decir, peligrosa.

Yo no sé si Dios creó al hombre, pero sí estoy convencido de que el hombre ha creado a Dios según le ha convenido en cada momento (Saramago dixit). Y esos símbolos dan miedo. La convivencia debe regirse por normas democráticas, como el código de la circulación, pero cuando sacralizamos palabras y conceptos como pueblo, patria, bandera, democracia, constitución, estatuto, himno... Entonces estamos convirtiendo en mito lo que es simplemente un instrumento práctico, algo terrenal y necesario. Una constitución es un papel recordatorio como la lista de la compra, uno mitificado y otro. Me dan miedo estos

tiempos, supuestamente democráticos, en los que se milita en el nacionalismo a ultranza, en la suprema unidad de la patria, en el ecologismo irracional o simplemente en un tipo de música que crea maneras de vestir y conductas que casi siempre conducen a la intolerancia. Si llevas un suéter sobre los hombros eres un pijo, si comes carne eres un violento, si cantas rancheras eres un antiguo.

Es para echarse a temblar cuando empiezan a aparecer salvapatrias, paladines de la democracia y guardianes de leyes de convivencia que se veneran como libros sagrados. Cada vez se hace más verdad lo que Juan Luis Cebrián calificó hace un cuarto de siglo como «dictadura democrática». El que piense que debe haber una agencia tributaria por autonomía es un traidor a la unidad de la patria, el que opine lo contrario es un fascista irredento, y en casi todo igual. Eso se llama intolerancia, es decir, el que no comparta lo que a mí me sale del capricho es mi enemigo. Duras pruebas nos esperan y difíciles tiempos inmediatos si no entendemos que la democracia es diálogo, y que las leyes son herramientas que nada tienen que ver con lo sagrado. Para empezar y terminar, nada hay sagrado más allá del respeto al otro, y los mitos nos están ahogando y metiendo en un mundo cerrado y virtual que solo se ve por cientos de canales de televisión, pero que, en realidad, no existe. Tal vez tenía razón Azorín cuando dijo que no hay más realidad que la imagen, ni más vida que la conciencia.

GEOLOGÍA

Aquello de lo que alguien puede hablar depende de lo que tiene en la cabeza. Esto, a menudo, de su marco de sentido, que es predominantemente social.
Moraleja: En el pensamiento ha de adaptarse la táctica exploratoria de la geología.
Traducido: "De donde no hay no se puede sacar".
¡Buenos días!
Amelia Varcárcel.

Es la base de la que parten las técnicas proyectivas: percibes lo que ya conoces, atribuyes en función de lo que tú mismo eres. Por ejemplo, es imposible que una persona mezquina describa a otra como generosa, si acaso dirá que es derrochadora.
Anónimo.
Imagine Dragons, *Radioactive.

COSMOPALETOS


Cosmopaletismo: cuando todo es moderno, lo moderno es vulgar
Las panaderías ahora son ‘bakerys’, el ‘indie’ es ‘mainstream’ y los policías llevan tatuajes: las estéticas contraculturales ya no aportan distinción y cada vez es más difícil practicar el esnobismo sin caer en el ridículo.
Sergio C. Fanjul, 02.07.2024

Hace unos cuantos años un montón de gente llegó a la misma conclusión: el camino hacia la modernidad pasaba por poner en sus negocios una pared de ladrillo visto, una bombilla vintage, unos azulejos blancos. Las ciudades se llenaron de locales clónicos, fuera cual fuera el sector, de modo que me pasé un tiempo pidiendo el pan en la óptica, las gafas en el bar, y una copa y un psicólogo en la panadería. Todos eran iguales.

Hoy lo que se lleva son las tiendas de “café de especialidad” con un diseño tan frío y minimalista que uno parece estar tomando el capuccino en la cantina de una cárcel de ultraseguridad de El Salvador, de esas donde Bukele mete a las maras.

Así, el interiorismo hipster no solo llegó a los locales sofisticados, elitistas, alternativos o underground, sino a todas partes: del restaurante de lujo al bar de barrio, del área de servicio al bingo, de la peluquería de extrarradio a la franquicia de la calle principal. Practicar el esnobismo no solo fue cada vez más difícil, sino también más ridículo.

