viernes, 14 de junio de 2024

LA CONSIGNA


Las Elecciones Europeas siguen trayendo cola y me alegra -uno tiene su poquito de orgullo- de no ser el único que piensa que es éste el mejor momento para que el PP deje claro dónde se posiciona, si con los partidos democráticos o con la ultraderecha. Vaya una incongruencia más peligrosa presentarse a las elecciones para dinamitar las instituciones desde dentro, aquellas mismas en las que no crees pero que  te dan la oportunidad de formar parte de ellas. Para los franceses parece ser diferente, ellos tiene en su memoria reciente la Segunda Guerra Mundial, un presidente colaboracionista, la invasión nazi, etc. Nosotros parece que tenemos mala memoria, ya nos olvidamos que Franco subió al poder (por la gracia de Dios, nos decían) tras un golpe de estado al no aceptar el resultado de las elecciones democráticas y después de casi 700.000 muertos (sin contar los represaliados posteriores, claro).
La política, ese perro de tres cabezas rabiosas que hace hasta que las familias y los amigos dejen de hablarse. Ayer almorzamos en nuestra cafetería de referencia, al lado de casa, y acabamos tomando un café con el mejor amigo de P, compadre de ambos; la política actual fue el tema postrero. Hasta entre nosotros, que nos conocemos bien, nos queremos y sabemos de qué pie cojeamos, acaba atisbándose un ligerísimo resquemor. incluso malestar, al escucharnos alegar sobre esto o aquello.
¡En España lo que habría que hacer es que el PP pactara con el PSOE, así nos sacudiríamos a los nacionalistas de encima! Pues sí, estoy completamente de acuerdo, pero ¿crees que esto aquí es posible? Agua y aceite, me temo.
La consigna de nuestros padres de no hablar de política, religión o fútbol, sigue siendo el mejor consejo.
Historia, Historia y más Historia para no volver a cometer los mismos errores.
No podemos olvidar, ni debemos, que hoy, en plano siglo XXI, sigue habiendo dictadores, tiranos, sátrapas e iluminados varios a los que no podemos quitarle el ojo de encima.

Volviendo a la consigna parental, me van a disculpar que escriba y escriba sobre estas cosas, pero mi intención no es en absoluto proselitista, ya me conocen, me sirve de catarsis porque no puedo ver la vida apoyado en el muro y seguir mirando el atardecer. ¡Ojalá! Pero no, qué le vamos a hacer.
Escribo este blog y en él vierto lo que se me pasa por la cabeza, lo que opino, lo que siento, lo que veo, lo que me indigna y me preocupa e, incluso, todo lo que me hace feliz. Cabe todo. Y, aunque podría no parecerlo, a veces hasta me corto un poco al escribir.
Como no quisiera que nos enfadáramos, no lo abras si así lo prefieres, no importa. Yo soy transparente.

Fractura en la derecha francesa
La rebelión interna contra la idea de pactar con Le Pen es un gesto de dignidad de Los Republicanos coherente con su historia.
Editorial, EL PAÍS, 14.06.2024

La derecha moderada francesa está sumida en una crisis existencial, quizá la definitiva después de años de pérdida progresiva de poder y votos en favor del amplio centro de Emmanuel Macron y la extrema derecha de Marine Le Pen. La decisión del presidente Macron de disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas el 30 de junio y el 7 de julio ha acelerado este proceso. Y ha puesto a los dirigentes de Los Republicanos (LR), el partido hermano del Partido Popular español, ante un dilema fáustico, que afrontan también, con variaciones, otros partidos de la misma familia en Europa: la tentación de romper el cordón sanitario, traicionar su alma republicana y pactar con el Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen para formar una “unión de las derechas” con beneficios inciertos.

