Tarde la de ayer a contrarreloj pero con final feliz. Ayuntamiento (más de lo mismo, los unos compensados por la presencia de algunos otros), almuerzo familiar, siesta corta corta y taxis. Dos. Para recoger el ordenador y para ir al aeropuerto, donde pude adelantar la vuelta para volver a casa. Asiento en 2A, salida de emergencia, ordenador a buen recaudo en el compartimento superior, el mismo que hay que revisar al abrirlo porque puede haberse movido durante el vuelo. Tengo sentado a mi izquierda y frente a éste, a sendos pasajeros modelo "graciosillos", qué terrorífico. La media hora de vuelo "interactuando" con la azafata, la pobre, con las pasajeras vecinas, hablando de sus planes futuros, chiste va, chiste viene. Por fin aterrizamos, por supuesto los susodichos se desesperan por salir, conscientes de que seremos los últimos; no, logran colarse un poco porque son de los que no pueden quedar últimos ni para morirse, de los que van a comulgar los primeros, de los que se levantan y caminan hacia la salida, aplaudiendo, cuando acaba de finalizar la función teatral.
Llego a casa, hogar, dulce hogar. Deshago el equipaje, me cambio, ropa a la lavadora y me recuesto bajo la mesa de despacho a instalar el ordenador, el mismo que "va como un avión", según palabras textuales de mi informático de cabecera, G.
Y sí, va como una rosa, como un clavel, como un avión. No respiré hasta encenderlo y ver que todo iba de maravilla. ¡Qué sensación!
Para celebrarlo logré ver la mitad de Cocoon, ¿la recuerdan?
Hoy teletrabajando, eso tiene tener un ordenador que funciona como la seda.
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