La catástrofe en l’Horta Sud, una comarca
valenciana densamente poblada que agrupa municipios cercanos a la capital y de
larga tradición agrícola, se enmarca en una serie de fenómenos meteorológicos
que han ocurrido históricamente en la región. Sin embargo, según el consenso
científico, el cambio climático está intensificando tanto la frecuencia
como la magnitud de estos eventos, convirtiendo episodios naturales como esta
DANA en sucesos cada vez más destructivos. Aunque el cambio climático no es la
causa directa de estas lluvias torrenciales, actúa como un amplificador que
agrava sus efectos y aumenta sus consecuencias en términos de daños y
vulnerabilidad.
En la Comunidad Valenciana, los riesgos asociados a
cauces y barrancos vulnerables son bien conocidos. La rambla del Poyo, un
arroyo que en condiciones normales permanece seco o con un caudal mínimo, ha
sido considerada durante décadas como una amenaza latente debido a su capacidad
para transformarse en un torrente incontenible durante lluvias intensas. Este
cauce, que nace en las montañas de Cheste y Chiva y atraviesa localidades como
Torrent, Paiporta y Catarroja antes de desembocar en l’Albufera, figura marcado
en rojo en los planes de ordenación territorial como una de las áreas de mayor
riesgo.
El pasado 29 de octubre, el Poyo alcanzó un caudal
sin precedentes, superando los 2.200 metros cúbicos por segundo, casi cinco
veces el máximo histórico. Desde primeras horas de la mañana, el flujo aumentó
rápidamente hasta llegar a alcanzar un caudal superior al de grandes ríos
en condiciones normales. Esta fuerza incontenible desbordó el cauce y se vio
intensificada por infraestructuras como carreteras y vías de tren que
obstaculizan el flujo natural hacia l’Albufera. Este “efecto embudo” elevó la
presión sobre municipios como Paiporta, Sedaví y Catarroja, donde la situación
se salió de control en pocas horas.
2 . Medidas diseñadas, pero no ejecutadas
A lo largo de las últimas décadas, se han
planificado acciones para reducir el riesgo de inundaciones en la Comunidad
Valenciana, especialmente en áreas vulnerables como el Poyo y el barranco de la
Saleta. Un ejemplo de estas medidas es el plan para construir un cauce
alternativo que conecte la rambla del Poyo con el nuevo cauce del Turia,
acompañado de sistemas de drenaje y un azud de derivación. Este conjunto
de obras, diseñado para reducir el riesgo de desbordamientos en municipios como
Paiporta, Alaquàs y Aldaia, ha quedado incompleto debido a la falta de
financiación y continuos retrasos administrativos.
Las restricciones presupuestarias y la escasa
prioridad política otorgada a estos proyectos han frenado su desarrollo,
postergando obras que habrían podido mitigar significativamente el impacto de
lluvias extremas como las recientes.
3
. Infraestructuras clave: lo que sí funcionó y evitó una tragedia mayor
A pesar de la enorme devastación que ha dejado la
DANA en la Comunidad Valenciana, algunas infraestructuras cruciales
demostraron su efectividad para mitigar el impacto en áreas urbanas. En
particular, la ciudad de Valencia se salvó de una catástrofe gracias a dos
obras esenciales de ingeniería: el nuevo cauce del río Turia y el embalse de
Forata.
El nuevo cauce del Turia: una salvaguarda esencial
El desvío del Turia, comúnmente conocido como Plan
Sur, fue una obra monumental creada tras la trágica riada de 1957, que
dejó una profunda marca en la historia de Valencia. Esta solución consiste en
un cauce alternativo de más de 11 kilómetros, diseñado para desviar el agua
alrededor de la ciudad, con capacidad para manejar hasta 5.000 metros cúbicos
por segundo. Durante esta DANA, el nuevo cauce absorbió grandes volúmenes de
agua, acercándose a su capacidad máxima, y así evitó que el río se desbordara y
llegara al núcleo urbano.
La creación de este cauce ha demostrado ser una
salvaguardia esencial, protegiendo a Valencia de inundaciones y evitando la
repetición de una tragedia similar a la de hace más de 60 años.
El papel estratégico del embalse de Forata
Otra infraestructura clave en este episodio ha sido
el embalse de Forata, situado en el río Magro, que jugó un papel fundamental en
la reducción del impacto de la crecida en áreas ubicadas aguas abajo.
