LOS MANUSCRITOS DE CHARAGUA
El sacerdote catalán Lucho Roma abusó durante décadas de cientos de niñas indígenas en Bolivia. Las fotografió, las grabó en vídeo y lo recogió todo por escrito, en el segundo diario de un cura pederasta al que ha tenido acceso EL PAÍS. En esta ocasión, la orden realizó una investigación interna que confirmó los crímenes y su encubrimiento. Los jesuitas, tras la muerte de Roma en 2019, guardaron los hallazgos en un cajón donde han permanecido inéditos, hasta hoy.
Julio Núñez, 16.06.2024
Poco después de que los investigadores eclesiásticos bolivianos entrasen en la habitación del jesuita español Luis María Roma Pedrosa, las fotografías de decenas de niñas semidesnudas aparecieron por todos los rincones: entre las páginas de los libros, en su agenda personal, del interior de las carátulas de los discos, de los cajones del escritorio, del disco duro de su ordenador. Muchas de ellas estaban recortadas por su silueta, otras eran composiciones deformadas, a modo de collages, en las que se combinaban caras, piernas y brazos de diferentes niñas. Rodeados de todo aquello, los investigadores se percataron de que estaban en la guarida de un monstruo. Habían llegado hasta aquella residencia de los jesuitas en Cochabamba a comienzos de marzo de 2019, por encargo de la cúpula de la orden en Bolivia, por una denuncia reciente de pederastia contra Luis Roma, conocido como Lucho. Su misión consistía en reunir las pruebas, entrevistar a posibles testigos y elaborar un informe con los resultados.
—Fue horrible. Había decenas de fotografías. Se intentó identificar a las niñas copiando los nombres que estaban escritos en el reverso de las fotos y se revisó si también aparecían en el diario —explicó a EL PAÍS una fuente de la orden.
—¿Qué diario?
—Lucho escribió unas memorias donde contaba todo aquello: los nombres de las niñas y lo que hacía con ellas.
Lucho Roma había escrito a mano durante su estancia como misionero en Charagua, al sureste del país, entre 1994 y 2005, cómo fotografiaba, filmaba y abusaba de más de un centenar de niñas, la mayoría indígenas guaraníes. Al menos 70 de ellas aparecen identificadas con su nombre. Roma detallaba la excitación que aquello le provocaba y las dificultades que tenía para ejecutar sus crímenes. Eran 75 folios, desordenados, muchos de ellos sin fechar y que guardaba en tres carpetas diferentes. Este es ya el segundo diario conocido de un pederasta jesuita en Bolivia, tras la publicación hace un año por EL PAÍS de las memorias del sacerdote Alfonso Pedrajas.
El hallazgo de las memorias de Roma, que hasta ahora no ha visto la luz, fue bautizado por los inspectores como Los Manuscritos de Charagua...
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