Parece que es de recibo, dada la coyuntura en la que nos encontramos, dar gracias por tener trabajo, así que... ¡alabado sea Dios por ello! Una vez agradecido empecemos.
¡Viajar, viajar viajar! ¿qué es lo que tiene que nos aporta tanta felicidad? ¿se segregará alguna sustancia química al desconectar de un trabajo odiado que nos haga ser más felices? Es volver a mi casa y acordarme de los malos rollos que están por llegar, de los buenos tiempos que pasaron y que presumiblemente no volverán (ésta es, evidentemente, una prueba de que me hago viejo, y no sólo por las canas). Y todo es relativo, lo sé; siempre hay alguien peor y yo, de verdad, lo siento. Ya se encarga la vida de recordarte siempre que puede que hoy estamos aquí ¿pero mañana?
Es una pena que la vida no sea como el cine y que uno pueda actuar como lo haría cualquier James Bond que se precie, conociendo todas las respuestas, sabiendo qué hacer en cada situación y cómo poner en su sitio al cretino de turno. Pero no, la vida no es cine, aunque a veces soñemos con ello.
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