La nueva pintura callejera de Banksy abre el debate sobre la degradación del arbolado urbano
El viejo cerezo podado que ha inspirado al artista es el gran olvidado en medio de una nube de curiosos e ‘instagrammers’.
Rafa de Miguel, Londres, 21.03.2024
Hay un revuelo constante estos días en Hornsey Road, la calle de Finsbury Park al norte de Londres. Una fauna de curiosos, periodistas e instagrammers se amontona alrededor de la nueva obra del artista callejero Banksy, que ha revolucionado este barrio multicultural. Dos japonesas se hacen selfis, un grupo de chicas británicas vestidas como para la portada de Vogue se turnan para hacerse fotos entre ellas. Una periodista de la BBC busca cualquier declaración entre el grupo de curiosos que ha acudido al barrio.
En medio del circo espontáneo, un hermoso y noble cerezo salvajemente podado —desmochado, sería la expresión correcta, porque su copa ha desaparecido— se yergue como una especie de candelabro de hierro en medio del paisaje urbano.
La pintura de Banksy —el artista reivindicó la autoría en su cuenta de Instagram— pretende precisamente denunciar el sacrilegio. Sobre la pared lateral blanca de un complejo de apartamentos situada justo detrás del árbol (una superficie codiciada por cualquier grafitero), el autor ha pintado una enorme mancha verde que se desliza por el muro como lianas de musgo. En una esquina, una mujer parece estar fumigando el follaje inexistente de las ramas ahora mutiladas.
“Poco a poco, comencé a sentirme horrorizada. Desconsolada ante la tribu de periodistas que grababa la escena y la muchedumbre de curiosos que murmuraba y levantaba los teléfonos móviles para hacer una foto”, escribe en las páginas de The Guardian la escritora Gio Iozzi, que fundó en su día la organización en defensa del arbolado urbano Haringey Tree Protectors. “Todo ese cacareo centrado en la obra de un ser humano había perdido de vista la cuestión fundamental de lo ocurrido: ¿cómo es posible que un árbol urbano maduro haya sido podado de un modo tan agresivo, hasta el punto de que nunca pueda volver a regenerarse o a florecer en todo su esplendor cuando llegue la primavera?”, se pregunta Iozzi.
El condado de Islington, al que pertenece el barrio, asegura que el árbol, que tiene ya entre 40 y 50 años, había entrado en un proceso de declive. Estaba enfermo y había sido dañado por hongos.
El dueño de Thor’s Trees, la compañía que ha llevado a cabo la poda, ha asegurado a la BBC que los responsables municipales les dieron instrucciones “hasta el mínimo detalle” del modo en que deseaban que se llevara a cabo el trabajo. La técnica del desmochado, explica Lawrence-Thor Stephen, ayuda a que las ramas, que en esa especie crecen hacia arriba, no aumenten demasiado de tamaño y puedan caer sobre algún peatón, por culpa de la enfermedad del árbol.
Es probable que Banksy pretendiera denunciar la desaparición de la naturaleza en el paisaje urbano, al vincular su obra con el árbol en cuestión. Al alejarse unos metros de la escena, el espectador puede imaginar que el manchurrón pintado por el artista repuebla al cerezo de hojas. Pero lo cierto es que las conversaciones de los curiosos giran más estos días en torno a la belleza o fealdad de la obra del artista, o sobre la revalorización que pueden llegar a tener las viviendas tocadas por la mano del genio.
El condado de Islington ya ha dado instrucciones al equipo municipal que normalmente se encarga de eliminar las pintadas y grafitis del barrio para que respeten el nuevo banksy.
Un artista polémico
La mañana del miércoles, dos enormes manchas blancas aparecieron sobre la obra del autor, como si alguien hubiera arrojado pintura para arruinarla. Algunos vecinos se lamentaban de la aparente gamberrada —las piezas urbanas de Banksy, con una cotización cada vez más alocada, se salvan de entrar en esa categoría—, pero otros recordaban que se trataba del mismo artista que planeó en su día la trituración en directo de uno de sus cuadros, en medio de su subasta. El resultado de aquella broma fue que el lienzo, o lo que quedó de él, colgando del marco el que Banksy había ocultado una trituradora de papel, vio duplicado su valor. Quizá el vandalismo sobre la obra procedía del mismo autor.
Los propietarios del edificio sobre el que ha aparecido la nueva genialidad del anónimo artista callejero ya han puesto a su alrededor vallas para intentar proteger el valor añadido. Al lado del cerezo, un pequeño cartel prohíbe que las personas se suban al árbol. La curiosidad es insaciable, y son muchos los que ya han saltado las vallas provisionales instaladas alrededor de la obra para lograr una mejor fotografía. Tarde o temprano, alguien acabará escalando las ramas del cerezo para lograr mejor detalle del manchurrón de Banksy, ignorando por completo que el propósito inicial de este arte guerrillero urbano era precisamente denunciar el abandono del árbol.
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