Construido en 1969, el embalse tiene una capacidad de 37 hectómetros cúbicos y,
durante la DANA, soportó la entrada de casi 20 hectómetros cúbicos en tan solo
tres horas. Este volumen de agua, retenido en Forata, disminuyó
significativamente la presión en el cauce del Magro y ayudó a proteger zonas
habitadas, reduciendo el riesgo de desbordamientos más graves. En este evento,
el embalse actuó como un importante freno para el caudal desbordado en el río,
contribuyendo de manera decisiva a limitar los daños.
El funcionamiento exitoso de estas infraestructuras
subraya el valor de la ingeniería preventiva y la planificación hidrológica a
largo plazo, confirmando que una inversión estratégica en infraestructura
puede marcar la diferencia en la protección de las ciudades frente a fenómenos
meteorológicos extremos.
4
. Una amenaza que no se puede eliminar, pero sí mitigar
Aunque no se puede eliminar la amenaza de fenómenos
meteorológicos extremos, sí es posible mitigar su impacto con una planificación
rigurosa y, sobre todo, con inversiones sostenidas en infraestructuras. Las
directrices europeas y nacionales para la ordenación del territorio y la
gestión del riesgo de inundación llevan décadas en vigor, pero su ejecución
efectiva sigue posponiéndose, dejando a la población vulnerable ante eventos
que, en un contexto de cambio climático, son cada vez más frecuentes y
violentos.
Este episodio de lluvias extremas también pone de
manifiesto los riesgos de una urbanización acelerada en áreas tradicionalmente
vulnerables a las inundaciones. Desde la gran inundación de los años 50 en
Valencia, muchos municipios periféricos, antes pequeños y poco poblados, se han
integrado en el área metropolitana, ocupando zonas que actuaban como espacios
naturales de drenaje. El crecimiento de la población y la demanda de viviendas
asequibles han impulsado el desarrollo en terrenos proclives a las crecidas.
Esta situación hace necesario reflexionar sobre si los riesgos de inundación
han sido suficientemente considerados en estos planes de expansión urbana. La
falta de previsión en la ordenación del territorio, al no priorizar el riesgo
en las decisiones de desarrollo, ha convertido muchas zonas habitadas en puntos
vulnerables frente a inundaciones cada vez más frecuentes.
5 . La DANA política
Además del desastre natural, hemos asistido a
un espectáculo político que añade una capa de frustración para los ciudadanos.
Esta “DANA política”, con su fenómeno de acusaciones cruzadas y reproches,
parece ganar intensidad con cada desastre. Como en Los garrotazos de
Goya, las figuras atrapadas en su propio enfrentamiento se golpean sin sentido,
sin advertir que el fango los rodea y que ambos se hunden.
Este intercambio de recriminaciones entre
administraciones y partidos, lejos de aportar soluciones, contribuye al
desencanto ciudadano y da alas al populismo. Prometer soluciones milagrosas y
simplistas es ignorar la complejidad de los problemas y la responsabilidad
compartida que requieren. En lugar de buscar culpables individuales, necesitamos
una revisión profunda de los procesos, clarificación de competencias y, sobre
todo, una asunción de responsabilidades que permita hacer cambios efectivos y
evitar que algo así vuelva a suceder.
Comprendo la frustración de quienes ven en esta
situación una señal de “estado fallido”. Sin embargo, no comparto esta visión,
especialmente en el ámbito de la gestión de recursos hídricos. En España,
contamos con técnicos altamente capacitados en las Confederaciones
Hidrográficas, Ministerios, Comunidades Autónomas y Agencias Meteorológicas. A
esto se suma el valioso conocimiento aportado desde universidades y centros de
investigación, que ofrecen una base científica y técnica de primer nivel para
enfrentar estos desafíos. Además, en el sector privado, disponemos de
ingenierías, constructoras y gestores de servicios con profesionales,
tecnología y experiencia necesarias para implementar planes y medidas eficaces.
El problema no radica en la falta de capacidad o
talento, sino en la insuficiente coordinación y uso efectivo de estos recursos.
No necesitamos “salvadores”; necesitamos una respuesta eficaz que, además de
reconocer los errores, asuma responsabilidades y ejecute los ajustes necesarios
para evitar que una tragedia así se repita.
