viernes, 25 de agosto de 2017

BERTRAND RUSSELL

Estamos inmersos en otra terrible época de "cruzadas", sin bien ésta no en Tierra Santa -ya no hay que liberar Jerusalén-; esta vez se trata de imponer el islam más terrible ante los infieles del mundo, siempre pajo la consigna o estás conmigo o contra mi, o lo que es lo mismo, o eres musulmán o infiel. Terrible, volvemos a matar por Dios, o mejor dicho a morir por Él.
Tenemos religiones para dar y regalar, aparte de las "oficialistas", las "verdaderas" que dirían otros. Sectas apocalípticas, ecologistas, científicas... múltiples ramas visionarias, proselitistas, secretas, satánicas, intimistas, violentas, pacíficas. Todas con ese halo de luz que las hace únicas para aquellos que las practican, que las siguen. La verdadera religión es el dinero y el poder, o ambas cosas; el dinero, lo único que nos une a todos por igual, altos y bajos, gordos y flacos, blancos y negros, jóvenes y viejos, místicos o ateos. El dinero está por encima de todas las religiones, de todos los credos, la podríamos llamar la suprarreligión. El dinero, madre de todas las hipocresías, nos vuelve tan ciegos que podemos clamar contra el terrorismo junto a políticos y próceres nacionales pero olvidarnos que, al mismo tiempo, somos uno de los primeros países que fabricamos y exportamos las mismas armas que utilizarán los terroristas contra nosotros. El dinero, que nos ciega tanto que no nos deja ver cómo aquellos que hablan de combatir el terrorismo de la manera que sea son los mismos que viajan después a "esos países" que financian a los terroristas que nos atacarán después. El dinero, el mismo que reúne a dirigentes mundiales con sátrapas en una foto y a la semana siguiente los mismos dirigentes se felicitan por la muerte de los segundos ¡qué poca memoria!
Religión y dinero, vaya un tándem. Qué dichosa manía esta de enseñarme el camino de la luz, el único camino, la única luz. Yo no soy espiritual, no soy religioso, no necesito que nadie me muestre el camino, y menos su camino. ¿A quién le hago daño siendo así? A nadie, al contrario, no me meto con nadie e intento ayudar a los demás en la medida de mis posibilidades, siendo un ser sin importancia.
Estoy aprovechando para leer la colección de ensayos sobre religión del premio Nobel Bertrand Russell "Por qué no soy cristiano", interesantísimo libro, escrito a la altura de uno de los pensadores más importantes del pasado siglo, donde se rebaten los argumentos más convencionales y/o tradicionales del cristianismo, el miedo, la felicidad, la sexualidad.Una lectura ocurrente, sin duda, para los tiempos que corren.

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