El martes, el presidente de LR, Éric Ciotti, anunció un acuerdo para presentar candidaturas conjuntas con el RN en las legislativas. El anuncio desató una rebelión de los barones de su partido, todos sus senadores y casi todos sus diputados. Consideran que pactar con Le Pen es una traición a los principios de un movimiento con una historia ligada al general De Gaulle y la resistencia contra la ocupación alemana, y con la defensa del cordón sanitario contra la extrema derecha. El acuerdo Ciotti-Le Pen significaría que los conservadores están dispuestos a ser la muleta que ayude a los ultranacionalistas a conquistar el poder. La disputa interna, que aboca al partido a una escisión, si no a su desaparición, tomó el miércoles un cariz grotesco. El buró político de Los Republicanos destituyó a su presidente, quien inmediatamente anunció un recurso ante la justicia y se negó a abandonar su despacho en la sede oficial.

La rebelión de los parlamentarios y los barones contra su líder es un gesto de honor. El actual Reagrupamiento Nacional es el partido heredero del viejo Frente Nacional, fundado hace medio siglo por antiguos colaboracionistas con los nazis y veteranos de la guerra de Argelia que combatieron, a veces con violencia, contra el general De Gaulle. Es verdad que, a lo largo de la historia, Los Republicanos y sus antecesores como la UMP y el RPR han coqueteado repetidas veces con la extrema derecha y sus ideas, pero la idea de una coalición electoral se había mantenido tabú. Cuando en 2002 el presidente Jacques Chirac se enfrentó a Jean-Marie Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, se negó a debatir con él. Los de Le Pen, el padre entonces, la hija ahora, eran enemigos, no aliados.

La actitud de Ciotti obedece, en parte, a las afinidades entre un sector de Los Republicanos y el Reagrupamiento Nacional en cuestiones como la inmigración. Hay líneas rojas, en el plano de las ideas, que han saltado desde hace años. Para muchos votantes, expresiones como “cordón sanitario” o “frente republicano” ya significan poco. Sin apreciar este cambio en el electorado, no se entiende que el partido de Le Pen se haya convertido en una fuerza central en Francia. La batalla en LR también es una batalla de intereses: el de Ciotti por garantizarse un cargo en un hipotético gobierno del RN. Y el de los barones rebeldes por evitar que su partido, ya erosionado por Macron en su flanco centrista, acabe devorado por la extrema derecha en el flanco más conservador. Es un interés legítimo: los partidos de derechas fuertes y con principios claros ante los radicales son más necesarios que nunca en nuestras democracias.
Y como Spain is different, aquí nos rasgamos las vestiduras con asuntos como la renovación del Consejo General del Poder Judicial del que todos estamos hartos de oír en la radio y la TV, leer en las redes y en los periódicos, pero que se nos hace bola por no entender qué es lo que ocurre. Menos mal que nuestros próceres velan por nosotros para que durmamos tranquilitos.


La ejemplaridad de Feijóo y el CGPJ
El mandato de los miembros del Consejo caducó hace más de cinco años y sigue con la misma mayoría conservadora que lo constituyó en 2011. Eso es todo, y no hay más que rascar
Jordi García, 14.06.2024

Es realmente tranquilizador que el presidente interino del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Vicente Guilarte, sienta como “aterradora” la posibilidad de que el Gobierno de Pedro Sánchez ejerza en el gobierno de los jueces alguna forma de “influencia”. Por suerte, Guilarte ha puesto sobre aviso muy juiciosamente al presidente Sánchez de aquello que en ningún caso podría acometer sin vulnerar de forma terrorífica, casi gore, la independencia judicial. Es un acto de altura institucional irreprochable la toma pública de posición firme y enérgica por parte de Guilarte contra las veleidades autoritarias y el inoportuno o incluso precipitado propósito de Sánchez de renovar el CGPJ con tantas prisas, cuando solo lleva cinco años caducado y como si ese lapso de calma y reflexión para hacer bien las cosas hubiera de resultar un grave problema de funcionamiento institucional democrático.

Lo único que está pasando, y no se entiende tanto escándalo, es que el CGPJ sigue con casi los mismos miembros y la misma mayoría conservadora que lo constituyeron cuando en 2011 Mariano Rajoy ganó en las urnas una mayoría absoluta para el PP. Eso es todo, y no hay más que rascar. Bueno, sí, es cierto que el mandato de sus miembros caducó hace más de cinco años y en total ha pasado más de una década, pero todo el mundo debería entender que la lentitud de la justicia en España es una lacra contagiosa y, por tanto, esa lacra se extiende también al precepto de renovar el GGPJ de acuerdo con las mayorías parlamentarias de las sucesivas elecciones generales, según pide la Constitución.

La aberración democrática en la que incurre Sánchez al pretender alterar el feliz y sosegado funcionamiento ordinario del CGPJ sería ciertamente criminal o incluso “aterradora” porque impediría que siguiese todo exactamente igual y que se alcanzase una renovación acorde con las mayorías parlamentarias de los últimos años, incluida la más reciente, la surgida de las urnas el 23 de julio de 2023. Una excesiva precipitación podría incluso alterar el normal funcionamiento de las instituciones, y eso significaría una mácula más en este Estado nuestro de derecho tan vapuleado. Además, a ver, ¿qué prisa hay exactamente para renovar ese órgano? ¿Por qué no puede durar otros cinco años más tal como está? ¿A quién puede incomodarle y por qué acelerar las cosas cuando todo el mundo sabe que las prisas no son buenas? ¡Algunos majaderos incluso llegan a proponer que dimitan en bloque sus miembros! ¡Eso equivaldría a defender de la forma más irresponsable que abandonen sus puestos en el campo de batalla solo porque el mandato está caducado hace cinco años! ¿Alguien puede entenderlo? Un español de verdad no abandona jamás el campo de batalla.

Entrometerse en la vida del CPGJ e irrumpir en el ejercicio de sus funciones es una auténtica injerencia democrática intolerable, además de un despropósito democrático. De hecho, si alguien se atreviese a intervenir en ese (quinquenal) epílogo de plenitud de los cargos nombrados hace más de una década podría estar haciendo algo muy grave: vulnerar el principio sagrado de la separación de poderes.

Por eso mismo es todavía más gratificante escuchar el digno empujón de Feijóo a la regeneración democrática del ecosistema judicial, que goza de una envidiable salud desde hace muchos años. Por eso digo que tiene santísima razón el líder del PP al declarar a las puertas del Parlamento que Pedro Sánchez “empieza ya a ser un peligro para la independencia judicial de nuestro país.”. Más razón todavía le asiste al líder del centroderecha moderado español cuando reprueba con palabras enérgicas la conducta gubernamental de pretender alterar la vida del CGPJ: “Ni los órdagos, ni los chantajes, ni las amenazas se pueden admitir en el Estado de derecho”. ¡Exacto! Por eso supongo que añade con gran sentido de la oportunidad y de la decencia política que “nosotros [se entiende que los dirigentes del PP] obviamente no los vamos a admitir”.

Es verdad que hubiera sido maravilloso que los expertos en tribunales y justicia de este periódico hubiesen podido contrapreguntar a Feijóo sobre los órdagos, los chantajes y las amenazas, o incluso la colonización de la justicia por parte de Sánchez, según Feijóo, al pretender impedir incomprensiblemente que el CGPJ siga rumiando a ver cómo hacer exactamente para renovarse de la mejor manera. Denle tiempo, por favor. Y además, qué carambas, tiene razón Feijóo: no puede estar uno contestando cada dos por tres a falsedades históricas y a deformaciones aberrantes de la realidad. Podría acabar confundiéndose o trabucándose Feijóo ante el micrófono y creyendo de veras que el secuestro del gobierno de los jueces lo ha practicado el PSOE desde hace cinco años y pico. Un lapsus ahí podría ser criminal, y podría poner en riesgo la ejemplaridad democrática de seguir blindando una mayoría conservadora en el CGPJ otros cinco años más, lo menos.

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