Además de la confusión a la hora de pedir un cruasán, descubrimos que ese ansia masiva por la modernidad había convertido la modernidad en algo vulgar. En esas seguimos. La carnicería de mi calle dejó hace unos meses de ser una carnicería para convertirse en una butcher’s shop. Y los butchers, o sea, los carniceros, lucen ahora luengas barbas y gafas de pasta, como los barberos de la barbería, que, perdón, ahora es una barber shop. Las panaderías-confiterías, ya casi todas franquicias, son ahora bakerys, y uno, mientras deglute una napolitana de chocolate (ahora también descrita como pain au chocolat), no puede dejar de sorprenderse del mogollón de gente que cifra la modernidad en utilizar palabras en inglés para cosas que tienen nombre en español: bajo al bar y me ofrecen food & drinks.

Podríamos entender el moderneo (no confundir con la Modernidad histórica) como una vanguardia leninista dentro de lo cultural. Una minoría, una élite revolucionaria, que conspira en los márgenes hasta tomar el poder. Pero cuando lo clandestino toma el Palacio de Invierno se vuelve establishment y se empieza a vender en Inditex. Hace un par de décadas los fans de la música “independiente” o “alternativa” sufrían en sus dormitorios por la falta de compresión, ahora el mainstream festivalero indie ha desplazado a la canción ligera y los ritmos urbanos han entrado hasta lo más hondo de Operación triunfo. La juventud moderna no aspira a la distinción del underground monacal, sino a petarlo en redes como la Rosalía.

El sociólogo Pierre Bourdieu teorizó sobre cómo la adopción de ciertos gustos y estilos de vida sirve para obtener la distinción con la que las clases dominantes justifican su dominio sobre las clases dominadas. El buen gusto, lo sofisticado, lo guay. Ahora lo moderno se ha democratizado, así que no se le puede pedir que siga aportando distinción. Por eso pecan de inocencia los que pretenden distinguirse adoptando las mismas estéticas que el resto, cuando los barbudos salen hasta en la publicidad de los bancos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estados llevan tatuajes y el pack estilístico al completo es comercializado y explotado por las grandes empresas. Thomas Frank lo llamó “la conquista de lo cool”.

El cosmopaletismo aflora en la moda, en la hostelería, en el sector turístico e inmobiliario: una promoción en la ribera del Manzanares se hace llamar Brooklyn, como si aquello fuera el otro lado del East River neoyorquino. Puro cosmopaleto: tratar de rentabilizar lo guay foráneo llegando demasiado tarde. Hegel conceptualizó la idea del hombre universal que resumía su época en su persona. En su tiempo ese hombre era Napoleón; en el nuestro Amadeo Lladós: el influencer que personifica el éxito digital y consumista mezclado con los adminículos del moderneo contracultural, el pelo pollito, el tatuado masivo.

Es la paradoja contemporánea: queremos ser diferentes, uniformizándonos. En nuestra ansia de diferencia, nos vamos mimetizando a través del consumo. El capitalismo presume de la innovación, pero se basa sobre todo en la burda imitación. Hay quien defiende que lo realmente rupturista ahora es no llevar tatuajes y vestirse para pasar desapercibido. Lo moderno como lo normal, lo normie, lo normcore. Sin pelos de colores, sin flúor, sin ningún tipo de piercing, sin citar a Deleuze. Las lentejas, no el poke hawaiano.

Amadeo Lladós: el simpático influencer de los Lamborghinis, los Rolex, y la repugnante ideología que desprecia a “pobres” y “gordos”
Amadeo LLadós fue motorista y cocainómano. Ahora es coach e influencer. Odia el alcohol y ama los burpees. Odia la noche y ama el dinero, aunque no le da la felicidad. También odia a los mileuristas, a la gente con «panza» y a los que tienen «novias gordas». Podría parecer una parodia, pero es mucho peor que eso…
Sergio C. Fanjul

Amadeo Lladós se metía cinco rayas de cocaína y estaba de fiesta toda la noche. Ahora no. Ahora se levanta a las cinco de la mañana y donde se mete es en el gimnasio. “¡Victoria!”. Madrugar y cuidarse, dice Lladós, son el secreto de su éxito: era un tirao y ahora dice tener una mansión de 20 millones en “una de las mejores islas de Miami”, una colección de “Lambos” (deportivos Lamborghini) y otra de Rolex. Pasta gansa. Tiene unos pectorales de ensueño, luce tatuado como un armadillo y presume de vivir rodeado de tías buenas. El pelo, rubio pollito; la mirada, clara y algo inexpresiva. Parece que está viendo todo el rato algo que no comprende. Sus grandes enemigos: los pusilánimes con “panza” y “novias gordas”. No son competencia, dice. Tú puedes ser millonario.

