Recuerdo que leyendo hace años la biografía de Kiri Te Kanawa, una de mis cantantes de ópera preferidas, me sorprendió -y no de manera grata- que era una gran aficionada a la caza. Nunca podré entender el placer que supone matar a un ser vivo sin razón alguna, por el mero placer de hacerlo; aunque yo no coma carne no juzgo a quién lo hace, pero no entiendo el matar como deporte.
Hoy leo un artículo sobre una gran cacería años ha, en la época de Franco, con unas fotos impresionantes dada la cantidad de piezas cobradas.
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