Mientras grababa un par de cosas en el ordenador empecé a escuchar un extraño ruido, como de un globo desinflándose, que provenía del salón. Me acerqué y el ruido cesó, lo que me hizo suponer que algo había ahí; un animal. Movimos los sillones y, efectivamente, así estaba, un gatito. Estaba acurrucado en la esquina, entre un mueble y la pared, así que lo sacamos y, al ver la puerta de la calle, salió corriendo hacia unas maderas del solar de delante, de donde a su vez salieron a saludarlo otros gatitos iguales, madre incuida. Una historia sencilla con final feliz.
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