sábado, 30 de septiembre de 2017

3 POEMAS

Rimsky-Korsakov, *Scheherazade.
Camille Saint-Saëns, *Danza Macabra.
Una noche en el Monte Pelado, *Músorgski.

20 MINUTOS O UNA CRÓNICA VIAJERA (IV)

Desde Portobello saldríamos cada mañana a recorrer la ciudad, encontrándonos el sábado, nuestro segundo día, con el Culture Day, un evento en toda Irlanda con manifestaciones culturales allá donde vayas. Nosotros optamos por acercarnos a Dublin Castle, donde ya habíamos estado esta mañana acompañados por nuestros anfitriones. Por la tarde nos habíamos despedido de Bea y Juan que volvían a España, una gran pena. El viernes, los seis, una vez recuperadas las fuerzas en la casa, salimos a pasear un buen rato por Dublín, cenar y disfrutar nuevamente de música en vivo, aunque esa primera noche la verdad es que no tuvimos demasiada suerte con los conciertos.


Volviendo al sábado, comenzamos nuestro paseo diario por el mismo canal, justo frente a nuestra casa, donde celebraban también allí el día cultural (CANALAPHONIC) con quioscos, carpas y una zona deportiva dedicada a dar a conocer, entre otras cosas, el paddle-surf (SUP). Pablo, por supuesto, se animó a utilizar una tabla y darse un paseo, vestido, por el canal. Los cisnes huyeron asustados y no los volvimos a ver más.


Dublín estaba repleta de lugares con actuaciones en vivo y, por supuesto, de gente en la calle. Habíamos almorzado algo tarde en un libanés, de manera que optamos por una cena frugal en uno de los quioscos situados en los jardines de la Christ Church Cathedral después de haber estado un buen rato en el gran patio central de Dublin Castle. Donde realizamos un extraño recorrido por el patio de entrada a través de un laberinto de vallas, imagino que producto de la constante amenaza terrorista en la que nos hallamos sumidos. Una vez superado el recorrido vallado esperamos un rato hasta que se vaciara parte del recinto para que dieran paso al siguiente grupo donde nos encontrábamos nosotros. Desde allí se retransmitía para el país un programa de la televisión estatal donde actuaban multitud de cantantes, músicos y hasta algún rapsoda (pudimos escuchar un fragmento del Ulises de James Joyce en su lengua original, vaya un lujo). Música irlandesa actual, tradicional y hasta un mariachi  en un entorno muy agradable y sin sensación de agobio.





De Dublín Castle a Christ Churh y de allí directos a Temple Bar, música y cerveza. Pasamos por algunos pubs para terminar en Vat House Bar, animadísimo, donde incluso nos regalaron un sombrero de paja a cada uno. Allí leímos que la noche siguiente, además de música en vivo podríamos disfrutar de baile riverdance, de manera que dejamos la opción apuntada en la cabeza. Nuestra estancia en Dublín fue una sucesión de paseos, comidas, música y cerveza -en mi caso una sidra, coca-cola light y mucha mucha soda water-.





El viaje tocaba a su fin y el domingo, nuestro último día, Gerard y Katleen nos llevaron a visitar el sur de la ciudad, primero almorzamos y disfrutamos del entorno en Powerscourt Estate, una mansión situada en una enorme extensión verde donde se situaban dos campos de golf. Después subimos a Dalkey y Killiney Hill para divisar la costa y, a lo lejos, la ciudad de Dublín. Esta pequeña excursión cerraba nuestro viaje a Irlanda, en mi caso haber podido ponerme en modo OFF durante diez días completos, olvidándome del trabajo y de todo lo que ello conlleva. El estrés, esa enfermedad que nos mata poco a poco silenciosamente, es tan difícil de combatir que uno debe echar mano a lo que sea que funcione y viajar es un remedio infalible para este mal.









Cerrado el capítulo irlandés, al menos el bueno, tocaba llegar con el GPS al aeropuerto internacional, devolver el coche de alquiler, facturar a Gran Canaria y esperar la salida de nuestro vuelo de Jet2.com, otra compañía low cost de transporte de ganado, como nosotros, donde disfrutamos del escándalo con el que los borrachos eufóricos cercanos nos deleitaron durante todo el vuelo. Ahora que hay que pagarlo todo en estos vuelos no quiero pensar la cantidad de dinero que esta gente habrá dejado a la compañía. Volando en ellas, en estos asientos de juguetes, cuesta creer que finalmente no aprueben volar de pie. Tiempo al tiempo. Aún así, sin glamour alguno, cuento los días para volver a volar, por lo que doy por empezada la cuenta atrás para las vacaciones de Navidad. 

