Es sabido que la ópera no deja indiferente a nadie, o te gusta o la aborreces. De ahí que a una representación suela ir la gente a la que le gusta (bueno, siempre habrá algún snob que se trague el "tostonazo". A ver cuándo si se muere ya la gorda, escuché una vez decir a alguien en Tosca). En cambio, a las galas líricas suele ir más gente: el programa es muy conocido, las arias muy famosas y normalmente el cantante es de renombre, de manera que éstas atraen a un público más amplio y variopinto.
Anoche, en la Calatravada, léase el Auditorio de Tenerife (por cierto, ya no lo denominan Adán Martín), asistimos a un concierto lírico con piezas operísticas y de zarzuela, todas conocidas, con el tenor Xabier Anduaga y la Orquesta Sinfónica. Mucha gente, aunque no lleno, el concierto estuvo muy bien con el público realmente entregado, tanto que no esperaban a terminar la pieza ávidos de aplaudir, de gritar bravo, de levantarse y poco menos que tirar rosas al escenario. Qué pena que ya no se griten aquellas ordinarieces como "queremos un hijo tuyo" o se tiren sostenes al escenario, cosa que animaba mucho. Así, terminando con música de zarzuela, tarareada por el grupo de señoras que se acercaban al garaje al mismo tiempo que yo, di por terminada la noche y me dispuse a volver a casa en la moto.
Comentaba lo de la gente que suele ir a este tipo de espectáculos a colación de sendos espectadores sentados cerca de mi, ella a mi izquierda, él detrás.
PETARDO(A) 1: Minifalda, pelo largo, tacones y acurrucada a su novio durante todo el concierto, apoyó su móvil sobre la falda, encendido (con poca luz, menos mal), y estuvo todo el rato pendiente de los whassaps, a los que contestaba uno por uno, porque la señorita era fina y educada, como no iba a ser de otra manera.
PETARDO 2: un señor que no paró de explicarle pieza por pieza a quien tenía al lado, que si esto era de tal compositor o de tal ópera, que si el coro era un himno político italiano en tal guerra, que si había visto en el Guimerá esta zarzuela, incluso que un aria podía bailarse como una jota. Al final, escucho como guinda: "bueno, encantado de conocerte". La pobre mujer, se le sentó un comentarista al lado, qué horror. ¡Que le devuelvan el dinero!
No hay comentarios:
Publicar un comentario