Cada mañana, al llegar a mi oficina, me entra una sensación desagradable que no se me quita, probablemente, hasta que acaba mi jornada el jueves por la tarde. Esta percepción que lleva ya tiempo instalada dentro de mi hace que irremisiblemente mi camino vaya directo a la salida, pase lo que pase; no hay otro final posible, y mira que lo he intentado. Le he dado vueltas y más vueltas a la situación y creo haber dado con la respuesta, que por hallada no deja de ser todo menos gratificante: en mi oficina me siento constantemente agredido.
Agresión, duro término: acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño. Un agradable y recurrente estado de ánimo para venir a trabajar cada mañana.
Lo juro.
♫
The Tong Tings, *That's not my name.
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