Lladós es un fenómeno en redes sociales. Siempre que se lo enseño a un amigo piensa que es una parodia. Eso no puede ser real. La ideología que difunde Lladós, sin embargo, es la que se difunde por doquier (es decir, internet) por los gurús del pensamiento positivo, la cultura del esfuerzo, la meritocracia y otras estafas intelectuales. Se adoctrina a la sociedad, sobre todo a los más jóvenes, en el cuento de hadas de que todo depende del propio esfuerzo: uno puede romper sus límites y alcanzar la gloria. Haz como yo, ven a petarlo.

Mucha gente se lo cree, pese a la evidencia diaria en sentido contrario. Pero Lladós “decidió convertirse en ganador”. Lo consiguió en tres años, de cobrar 600 pavos como lavaplatos a tener millones. Dicen por ahí que es todo falso, que sus fotos son siempre las mismas, que todo es un decorado, un smoking de alquiler, un montaje. A mí si me dicen que es un cómico creando un personaje, me lo creo. Lo malo es que luego los chavales se lo toman en serio.

En fin, que Lladós es como estos, los del cuento de que la vida es una jungla y hay que pelear, pero diferente. Con su acento americano impostado, su “fuck” en la boca todo el rato, el nuevo líder espiritual conquista al personal no creyente con esa inocencia que tienen los que no alcanzan a verse desde fuera. En su locura, resulta simpático. Dice cosas clasistas y repugnantes, pero engancha: quizás estemos obnubilados por el brillo de su dentadura blanqueada. O con momentos como cuando cuenta que nunca come atún, solo pollo, porque el atún le recuerda a cuando era pobre. Odia a los mileuristas.

Lladós muestra en su Instagram su mansión hortera, como imaginamos la del Tío Gilito, neoclásica y excesiva, y muestra sus Lambos, y muestra el embarcadero entre palmeras en la puerta de atrás, y muestra a su pareja, como si fuera otra de sus posesiones. Luego va al restaurante y mira a un lado y ve panza, y mira al otro y ve panza, “fuck”, y a veces dice cosas ingeniosas: “¿Cómo va a ser competencia esta gente si no saben ni controlar lo que se meten en la boca?”.

Lladós, bro, ahora odia el alcohol y ama los burpees. Odia la noche y ama el dinero, pero luego dice que el dinero no es lo que da la felicidad, que no importan los Lambos, ni los Rolex, que de eso se puede comprar mucho, que eso es lo de menos, que lo que importa es el desarrollo personal y leer muchos libros (de coaching). ¿Pero en qué quedamos?

Amadeo Lladós. Fue una vez motorista. Le pasaron, dice, todas las cosas malas de la vida, la pobreza, la droga, un accidente, cosas de esas que sirven como prueba de fuego para luego cumplir el sueño americano. Está en el Bonus Round de la existencia terrena, y quiere dar su mejor desempeño. “Yo aquí con mi steak, con mi agua y con mis proteínas, y los demás tomando copas a mediodía: panzas”. Amadeo Lladós con su desprejuiciada forma de ver la vida. No tengo todavía claro de dónde saca la pasta, con no sé qué cursos y cosas, pero sé que es el modelo del hombre del siglo XXI.

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lunes, 1 de julio de 2024

LOS CADÁVERES QUE DESBORDABAN EL RÍO


Aleksandar Tišma: el centenario del escritor del subsuelo del Holocausto
El autor serbio, que nació hace un siglo, trató las oscuridades del alma humana desde la maldad a la doble moral. Su literatura permanece como conciencia escrita del mayor drama del siglo XX.
Miguel Roán, 01.07.2024

Aleksandar Tišma (Horgoš, 1924 – Novi Sad, 2003) estaba obsesionado con la literatura —“Para mí escribir era una cuestión de vida o muerte”—, pero descubrió que hay encrucijadas más graves que la vocación profesional, las que no dependen de uno mismo. Para la generación que vivió el Holocausto esto fue una obviedad tan insoportable como difícil de transmitir.

Él conoció esa crudeza a los dieciocho años. En Novi Sad, donde residía la familia Tišma (de origen serbio y húngaro-judía), durante tres días, a partir del 20 de enero de 1942, unos 1.400 judíos y serbios fueron conducidos a punta de pistola a un Danubio gélido. Los soldados húngaros les dispararon por la espalda y los dejaron caer en los agujeros en el hielo. Cuentan los testigos, que el volumen de cuerpos era tan inmenso que los ejecutores tuvieron que detenerse porque los cadáveres desbordaban la superficie del río. Tišma y la mayor parte de su familia se salvaron gracias a un vecino húngaro que distrajo a los soldados.

Todas las novelas de Tišma son autobiográficas. Así lo reconoce sucesivamente en sus diarios, Dnevnik 1942–2001 (Diario) (1991) y Sečaj se večkrat na Vali (Recuerda eternamente a Vasli) (2000). El escritor asume la aparente contradicción entre su retraimiento, que le distanciaba de la gente, y la necesidad de imitar voces y gestos, de emular a Marcel Proust o Thomas Mann sobre el papel. A Tišma le atraía cualquier mundo desconocido (leía con fluidez alemán, francés e inglés, además de húngaro y serbio), pero le conmocionaba el atraso, el tedio y las actitudes triviales de su entorno. Las terminó abrazando como material literario, convirtiendo los paisajes anodinos de la Voivodina, un reto para los poetas, como se dice en la región, en un escenario intrigante.

Algo de ese carácter tan esquivo como observador se encuentra en Miroslav Blam. El protagonista de El libro de Blam (Acantilado, 2006; sus obras han sido traducidas al castellano por L.F. Garrido y T. Pištelek) es un sobreviviente del Holocausto, casado con una cristiana. Sus padres y su hermana son asesinados, pero él salva la vida gracias a un colaboracionista serbio, amante de su madre. Al mismo tiempo, su esposa le engaña con otro, anhelante de una pasión que le niega su pareja, consumida por la culpa y los fantasmas del pasado. Tišma cuenta que escribió empujado por el arrebato.

Había publicado otros libros, pero este será el inicio de una senda que marcará su trayectoria. El catalizador no fueron las vivencias causadas por la masacre de Novi Sad. Fue durante un viaje a Polonia en 1961, como editor en la institución cultural Matica srpska, cuando su vocación tomó esa dirección. Visitó Auschwitz y aquella experiencia fue el detonante de su ciclo dedicado al Holocausto, Ramas entrelazadas, con el que le llegaran los galardones y las traducciones a cerca de veinte lenguas.
Fascinado por la maldad


A Tišma le fascinaba la maldad, pero sin los fatalismos de Ivo Andrić o Meša Selimović. Su sadismo confesado siempre le sugestionó a comprenderla. El resultado es una renuncia a los arquetipos de buenos y malos, para otorgar a los caracteres la ambivalencia de una naturaleza humana cuya integridad se resiente según las circunstancias. Este realismo no deja espacio a las ilusiones, ni siquiera a un atisbo de grandeza, sino que, sin moralismos, interpela a la moralidad de los lectores, seducidos (y hasta a veces identificados) con las dobleces de los personajes. Su misión, como declaró en varias ocasiones, “era la precisión, la precisión del lenguaje y la precisión del pensamiento”. El producto final es una desnudez quirúrgica, las debilidades, pasiones y necedades de víctimas y agresores, que pueden ser una misma persona.

En El uso del hombre (Acantilado, 2013), con la que obtuvo el premio nacional más relevante de la época, el NIN, analiza a las familias Kroner, Lazukić y Božić, de diferentes orígenes y clase social, pero con un destino compartido, y en la colección de relatos Escuela de impiedad (1978) vuelve a la guerra y a la posguerra desde la perspectiva de la supervivencia. En Lealtades y traiciones (Acantilado, 2019) la guerra ha terminado, pero empaña cualquier porvenir a base de remordimientos y rencor: “La existencia es un problema para mí, probablemente porque coincide con la identidad. Solo aquellas partes de mi existencia que abolen la identidad están libres de sufrimiento: el sueño, los viajes, el sexo y la escritura”.