6 . La importancia de una comunicación preventiva y eficaz
Además de mejorar las infraestructuras, resulta
esencial adaptar la comunicación de riesgos a todos los canales disponibles, aprendiendo
de los recientes errores que dificultaron la respuesta de la población. La
falta de información clara y oportuna en esta última catástrofe sumió a muchas
personas en la incertidumbre, sin saber cómo actuar ni dónde encontrar refugio.
Los mensajes deben difundirse de inmediato y de manera comprensible, empleando
redes sociales, alertas personalizadas y otros medios que alcancen a todos los
sectores de la sociedad, en especial a los más vulnerables.
Para alcanzar esta transformación, resulta
imprescindible una revisión profunda de los protocolos de alerta, con la
participación de meteorólogos, hidrólogos, especialistas en protección civil y
profesionales de la comunicación. Aunque la información meteorológica es
esencial, no debe ser el único factor en los avisos, que deberían generarse de
forma coordinada y constante. La población debe recibir actualizaciones en
tiempo real, a través de dispositivos móviles y medios de comunicación, sobre
lo que ocurre o puede ocurrir, cómo podría afectarla y qué acciones tomar.
También es importante señalar que la falta de
coordinación entre organismos y administraciones generó mensajes confusos y, en
ocasiones, contradictorios. Un sistema de comunicación organizado y fiable
podría haber evitado estas contradicciones, orientando a la ciudadanía y
minimizando los riesgos. Además, es necesario reflexionar sobre la
implementación de medidas obligatorias en situaciones de alerta roja para
proteger mejor a la población. Aprender de estos errores resulta fundamental
para fortalecer el sistema de alerta y reducir significativamente los daños en
futuros desastres.
7
. Una hoja de ruta para evitar futuros desastres
Esta DANA ha expuesto con contundencia las grietas
en nuestra preparación y en la aplicación de medidas que hace tiempo deberían
haber sido prioritarias. Aunque contamos con el conocimiento, la tecnología y
los recursos necesarios, ha faltado una implementación adecuada, coordinada y
eficaz. Las infraestructuras de drenaje y protección se han revelado
insuficientes frente a la magnitud de los fenómenos actuales, y el desarrollo
urbanístico en zonas de riesgo sigue siendo una amenaza latente.
Para evitar que esta catástrofe se repita, debemos
actuar en varios frentes. En primer lugar, es urgente que las políticas de
ordenación del territorio prioricen la seguridad y la sostenibilidad,
restringiendo la construcción en áreas vulnerables y adaptando las
infraestructuras en zonas de alto riesgo. La revisión de los planes
territoriales debe incluir zonas de amortiguación y regulaciones estrictas en
áreas inundables.
En segundo lugar, necesitamos una inversión
decidida en infraestructuras de control de inundaciones, como drenajes
sostenibles, embalses y otras soluciones de laminación de caudales que alivien
el impacto de lluvias extremas. Asimismo, urge mejorar la coordinación entre
administraciones y confederaciones hidrográficas para que las decisiones
técnicas puedan aplicarse con mayor agilidad y cohesión.
Por último, la comunicación preventiva debe
ser clara, creíble y accesible. Las alertas y mensajes a la ciudadanía han de
llegar de manera oportuna y comprensible, utilizando múltiples canales, como
redes sociales y alertas móviles personalizadas, para reducir el riesgo de
confusión y garantizar que la población esté informada y sepa cómo actuar en
situaciones de emergencia.
Desde iAgua buscaremos, como siempre, ser un
espacio para el debate constructivo y un enlace entre técnicos y gestores,
contribuyendo a identificar soluciones sólidas para el futuro. Conscientes
de la gravedad del momento, dedicaremos el próximo número de iAgua Magazine,
que se publicará en diciembre, a esta crisis y sus aprendizajes.
Profundizaremos en los análisis y compartiremos ideas para avanzar hacia un
entorno más resiliente, en el que el bienestar y la protección de las personas
sean prioridades, y nos preparemos mejor frente a los retos de la naturaleza.
No me cabe duda de que todos los profesionales y
entidades del sector del agua pondrán todos los recursos a su disposición para
apoyar tanto en estos momentos críticos como en el esfuerzo de reconstrucción
que vendrá después.
Por último, queremos reiterar nuestras más sinceras condolencias a las familias afectadas y reafirmar el deseo de que la recuperación empiece pronto, con el compromiso firme de no dejar a nadie atrás. Que este difícil momento sea también el comienzo de un camino hacia un futuro más seguro para todos.
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