Madrid en Nochevieja es un caos, está a tope de gente y no hay taxis, de manera que caminamos desde Atocha hasta llegar al hotel en la Plaza del carmen, entre Callao y la Puerta del Sol. Partimos el año, después de cenar en un italiano de la Gran Vía, en la calle Callao porque llegar a la Puerta del Sol fue del todo imposible. Ni siquiera escuchábamos las campanadas, pero nos colocamos junto a una doña toda llena de pieles e imitábamos sus movimientos. Yo, he de reconocer, sólo me comí dos de las doce, porque es sabido mi proverbial odio frutícola; espero que esto no me traiga mala suerte... El día 1 todo cerrado, así que nada de Museo del Prado, ni exposición de Leonardo ni nada de nada. Paseo, eso sí, por el Rastro, la Calle Mayor, Plaza incluida y almuerzo en un VIP antes de descansar un rato en el hotel para estar, a las 7, en el teatro Coliseum.
Compré entradas en Santa Cruz unos días antes de coger el avión para ver el musical "Hair". Bueno, qué decir, no estuvo mal, música conocida, buenos actores, buenos cantantes, pero... el escenario un poco flojo y escuchar las canciones en español es un poco raro. El teatro estaba medio vacío y, de una forma u otra, cada vez que los actores bajaban al patio de butacas terminaban alrededor nuestro, u ofreciéndonos flores o invitándonos a salir al escenario con ellos, cosa que yo decliné muy amablemente y de forma automática.
Es un buen momento para recordar la película de 1979 dirigida por Milos Forman y que recuerdo haberla visto hace ya muchos años.
Con el teatro se terminaba prácticamente nuestro viaje, pues el día 2 había que estar en Barajas a las 7 de la mañana, por lo que únicamente quedaba buscar un restaurante para despedir la ciudad y así fue. Cenamos en un restaurante marroquí cerca de la Plaza de España, muy bueno y con danza del vientre incluida. Y de Madrid al cielo, literalmente, al día siguiente.
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