No obstante, la guerra no es solo un contexto, y aquí es donde el escritor destaca por su virtuosismo. Su cualidad principal reside en la recreación atmosférica de la guerra y de sus secuelas, para convertir esos ambientes en otro personaje más, faceta donde Tišma está a la altura de los grandes. Porque para Tišma el ser humano es un vestigio atrapado en el vórtice de la guerra, en una espiral sin retorno hacia la desgracia y la manipulación, la decadencia, la hipocresía y ese medio es tan relevante como la propia psicología y quehacer de los protagonistas.

Su pesimismo era también autobiográfico. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y volvió a Novi Sad, ya en el bando partisano, declaró: “Al llegar la liberación, me sentí un miserable”. Le producían rechazo todos aquellos que, durante el Holocausto, con premeditación, habían rondado a los cruces flechadas húngaros, para luego rendirle pleitesía a los partisanos, que tomaban desatados las ciudades con ánimo revanchista.
Estudioso del nazismo

Tišma se convirtió en un estudioso tenaz del nazismo, con la misma dedicación que otros escritores como David Albahari o Daša Drndić. Así llegó a la trama de El Kapo (Acantilado, 2004): “En los documentos encontré que un judío de Zagreb había sido kapo en Auschwitz. No quería cambiar nada. Si no hubiera encontrado eso en los documentos, probablemente no habría escrito esa novela”.

Novelista, escritor de viajes, ensayista, periodista, editor y traductor (por ejemplo, de Imre Kertész al serbio), son dos de sus últimas obras, los relatos Sin un grito (Acantilado, 2008) y la novela A las que amamos (Acantilado, 2004), las que en su madurez más hablan de él como creador, ya sin el peso argumental y simbólico del Holocausto. La primera por ser una obra contra-propagandista, que desnuda las miserias sociales que se ventilaban durante el apogeo titoista en la Voivodina, y la segunda por el dominio de las artes de la seducción de una prostituta como Beba, una novela desprovista de cualquier lirismo (tampoco frivolidad) que edulcore la sobriedad del autor. Él mismo declaraba: “Estoy convencido de que el arte surge del subsuelo”.

Exiliado en Francia durante tres años del régimen de Slobodan Milošević, mostró en sus últimos años un compromiso ideológico que ocultó deliberadamente durante la Segunda Guerra Mundial. Él, como su literatura, expusieron las diferentes caras del ser humano, como conviven en una misma persona luces y sombras que se proyectan y oscurecen según las disyuntivas: “Soy una persona muy cauta. La vida enseña a todos algo diferente. A mí me enseñó a ser desconfiado. No confío en nadie”.

¿GLOBAL O PARTICULAR?


Cambio climático, ¿global o particular como el patio de mi casa?
Rodrigo Riera, 16.09.2016
https://www.huffingtonpost.es/rodrigo-riera/cambio-climatico-global-o_b_11951914.html

La mayoría de las referencias al cambio climático en el medio marino se basan en estudios realizados en áreas pobladas, donde el acceso es más asequible y económico, o a través de fotografías por satélites o recopilación de datos de series temporales extensas. Por ejemplo, se conoce que el Mar Mediterráneo se está calentando a un ritmo tres veces superior a los océanos del planeta, que el mar de hielo del Ártico ocupa un 40% de la superficie en la década de los años setenta y que el nivel del mar ha aumentado 13 cm. en el siglo XX.

Sin embargo, existen pocos trabajos que se hayan llevado a cabo sobre ecosistemas marinos en regiones costeras despobladas de nuestro planeta. Y es una lástima porque podrían utilizarse como "referencia" para determinar si la presencia humana y sus actividades asociadas (contaminación, pesca, etc.) son las únicas responsables de estas variaciones cuyos efectos denominamos en su conjunto "cambio climático".

Hace unas semanas se publicó un estudio sobre arrecifes de coral procedentes de un gran número de localidades, varias de ellas en zonas consideradas vírgenes y nunca habitadas por el hombre. Los autores comprobaron que la degradación de los corales no se encuentra relacionada con la densidad de población, es decir, que los corales en zonas aisladas y alejadas también están afectados por el cambio climático. En otras palabras, la acción del hombre está afectando a todo el planeta con independencia de que existan asentamientos humanos o no. Las causas de la degradación de los corales no se limitan a factores locales, tales como la sedimentación, el grado de eutrofización o la sobrepesca, entre otros. Por tanto, los efectos del cambio climático son globales afectando a todas las regiones geográficas del planeta.

Hace unos días un político de nuestro país realizaba una intervención en la que mencionaba el cambio climático, y dejaba entrever que éste se manifestaba únicamente en el aumento del nivel del mar, obviando el aumento de la temperatura atmosférica y oceánica, el efecto invernadero, el retroceso de glaciares, etc. Esa intervención hubiera sido una buena oportunidad para desarrollar un argumento científico sobre el cambio climático ante una población que no está acostumbrada a que sean incluidos en sus discursos. Pero este hecho no debe extrañarnos en un país donde la Ciencia no es protagonista en la vida diaria de los ciudadanos, con un ínfimo porcentaje de noticias con contenidos relacionados con la ciencia y la tecnología.

LA PRESA Y LOS SALMONES

Una retroexcavadora retira la presa durante las obras de demolición.

Comprar una presa para derribarla: “Hemos adquirido el derecho a destruir para recuperar salmones”
El salmón atlántico, una especie en peligro de extinción, apareció en el lado español de un río transfronterizo con Francia semanas después de que una asociación de pescadores lograra tirar la barrera fluvial que les impedía remontar el río. Es la primera vez que se ve esta especie en esta zona desde que hay registros.
Sara Acosta. Urdax, Navarra. 29.06.2024

Una noche del pasado otoño, dos investigadores franceses cruzan la frontera con España caminando por un pequeño río en Navarra. Se mueven con sigilo en mitad de la oscuridad, son dos sombras solo acompañadas por la luz de sus frontales. Ellos mismos deben verse bastante sospechosos, pues antes de salir llaman a la Guardia Civil española: avisan de que no son criminales, simplemente buscan salmones.
El Ugarana (en francés Nivelle y en euskera Urdazuri) es un río franco-español que fluye por el norte de Navarra y el departamento de Pirineos Atlánticos en Francia. Discurre por los pequeños pueblos de Saint-Pée-sur-Nivelle y Ascain antes de desembocar en el golfo de Vizcaya en la bahía de San Juan de Luz.

Los dos investigadores caminan apuntando sus luces hacia el agua nocturna de este pequeño río transfronterizo en el País Vasco. Al cabo de un rato, los ven. De piel dorada como la de una sardina, varios salmones nadan por el Ugarana, donde hasta ahora no se tenían datos de su presencia en la parte española, no había ningún registro histórico.

“Fueron los chicos franceses los primeros que vieron salmones en esta parte. Me avisaron y al día siguiente fuimos juntos, y ahí estaban, los vimos desde la orilla, cinco ejemplares y tres nidos”, cuenta Josu Elso, técnico de gestión ambiental en el Gobierno de Navarra.

Estos peces nunca habían remontado el río entero, no podían. Cada vez que lo intentaban, se daban contra un muro. Se trataba de la presa instalada por un empresario francés dueño de una piscifactoría situada en el borde mismo del río, que nunca aceptó construir un paso para peces en la presa de cinco metros de altura que bombeaba agua para alimentar las piscinas de truchas arcoíris. La ley francesa, como la española, obliga a abrir estos pasos y permitir que los salmones puedan seguir su camino. El caso de este empresario había llegado incluso a los tribunales tras la denuncia de la asociación de pescadores de los Pirineos Atlánticos. Pero las demandas, que prosiguieron durante años, nunca prosperaron.

La presa en el lado francés del río Nivelle después de las obras de derribo.

Charlie Pichon trabaja en esta federación de pescadores como experto en restauración ecológica. Ha sido el responsable de negociar una solución sobre esta barrera, pero no con el propietario, que murió hace algunos años, sino con su hija, heredera de las instalaciones. El colectivo de pescadores, al que Pichon representa, ya no quería un paso para peces, sino que se tirara la barrera, liberar el río y ayudar a que el salmón, una especie emblemática en declive en Europa, pueda recuperarse, al igual que la biodiversidad de esta zona. Su principal argumento era que la piscifactoría no funcionaba desde 2011.

