sábado, 7 de agosto de 2010

INVITADOS A LA FIESTA DE SCOTT FITZGERALD


Winston Manrique Sabogal. 06/08/2010
"De la casa de mi vecino brotaba la música durante las noches de aquel verano. En sus jardines azules, y entre los susurros, el champán y las estrellas, los hombres y muchachas iban y venían como mariposas. (...) Al menos una vez cada quince días hacía su aparición un ejército de especialistas con cientos de metros de lona y suficientes lámparas de colores para convertir el enorme jardín de Gatsby en un árbol de Navidad...".
Y es esa ilusión alegre de destellos y luminosidad que describe Francis Scott Fitzgerald (Estados Unidos 1896-1940) en El gran Gatsby la que suele irradiar parte de nuestras vidas. Viene de las fiestas veraniegas vistas desde niños, como cándidos observadores esperando crecer para estar en ellas. Paraísos pasajeros envueltos en música, baile, conversación, una copa en la mano y ¡brindar!, Sí, y si se pasea con ella en la mano ir brindando con los amigos que salen al paso: ¡clink! ¡clink! ¡clink!... y, claro, miradas discretas que se cuelan por todos lados en busca de coincidir con otra igual. Miles de historias literarias han salido de las fiestas y en ellas se ha empezado a tejer el destino que aguardará a muchos de los personajes, como en la vida misma. Que mejor, entonces, que recordar y evocar las inolvidables fiestas de Gatsby en este fin de semana, dentro del homenaje que Papeles perdidos rinde a los diferentes elementos del verano de la mano de grandes escritores. Lo mejor es que no hagamos esperar al anfitrión, y aceptemos la invitación de Fitzgerald a su espléndida fiesta literaria en su casa de West Egg:
"Creo que la primera noche que fui a casa de Gatsby era uno de los pocos huéspedes que habían sido realmente invitados. La gente no estaba invitada: iba. Se montaban en automóviles que los llevaban hasta Long Island, y de una manera u otra terminaban ante la puerta de Gatsby. Una vez allí, alguien que conocía al dueño, les presentaba, y después se comportaban de acuerdo con las reglas de conducta asociadas con los parques de atracciones. A veces, incluso, llegaban y se marchaban sin conocer a Gatsby, pero en realidad no necesitaban más entrada que la sencillez de corazón con que acudían a la fiesta. (...)
Las luces se hacen más brillantes a medida que la tierra se aleja del sol dando tumbos; ahora la orquesta toca una suave música de fondo, y la ópera de las voces se sitúa en un tono más alto. La risa se hace más fácil minuto a minuto, se vierte con prodigalidad y se vuelca con una palabra alegre. Los grupos cambian más de prisa, crecen con nuevos recién llegados, se disuelven y se forman en un instante; ya existen nómadas, muchachas seguras de sí mismas, que zigzaguean de aquí para allá entre las personas más sólidas y más estables, se convierten por un intenso y feliz momento en centro de un grupo, y luego, con la emcoción del triunfo, se deslizan por el cambiante mar de rostros, de voces y de colores bajo las luces en constante transformación".

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