ANTE EL REFERÉNDUM (LOS UNOS Y LOS OTROS)

La celebración o no del referéndum de independencia en Cataluña ha llenado las páginas de los periódicos, las televisiones y todas las conversaciones desde hace meses, imposible abtraerse de este asunto tan conflictivo. Tengo familia y amigos en Cataluña y, por este motivo, he intentado no escribir acerca de lo que pienso al respecto. Ayer, una prima hermana que vive en Barcelona, nos cuenta que a su hija, estando en Las Palmas, la insultaron al escucharla hablar catalán con su novio. Vergonzoso. Por supuesto le escribí enseguida:

Siento lo que leo de tu hija, penoso e indignante; la intransigencia es terrible y da mucha pena ver hasta donde ha llegado todo. No sé cómo se va poder superar todo esto que está ocurriendo y la gran brecha que se ha abierto. Aún así soy optimista y espero que el sentido común se instale en el país y que, de una vez, pierdan el poder los políticos catalanes que han emponzoñado el panorama y, por supuesto, los políticos españoles que no han sabido estar a la altura.
Soy absolutamente antinacionalista y me avergüenzan unos y otros, siento decirlo, como también los ingleses y su dichoso BREXIT. Repetir una mentira muchas veces (idea de propaganda nazi que funcionó tan bien durante la 2ª Guerra Mundial) no la convierte en verdad; esto, sumado al victimismo impertante, nos ha llevado al lugar donde estamos. La Historia moderna nos demuestra que los pueblos que han tendido a unirse son los que más han progresado. 
Yo me siento totalmente canario, español y, por supuesto, orgulloso de todos mis compatriotas, sean catalanes o de cualquier otra región.

Ahora expectantes estamos ante lo que pueda ocurrir mañana 1 de octubre.

EL HOMBRE EN EL CASTILLO

Me han recomendado esta serie que, leyendo sobre la novela en la que se basa, tiene muy buena pinta. A ver...


Título original
The Man in the High Castle (TV Series)
Año
Duración
60 min.
País
Estados Unidos Estados Unidos
Director
, , , , ,, , , , ,, , , , ,
Guion
Frank Spotnitz, Howard Brenton (Novela: Philip K. Dick)
Música
Henry Jackman, Dominic Lewis
Fotografía
Gonzalo Amat, James Hawkinson
Reparto
, , , , ,, , , , ,, , , , ,, 
Productora
Amazon Studios / Electric Shepherd Productions / Headline Pictures
Género
Serie de TVCiencia ficciónDramaThriller | Distopía
Grupos
Adaptaciones de Philip K. Dick 
Novedad
Sinopsis
Adaptación de la novela homónima de Philip K. Dick "El hombre en el castillo". Las fuerzas del Eje (Alemania y Japón) ganaron la II Guerra Mundial y ahora Estados Unidos está dividida en tres partes. Joe Blake, un luchador de la resistencia, parte de la Nueva York alemana con un misterioso cargamento hacia la zona neutral de Colorado. Por su parte, en la San Francisco japonesa, Juliana Crane recibe de manos de su hermana unas filmaciones que muestran una realidad alternativa en la que los aliados ganan la guerra. (FILMAFFINITY)

viernes, 29 de septiembre de 2017

20 MINUTOS O UNA CRÓNICA VIAJERA (III)


Después del periplo policial de la noche anterior, de los Crimenstoppers y de caer rendidos en la cama de un minúsculo dormitorio con moqueta hasta el techo, comenzamos nuestra visita a la ciudad empezando por desayunar en una cafetería en la planta baja del mismo edificio y un paseo por la zona portuaria a través de los antiguos astilleros hasta llegar al edificio que alberga la exposición del Titanic. Éste, proyectado como si de varias proas de nave se tratara, se encuentra aislado, de fácil acceso, y nos ofrecía la posibilidad de conocer todo sobre el Titanic, esperando que la exposición no resultara un fraude como la aburrida fábrica de cerveza Guinness que habíamos visitado el año anterior en Dublín. 
Pero no, se deja ver, hay cosas muy interesantes; nos encontramos con la recreación de los camarotes de 3ª, 2ª y 1ª clase, vajillas, objetos variados, los menús de 1ª clase y, quizá lo más impactante, grabaciones reales emitidas desde el barco en el momento del naufragio. En parte del recorrido nos sentaron en una suerte de cabina colgada, donde íbamos los cuatro, que se movía subiendo, bajando y girando para mostrarnos imágenes y películas sobre la construcción del barco. Terminamos dando una vuelta por la tienda de recuerdos y a otra cosa mariposa.






