Una amiga, a la que admiro, quiero y respeto, recibe una carta anónima muy desagradable. ¡Un anónimo a estas alturas!; la cobardía no tiene época. Irrelevante el contenido, solo decir que a esta gentuza hay que darle la importancia que se merece, ninguna.
Parece que sigue existiendo quien piensa que uno debe pagar un precio por ser feliz.
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