Con la primavera llega el buen tiempo al Ortigal y yo empiezo a regar alguna tarde. El césped cortado del sábado pasado, las cacas de las perras convenientemente retiradas, el árbol perdiendo todas sus caducas hojas para dar paso a esas preciosas y extrañas flores rojas y el sol sobre la mitad del pequeño jardín ya animan a pasar un rato sentado al aire libre. Las perras, como no podía ser de otra manera, son las que más disfrutan estas agradables tardes al sol.
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