Vista la exposición tocaba descubrir Belfast, de manera que caminamos hacia el centro de la ciudad visitando la zona comercial, preguntando sobre la posibilidad de escuchar música en vivo en algún pub por la noche, almorzando finalmente antes de volver un rato al apartamento para ducharnos y descansar un rato. Fue en Belfast cuando nos enteramos del terrible incendio que quemaba las cumbres de Gran Canaria y que tardó muchos días en extinguirse, dejando incluso una mujer muerta al tratar de preservar del fuego a sus animales. De allí a la calle de nuevo para acudir a varios pubs y disfrutar de la estupenda música irlandesa.



La mañana siguiente llovía, dejando la ciudad para volver al aeropuerto internacional a recoger el coche de alquiler que nos llevaría a Dublín, final del viaje de la mitad del grupo, recorriendo por el camino los dos lugares que nos quedaban por visitar: Giant's Causeway y Galway. Una vez sentados en el coche contratado condujimos hacia la primera de las visitas programadas, La Calzada de los Gigantes, una impresionante formación geológica donde la belleza, las matemáticas y la geometría se mezclan para ofrecer un espectáculo realmente sorprendente. Lástima que mi elección de vestimenta no hubiera sido la más aconsejable, pues esa mañana llevaba pantalones corto, camiseta, calzado deportivo sin calcetines y un chubasquero tan fino que no tardé nada en estar calado de la cabeza a los pies, debiendo llegar así hasta Galway una vez recorrimos completamente la senda para disfrutar del espectáculo que nos ofrecía el lugar. Aún así, he de reconocer que me resultó más espectacular la visita anterior a los Cliff of Moher en Irlanda.




Y así, empapados y fríos, recorrimos el largo camino, como si de un laberinto de calles y carreteras se tratara -bendito gps-, llegamos a Galway algo tarde, hambrientos y con el tiempo justo para ponernos ropa seca y salir a buscar un lugar para cenar, como hicimos después de instalarnos. 
Habíamos dejado atrás el Ulster y nos encontrábamos en Irlanda, podíamos pagar en euros y ya todo resultaba más cómodo, además de conocer Galway del año pasado. Un italiano abierto que nos daba de cenar después de preguntar en varios restaurantes con la cocina cerrada a las 10 de la noche (no me extraña que los turistas sean tan felices en España), habíamos tenido suerte. Dimos buena cuenta de la cena y con corazón contentos directamente a Quay's, al mismo lugar donde habíamos disfrutado de un par de conciertos en el anterior viaje, repleto de gente y con un grupo que cantaba rock sobre un pequeño balcón sobre el gran espacio central del ecléctico y recargado pub, todo madera y cervezas. Puedo imaginar cómo sería una noche en este pub antes de la prohibición de fumar en espacios cerrados. Cerveza, música y happy people, Irlanda en estado puro.


Galway es una ciudad bonita, rodeada de amplias explanadas de césped donde pasear y hacer deporte, ubicada en la desembocadura del río Corrib, con una calle central peatonal y muy animada tanto de día como de noche. Durante nuestro segundo día aquí paseamos sin rumbo hasta la hora de comer para partir hacia Dublín, última etapa de nuestro viaje.

Ed Sheeran, *Galway Girl
Thin Lizzy, *The boys are back in town

The boys are back in town (vídeo) ¡volvemos a Dublín! Llegamos a la capital sin contratiempo alguno, sin lluvia, a una hora estupenda para no tener que correr antes de salir a cenar, donde nos esperaban nuestros amigos Kathleen y Gerard, loe mejores anfritriones que uno puede tener, para abrirnos las puertas de su casa y dejarnos instalarnos allí en la que iba a ser nuestra morada durante los cuatro días siguientes. La casa, un pequeño tríplex adosado localizado en el canal de Portobello, a sólo 20 minutos del centro, con aparcamiento propio. 20 minutos, el tiempo que para Gerard se tarda en ir de A a B, cualesquiera que sean estos lugares, de manera que a base de “20 minutos en 20 minutos” recorrimos cada día Dublín terminando cada noche con la lengua fuera.



