Hace años, en los albores de la informática, viajaba a menudo en barco entre las islas y, cuando había ahorrado algo, podía coger un avión. Recuerdo a la señorita -o señorito- de la agencia de viajes rellenando el billete a mano, aquel billete lleno de papel de calco rojo y del que se arrancaban multitud de hojas, se pasaba por una bacaladera para no-se-qué para, finalmente, salir del establecimiento con el billete en ristre, tan ufano. Cuando empezaron a emitirse los billetes por ordenador llegó el caos; no funciona la red, algo pasa con el servidor, etc., el hecho era que ya no se podían hacer a mano y uno esperaba y desesperaba hasta que hubiera conexión, ¡vuelva usted más tarde, a ver si...!. De aquello pasamos, directamente, a la desaparición de los billetes, al código en el móvil, a la nada o al todo, según se mire. Nuestra dependencia de los ordenadores es tal que sin ellos la vida se para, o al menos eso hemos llegado a creer. ¿Pastilla roja o azul?
Me han instalado un nuevo ordenador en la oficina, el anterior simplemente dejó de funcionar, adiós, KO, muerte absoluta, agur, bye bye, á revoir. El nuevo, flamante, sin problema, todo fluye, pero... ¿y mis archivos? ¿y los antiguos accesos a mis programas? ¿y mi firma? Nada, a esperar, no sé ni cómo empezar a trabajar.
Suspiro por un fin de semana en un lago, sin cobertura pero con canoa, sin noticias, sin lista de muertos, sin políticos ni política, con música, libros y compañía.
Evidentemente erré en el color de la pastilla.
♫
Daft Punk, *Get lucky.
No hay comentarios:
Publicar un comentario