jueves, 28 de septiembre de 2017

20 MINUTOS O UNA CRÓNICA VIAJERA (II)

De Madrid al cielo y con un agujero para verla desde arriba, como dice un amigo (madrileño, por supuesto). Ahora Irlanda, sí, nuestro segundo viaje a estas tierras empieza, cada uno por su lado pues el grupo se encontrará en el aeropuerto de Belfast; pero empecemos desde el principio.
Comienza esta etapa en un taxi al aeropuerto de Madrid y embarque hacia mi destino sin mayor problema. El vuelo, en una de esas compañía low cost hace honor a su nombre -el glamour que viajar tuvo antes ha desaparecido completamente-, debe hacer escala en Londres, sólo 1:10h, por lo que se hace imprescindible que no se demore la salida, despegando con 15 minutos de retraso. Llegamos a Heathrow y debemos sobrevolar un rato el aeropuerto, por tráfico aéreo nos dicen, hasta que finalmente logramos aterrizar. Como la Ley de Murphy se cumple tanto como las de Newton, estoy sentado casi en la cola del avión por lo que tardo una eternidad en poder salir, pero lo logro. Raudo me acerco hacia una de las pantallas para saber la puerta de embarque, supuestamente en la misma terminal, hacia Belfast, ignorando si debería cruzar seguridad de nuevo, o sea hacer la cola para mostrar mi pasaporte, como así fue. Terminal 5 ambos vuelos, yo feliz, pero no caía en las dimensiones de este aeropuerto y de sus terminales. Tren hacia la zona de salidas, control de seguridad y ¡cómo no!, mi puerta de embarque la penúltima, adonde llegué con la lengua fuera y con el tiempo justo para comprarme un sándwich de salmón y embarcar; nervioso pero con la barriga llena, no había perdido el vuelo y estaba feliz.

Vuelo corto, en un tris aterrizamos en Belfast, con la intención ahora de esperar al resto del grupo, Bea, Juan y Pablo. Aunque viajar aún me resulta un placer y lo he hecho muchas veces sin compañía, no hay duda de que compartir los buenos momentos es un placer doble, así que presentía que el viaje iba a resultar estupendo.
Había llegado a tierras de Irlanda del Norte a las 9 de la noche y me esperaba una larga noche pues el vuelo al que esperaba no aterrizaría hasta la una de la mañana, hora prevista de llegada. Así pues, pido una Coca-Cola Light, un café de refuerzo y me diento en el bar a esperar en una terminal realmente pequeña, sin oficina alguna abierta salvo un rent a car. Después de dar buena cuenta de las bebidas me acerco a una de las pantallas (creo que realmente era la única que había) para saber la hora exacta de la llegada del vuelo de Jet2.com de Gran Canaria. Nada, el último vuelo aparecía a las 22:00h. Extrañado me volví a sentar, ingenuo, pensando que igual no habían actualizado los datos hasta que, con la mosca detrás de la oreja me levanté para comprobar que no había aparecido ningún vuelo después de aquella hora. Ya estaba claro, algo pasaba, por lo que busqué información que nadie podía darme porque nadie había, hasta que me dirijo a la pequeña oficina de alquiler de coches preguntando por el vuelo de madrugada procedente de Gran Canaria. La señora, que me debió notar preocupado, sólo tuvo que responderme wrong airport, you must go to Belfast International Airport!, añadiendo además you must go quicly, no taxis after 10pm, and its price is 32 pounds. Descubro así la realidad, en Belfast hay dos aeropuertos y yo había llegado al local, de manera que voy al cajero, me agencio 40£ y corro hacia la parada de taxi unos minutos antes de la 10, encontrándome una pequeña cola de pasajeros pero donde no hubo problemas para que el taxista, durante una media hora, me llevara hasta el aeropuerto internacional. Allí arribo y me encamino hacia la zona de llegadas encontrándome una puerta que me cierra el paso con un STAFF ONLY. Vuelvo a preguntar y me dicen que debo esperar en el hall principal, que únicamente hay un camino de salida y que es donde nos encontramos. Así que, botella de agua en mano, me siento en una silla medianamente cómoda y me dispongo nuevamente a esperar, en esta ocasión previendo el asegurado final feliz.


La terminal, prácticamente vacía, perfectamente podría rodarse una película con chawsaw incluida si no fuera por la exagerada iluminación que hay en este recinto tan reducido. Cuento cinco personas en la terminal, vaya una tropa. Para hacer tiempo y evitar la irremisible descarga de mi móvil, se me ocurre enchufarlo con el flamante nuevo adaptador comprado en Londres ya que el mío se me había olvidado en casa. Cablerío, móvil y adaptador en ristre para descubrir que había comprado uno par USA, no para Irlanda ni Reino Unido, de manera que me quedé con la batería muriendo a la espera, pantalla oscura, wi-fi y bluetooth desconectado, sonido OFF, todo era poco para ahorrar, ¿qué otra cosa podía hacer? Suena una machacona y persistente musiquita por la megafonía del aeropuerto, el borracho y yo mantenemos nuestras posiciones esperando cualquier vuelo que anime el asunto como la araña a la mosca.
¿Quién ha dicho que las vacaciones son para descansar? ¡Vaya un estrés! Descansar descansar se descansa poco, pero desconectar, ¡ya lo creo! Estaba en modo desconexión total, ojo avizor sí, pero qué lejos quedaban las islas y lo que allí debía acontecer.
El vuelo de Gran Canaria, anunciado como Las Palmas, llegó con cierto adelanto con gran felicidad por mi parte. Allí seguía yo en aquella silla de madera en el aeropuerto más solitario del mundo, después de 17 autodefinidos, un litro de agua más la coca-cola light y el café en el aeropuerto equivocado, más despierto que una moto, con mi móvil anunciando su muerte, la horrible música de fondo y una sonrisa escrita en mi boca. Un whatsaap me confirma la llegada del vuelo y la espera del equipaje para, unos diez minutos después, la Comunidad de Belfast se hallaba finalmente reunida. Desde allí, de nuevo en un taxi, nos dirigíamos al apartamento alquilado en el edificio más alto de la ciudad, de manera que sólo tuvimos que darle al taxista el nombre del building, nombre que por supuesto, con mi proverbial falta de memoria, he olvidado. El taxi, aparentemente más veloz que el anterior, nos deja a las puertas del edificio para encontrarnos allí con un nutrido grupo de policías uniformados, policías de paisano, coches con sirenas, dos  furgonetas Crimenstoppers y una ambulancia. Un recibimiento de película, no cabía duda alguna. No supimos nada hasta que el casero, que debía entregarnos las llaves, nos explicó lo ocurrido. Uno de los policías, muy amable, nos pidió, sin más explicaciones, que esperásemos unos diez minutos para entrar en el edificio, eso sí, en la acera de enfrente. Los diez minutos, que se convirtieron en una hora larga, los pasamos a la intemperie, congelados e intrigados. Supimos que se había cometido un robo y que la policía estaba revisando el edificio para descartar que los ladrones siguieran dentro. Instalados ya en el apartamento del edificio más seguro de Belfast nos dispusimos a comer algo rápido y meternos en la cama.


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