Descubierta una aplicación en el móvil pudimos comprobar la cantidad de pasos, y por tanto convertirlos en distancia, que habíamos dado en los últimos días, en mi caso desde que empecé a caminar en Madrid y como Forrest Gump no había dejado de hacerlo. La media diaria rondaba los 12 o 13 kilómetros, increíble. Este año, también, coincidía mi cumpleaños estando fuera de Tenerife, de nuevo en Irlanda, como otros años lo fue en San Francisco, en Nairobi o en Madrid.


Escribía hace unos días a una amiga sobre Dublín, describiéndola como una ciudad feliz, animada, todo cerveza y música, ya conocida por mi como “la ciudad de los 20 minutos”. Desde Portobello salíamos cada mañana y cada noche al centro, a vivirla, a disfrutarla, a sentirla; sus parques, donde el verde infinito casi hace daño, sus pubs, su historia, su literatura.

Seguiremos. 

TRAGEDIA INFINITA


Terrible el incendio en la cumbre de Gran Canaria, una verdadera pena. Un señora muerta al tratar de salvar su ganado, muchos animales muertos y una zona enorme calcinada. Nos enteramos de esta desgracia en Irlanda y ya leer desde allí el periódico La provincia se convirtió en una costumbre, desgraciadamente, para saber el acontecer del fuego. Repito, terrible, una gran tragedia para todos.

20 MINUTOS O UNA CRÓNICA VIAJERA (II)

De Madrid al cielo y con un agujero para verla desde arriba, como dice un amigo (madrileño, por supuesto). Ahora Irlanda, sí, nuestro segundo viaje a estas tierras empieza, cada uno por su lado pues el grupo se encontrará en el aeropuerto de Belfast; pero empecemos desde el principio.
Comienza esta etapa en un taxi al aeropuerto de Madrid y embarque hacia mi destino sin mayor problema. El vuelo, en una de esas compañía low cost hace honor a su nombre -el glamour que viajar tuvo antes ha desaparecido completamente-, debe hacer escala en Londres, sólo 1:10h, por lo que se hace imprescindible que no se demore la salida, despegando con 15 minutos de retraso. Llegamos a Heathrow y debemos sobrevolar un rato el aeropuerto, por tráfico aéreo nos dicen, hasta que finalmente logramos aterrizar. Como la Ley de Murphy se cumple tanto como las de Newton, estoy sentado casi en la cola del avión por lo que tardo una eternidad en poder salir, pero lo logro. Raudo me acerco hacia una de las pantallas para saber la puerta de embarque, supuestamente en la misma terminal, hacia Belfast, ignorando si debería cruzar seguridad de nuevo, o sea hacer la cola para mostrar mi pasaporte, como así fue. Terminal 5 ambos vuelos, yo feliz, pero no caía en las dimensiones de este aeropuerto y de sus terminales. Tren hacia la zona de salidas, control de seguridad y ¡cómo no!, mi puerta de embarque la penúltima, adonde llegué con la lengua fuera y con el tiempo justo para comprarme un sándwich de salmón y embarcar; nervioso pero con la barriga llena, no había perdido el vuelo y estaba feliz.

