Mi vida se divide en tres simples fases: trabajar por la mañana, intentar trabajar por la tarde y dormir por la noche. El intento vespertino lo es porque a veces las mañanas me dejan exhausto, sin fuerzas para volver a sentarme frente al ordenador. Mi perra Octavia , cómo no, se ha adaptado a mis horarios y, finalmente, es ella la que los dicta. He de abrirle la puerta del jardín para que salga -ya está mayor para pasear fuera de casa-, darle de comer a su hora, el regalito por la noche. Los fines de semana, los únicos días en que puedo dormir un poco más, me obsesiona que esté encerrada en casa, de manera que pongo el despertador para abrirle y no trastocarle sus horarios fisiológicos. En el fondo, son ya tantos años saludando al gallo, que no me cuestan lo más mínimo estos pequeños esfuerzos; al fin y al cabo los perros son la cosa más maravillosa que existe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario