Estuve este fin de semana en Lanzarote. Volé allí después de llegar a Gran Canaria la noche anterior y regresé la misma tarde. Todo a contrarreloj, un viaje de trabajo de los que cansan, a pesar de lo bonito del lugar; una reunión para una posible obra allí. Vuelta esta tarde a Tenerife, avión atestado, dos grupos de deportistas adolescentes, a mi me tocó la mitad del más numeroso al lado. Sentado en la cola del avión con este acompañamiento tan sonoro, el resto del grupo llenaba la parte delantera. Si bien el vuelo no dura más de 1/2 hora, no pararon de hablar, más bien de gritar, ni un momento. Puedo dividir el trayecto en tres agradables y cadenciosos módulos de 10 minutos cada uno.
Minutos 1 a 10: había que saber dónde estaba sentada cada una de sus compañeras de delante, por lo que se dedicaron a gritarse unas a otras sus posiciones: ¡Jésica! ¿tú dónde estás? ¡Yo con Vane! ¿y tú Canduchi? ¡yo con Salvi! Y así hasta saber dónde reposaba cada una de ellas.
Minutos 11 a 20: esta vez, sabida la colocación de cada una y su acompañante, fue el momento de gritarse los resultados de la liga de no-se-qué deporte, resultado a resultado. ¡Rosi, ¿es en éste donde juega tu prima, ganaron4a9vayapaliza! ¿Cómo habrá quedado el Valquirias contra el Amazonas! y así equipo por equipo.
Minutos 21 a 30: antes de aterrizar -no lo podrían ver al salir o antes de despegar, no- había que tener claro quién iría a recogerlas y los coches en los que se repartirían todas en Los Rodeos. ¡Chaxi, tú vienes conmigo y con Paqui! ¡Canduchi irá con Ruthi! ¿y con quién va Terete? Va con Juanfra, él la trajo. Ya mentalmente sentadas en sus vehículos aterrizamos en el aeropuerto donde todas, como no podía ser de otra manera, increparon jocosamente las palabras de bienvenida del piloto mientras aplaudían.
Fue en ese momento cuando recordé un chiste que me contaron hace tiempo:
> Señor, no se puede embarcar con un lanzallamas en un avión.
> Es para los que aplauden al aterrizar.
> Adelante, tiene usted asiento de 1ª clase.
Y como no hay dos sin tres, en el trayecto en taxi desde el aeropuerto hasta mi casa, obtuve la guinda escuchando una suerte de "Carrusel Deportivo", rancio rancio, donde los comentaristas iban dando noticias de la actualidad futbolera. Sin parangón.
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