La celebración o no del referéndum de independencia en Cataluña ha llenado las páginas de los periódicos, las televisiones y todas las conversaciones desde hace meses, imposible abtraerse de este asunto tan conflictivo. Tengo familia y amigos en Cataluña y, por este motivo, he intentado no escribir acerca de lo que pienso al respecto. Ayer, una prima hermana que vive en Barcelona, nos cuenta que a su hija, estando en Las Palmas, la insultaron al escucharla hablar catalán con su novio. Vergonzoso. Por supuesto le escribí enseguida:
Siento lo que leo de tu hija, penoso e indignante; la
intransigencia es terrible y da mucha pena ver hasta donde ha llegado todo. No sé cómo se va poder superar todo esto que está ocurriendo y la gran
brecha que se ha abierto. Aún así soy optimista y espero que el sentido común
se instale en el país y que, de una vez, pierdan el poder los políticos
catalanes que han emponzoñado el panorama y, por supuesto, los políticos
españoles que no han sabido estar a la altura.
Soy absolutamente antinacionalista y me avergüenzan
unos y otros, siento decirlo, como también los ingleses y su dichoso BREXIT.
Repetir una mentira muchas veces (idea de propaganda nazi que funcionó tan bien
durante la 2ª Guerra Mundial) no la convierte en verdad; esto, sumado al victimismo impertante, nos ha llevado al lugar donde estamos. La Historia moderna nos demuestra que
los pueblos que han tendido a unirse son los que más han progresado.
Yo me
siento totalmente canario, español y, por supuesto, orgulloso de todos mis
compatriotas, sean catalanes o de cualquier otra región.
Ahora expectantes estamos ante lo que pueda ocurrir mañana 1 de octubre.
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