miércoles, 26 de noviembre de 2025

UPSTAIRS, DOWNSTAIRS


En España la serie se llamaba "Arriba y Abajo", "Upstairs, Downstairs" era el título original. Anterior a "Dawnton Abbey", nos mostraba la vida de una familia noble inglesa y sus criados, que pasaban la vida en el piso escaleras abajo. 
No es la campiña inglesa, hablo ahora de una residencia de ancianos (residencias para mayores las llaman; cárceles o prisiones para ricos también) en Santa Cruz de Tenerife, en una atalaya, con preciosas vistas sobre la ciudad, con instalaciones de esas vistas de arriba y abajo, aunque en esta ocasión se utilice un ascensor, de esos grandes que sirven tanto para una camilla como para un ataúd.
Hacerse viejo es una putada, no hay forma más clara y gráfica de decirlo. Una putada, y grande. No te entristezcas por mi, me decía mi tío ayer cuando lo fui a ver. En esta ocasión me recibió en el comedor, pero en otro. Yo conocía el de la planta por la que entro al centro y atravieso para coger el ascensor (que tiene código, imagino para que los pobres viejitos no se puedan escapar, como si de un país comunista se tratara), un comedor amplio, con mesas cuadradas para cuatro comensales, bien pertrechadas con un jarro de agua en el centro, vasos, cubiertos y servilletas sobre manteles de tela, preparadoslistosya para recibir a esa pléyade de ancianos pudientes a los que le debe costar un riñón el hotelito.
Los caprichos del destino hicieron que el comedor asignado a mi tío estuviera Arriba,, no Abajo como el descrito anteriormente. Éste, donde nos sentamos a hablar durante la hora y media en la que se permiten las visitas vespertinas, se encontraba en un patio cubierto con estructura metálica y paneles tipo sándwich, con mesas rectangulares con hule plástico floreado, cada uno de su padre y de su madre, con sillas variadas (muy a la moda esto de mezclar diferentes aposentos individuales), donde pululaban varios ancianos montando sus sillas de ruedas. 
> ¿Y esto? le dije, ¿no nos sentamos en el comedor?
> No, el de Abajo es para los que pagan, me contestó.
Ahí quedó todo dicho. Apoyado en el plástico mantel, a riesgo de no poder despegarte después, departimos sobre lo humano y lo divino mientras saludaba a los mencionados ancianos motorizados que pasaban cerca de nuestro punto de reunión.
Así pasó este rato, entre historias del pasado y del presente, para terminar con él diciéndome "no te entristezcas por mi, yo ya he vivido", justo cuando hablábamos del futuro.
Acabar así, qué aflicción más insoportable.

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