No es conveniente estar ya descalzo dentro de casa si uno no quiere exponerse a un calambre inesperado, el suelo está helado. Es hora de sacar los calcetines de la cómoda y de abrigarse un poco.
Mi casa es fría, cosa difícil de solucionar mientras deje la puerta de la cocina abierta siempre; las perritas entran y salen cuando quieren al jardín, aunque la verdad prefieren estar dentro. La pena es no poder tener más alfombras, pero entre mi alergia y el cambio de pelo de Augusta y Octavia no es una buena idea. Creo haber escrito en alguna ocasión anterior que, cuando estudiaba la carrera fuera, visité a un alergólogo porque se me habían acentuado los síntomas, para que finalmente él sentenciara: ni perros, ni libros, ni alfombras... Me temo que nunca he sido su mejor paciente.
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