Hace algunos años ya, viajé a Nueva York con mi socio Juan, ya fallecido, su novia y mi socia Alicia, aunque cabe la opción de que esté mezclando dos viajes diferentes, pero no importa. Obviamente eran otros tiempos, aquellos en que cruzar el charco de Madrid a Manhattan era algo tan recurrente como apetecible, la perfecta catarsis. Ahora sigue siendo tan apetecible como antes pero el devenir de los años ha hecho que la catarsis se haya convertido en algo más asequible. Bueno, ya empiezo a desviarme de lo que iba a contar, como siempre. El asunto es que caminando por la 5ª Avenida, subiendo por la acera izquierda, muy cerca de la Trump Tower -antes algo menos famosa que ahora-, nos encontramos con el escaparate de PRADA donde aparecían los zapatos más espectaculares que había visto en mi vida, charol azul eléctrico y piel. Nos paramos a mirar y seguimos de largo. Esa fue la primera de las tres visitas que realizamos a echarle un ojo a los zapatos; el final de la historia no viene al caso.
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