El objetivo de la federación de pescadores era comprar los terrenos a la hija del empresario. “El primer día que empezamos a hablar ofrecí 10.000 euros. Terminé aceptando pagar 80.000, así que no debí negociar muy bien”, se ríe Charlie Pichon mientras explica todo el proceso en el mismo lugar donde estaba la presa. También suelta una carcajada Josu Elso del Gobierno de Navarra, especialista en salmones. En los últimos meses ha trabajado estrechamente con el técnico francés, pero no se conocían en persona. Se han puesto cara al aceptar acudir al río Nivelle para este reportaje.

Desembolsar 80.000 euros para tirar lo que se ha adquirido puede resultar difícil de entender. “Sí, compramos un derecho para destruir”, incide Pichon. En el lugar donde estaban las instalaciones ya no queda nada que recuerde a una factoría de la que salen pescados alimentados en piscinas. El sonido que nos envuelve es el de un río cuando el agua corre libre. La presa ya no está. Las obras empezaron en julio de 2023 y terminaron en octubre de ese mismo año. Apenas un mes después, los investigadores del Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INRA, en sus siglas en francés), avisaron a los técnicos ambientales del Gobierno de Navarra de que habían visto salmones en la parte española del río.

El río Nivelle ha recuperado rápidamente sus meandros, donde anidan los salmones.

El dinero para pagar por la piscifactoría, la presa y el terreno salió de la federación de pescadores de Francia y de una pequeña subvención de organizaciones oficiales de protección del agua. Pero aún quedaba sufragar toda la restauración del ecosistema. Y esto ha sido posible gracias a la ayuda económica de una pareja de filántropos que está detrás del movimiento Open Rivers, una iniciativa que busca derribar pequeñas presas en Europa y restaurar los ecosistemas. Lisbet Rausing, nieta del cofundador del imperio Tetra Pack –la compañía sueca que inventó el tetrabrik– y su marido Peter Baldwin, profesor e investigador de Historia en la Universidad de California, han donado 50 millones de dólares entre 2021 y 2027 para derribar barreras fluviales.

El proyecto surgió después de conocer que en Europa hay 1,2 millones de obstáculos en los ríos europeos, es decir, ya no sabemos lo que es un río salvaje. Pregunto a Charlie Pichon cómo fue el día que empezaron las obras de derribo de la presa. Se emociona. Recuerda el champán y el estrés dejado atrás después de haber dedicado cada día de los últimos tres años a este proyecto: las tensas negociaciones con la heredera, la oposición de algunos colectivos a que se tirara la presa, los registros ante notario de cada paso dado hasta que la pala de la retroexcavadora rompió la primera piedra. “También me tuve que pelear con el operario de la máquina, que tampoco lo entendía, decía que era peor para el río”, recuerda divertido.

Solo han pasado algunos meses desde que ya no hay ninguna barrera en el Ugarana y el río se ha recompuesto, recuperando miles de toneladas de sedimentos que estaban bloqueados al otro lado de la presa y que son claves para que los salmones encuentren espacios donde reproducirse. Pero también para crear nuevos meandros y conseguir que baje la temperatura del agua, que sube hasta dos grados cuando hay una presa. Josu Elso precisa que el problema para el salmón no son solo las presas en sí mismas: “Nosotros hemos hecho seguimiento de salmones. Estamos en el límite sur de la distribución de la especie, que necesita aguas frías, y en estos veranos que hemos pasado últimamente con estas olas de calor los salmones se morían solos, de forma natural. Por lo tanto, conseguir que no suba la temperatura por culpa de una presa que no tiene ningún sentido es clave”.

BOE Nº147, 18 DE JUNIO DE 2014

 La parte contratante de la primera parte...

CONSTRUYE TU MURO, TRUMP

 


FRANCIA, PARADOJA DE CONDORCET


Nicolás Condorcet (1943-1974). Condorcet, más conocido como el marqués de Condorcet, se dedicó a estudiar, entre otras muchas cosas, las probabilidades y los métodos de elección. Así, en uno de sus ensayos publicado hacia 1785 cayó en la cuenta de que existía la posibilidad de que las colectivos se contradijesen entre sí. Es decir que, teniendo en cuenta las preferencias de voto individuales, las intenciones estaban claras, pero cuando se daba una votación colectiva se daba una paradoja. Los individuos tienen muy claras sus preferencias, pero colectivamente los resultados son confusos, he aquí la paradoja.






Mercedes Sosa, *Todo cambia.