Vuelo corto, en un tris aterrizamos en Belfast, con la intención ahora de esperar al resto del grupo, Bea, Juan y Pablo. Aunque viajar aún me resulta un placer y lo he hecho muchas veces sin compañía, no hay duda de que compartir los buenos momentos es un placer doble, así que presentía que el viaje iba a resultar estupendo.
Había llegado a tierras de Irlanda del Norte a las 9 de la noche y me esperaba una larga noche pues el vuelo al que esperaba no aterrizaría hasta la una de la mañana, hora prevista de llegada. Así pues, pido una Coca-Cola Light, un café de refuerzo y me diento en el bar a esperar en una terminal realmente pequeña, sin oficina alguna abierta salvo un rent a car. Después de dar buena cuenta de las bebidas me acerco a una de las pantallas (creo que realmente era la única que había) para saber la hora exacta de la llegada del vuelo de Jet2.com de Gran Canaria. Nada, el último vuelo aparecía a las 22:00h. Extrañado me volví a sentar, ingenuo, pensando que igual no habían actualizado los datos hasta que, con la mosca detrás de la oreja me levanté para comprobar que no había aparecido ningún vuelo después de aquella hora. Ya estaba claro, algo pasaba, por lo que busqué información que nadie podía darme porque nadie había, hasta que me dirijo a la pequeña oficina de alquiler de coches preguntando por el vuelo de madrugada procedente de Gran Canaria. La señora, que me debió notar preocupado, sólo tuvo que responderme wrong airport, you must go to Belfast International Airport!, añadiendo además you must go quicly, no taxis after 10pm, and its price is 32 pounds. Descubro así la realidad, en Belfast hay dos aeropuertos y yo había llegado al local, de manera que voy al cajero, me agencio 40£ y corro hacia la parada de taxi unos minutos antes de la 10, encontrándome una pequeña cola de pasajeros pero donde no hubo problemas para que el taxista, durante una media hora, me llevara hasta el aeropuerto internacional. Allí arribo y me encamino hacia la zona de llegadas encontrándome una puerta que me cierra el paso con un STAFF ONLY. Vuelvo a preguntar y me dicen que debo esperar en el hall principal, que únicamente hay un camino de salida y que es donde nos encontramos. Así que, botella de agua en mano, me siento en una silla medianamente cómoda y me dispongo nuevamente a esperar, en esta ocasión previendo el asegurado final feliz.


La terminal, prácticamente vacía, perfectamente podría rodarse una película con chawsaw incluida si no fuera por la exagerada iluminación que hay en este recinto tan reducido. Cuento cinco personas en la terminal, vaya una tropa. Para hacer tiempo y evitar la irremisible descarga de mi móvil, se me ocurre enchufarlo con el flamante nuevo adaptador comprado en Londres ya que el mío se me había olvidado en casa. Cablerío, móvil y adaptador en ristre para descubrir que había comprado uno par USA, no para Irlanda ni Reino Unido, de manera que me quedé con la batería muriendo a la espera, pantalla oscura, wi-fi y bluetooth desconectado, sonido OFF, todo era poco para ahorrar, ¿qué otra cosa podía hacer? Suena una machacona y persistente musiquita por la megafonía del aeropuerto, el borracho y yo mantenemos nuestras posiciones esperando cualquier vuelo que anime el asunto como la araña a la mosca.
¿Quién ha dicho que las vacaciones son para descansar? ¡Vaya un estrés! Descansar descansar se descansa poco, pero desconectar, ¡ya lo creo! Estaba en modo desconexión total, ojo avizor sí, pero qué lejos quedaban las islas y lo que allí debía acontecer.
El vuelo de Gran Canaria, anunciado como Las Palmas, llegó con cierto adelanto con gran felicidad por mi parte. Allí seguía yo en aquella silla de madera en el aeropuerto más solitario del mundo, después de 17 autodefinidos, un litro de agua más la coca-cola light y el café en el aeropuerto equivocado, más despierto que una moto, con mi móvil anunciando su muerte, la horrible música de fondo y una sonrisa escrita en mi boca. Un whatsaap me confirma la llegada del vuelo y la espera del equipaje para, unos diez minutos después, la Comunidad de Belfast se hallaba finalmente reunida. Desde allí, de nuevo en un taxi, nos dirigíamos al apartamento alquilado en el edificio más alto de la ciudad, de manera que sólo tuvimos que darle al taxista el nombre del building, nombre que por supuesto, con mi proverbial falta de memoria, he olvidado. El taxi, aparentemente más veloz que el anterior, nos deja a las puertas del edificio para encontrarnos allí con un nutrido grupo de policías uniformados, policías de paisano, coches con sirenas, dos  furgonetas Crimenstoppers y una ambulancia. Un recibimiento de película, no cabía duda alguna. No supimos nada hasta que el casero, que debía entregarnos las llaves, nos explicó lo ocurrido. Uno de los policías, muy amable, nos pidió, sin más explicaciones, que esperásemos unos diez minutos para entrar en el edificio, eso sí, en la acera de enfrente. Los diez minutos, que se convirtieron en una hora larga, los pasamos a la intemperie, congelados e intrigados. Supimos que se había cometido un robo y que la policía estaba revisando el edificio para descartar que los ladrones siguieran dentro. Instalados ya en el apartamento del edificio más seguro de Belfast nos dispusimos a comer algo rápido y meternos en la cama.