lunes, 11 de diciembre de 2017

SOY OFICIALMENTE UN POCO MÁS POBRE

Entrar en la óptica una vez es como ir por primera vez a la consulta de la Seguridad Social, ya uno no deja ve volver y siempre, siempre, sale con algo nuevo, no precisamente regalitos navideños. Hoy soy oficialmente una pasta más pobre: aumento ligero de dioptrías, cambio de cristales progresivos en las gafas de vista, y las de sol, de lejos, imprescindibles para conducir. Menos mal que he usado siempre las mismas gafas de sol, que no son nada caras y a las de vista sólo le he de cambiar los cristales -las lentes, que dirían en la óptica-, de manera que me ahorro una pasta. Ay Rubén Darío, ¡cuánta razón tenías!
CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA
Rubén Darío

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste 
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura; 
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño. 
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más 
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura 
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...


En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro, 
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca 
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
  
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

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